Mientras China mandó un robot, Estados Unidos planea montar un laboratorio y Rusia enviar un cosmonauta.
En una coincidencia crucial con el 50° aniversario del alunizaje del Apolo 11, diferentes naciones alistan sus cohetes para ensayar una nueva reconquista de la Luna. Mientras la sonda china Chang’e-4 comienza a explorar su polo oculto, Rusia y los Estados Unidos mueven las fechas de sus calendarios para anticipar su presencia. Se esperan misiones robóticas a partir de 2020, centradas en la exploración científica de sus recursos, con la meta de preparar la superficie para una presencia humana prolongada y entrenar a los astronautas para futuras misiones a Marte. Pareciera que todo sucedió de golpe, pero ocurre que esta «nueva guerra» entre potencias, que venía siendo silenciosa, a partir de la proeza china, entró en una fase de aceleración.
En este nuevo orden mundial que busca nivelar fuerzas espaciales, China emerge cada vez con más poder, Rusia sueña con recuperar su prestigio galáctico y los Estados Unidos exhibe síntomas de debilidad. A esta escalada se acopla la Agencia Espacial Europea (ESA), que esta semana revalidó su intención de fundar una aldea lunar, a la que se suman India e Israel, que intentan demostrar el alcance de su poderío tecnológico.
«Hay un componente político en esta carrera espacial y los principales objetivos científicos tienen una voluntad económica. Por un lado está China, que necesita demostrar que es una súper potencia y dispone fondos suficientes para la investigación espacial. En el medio está Estados Unidos y la intención del presidente Trump de volver a la Luna. Estos proyectos llevan décadas de preparación técnica y el presupuesto para las próximas misiones de la NASA ya fue asignado. Rusia, en cambio, es el otro gran competidor y ahora con Putin se propone ocupar su asiento de gigante aunque requiere una gran inversión», detalla Pablo Mauas, doctor en física y director del grupo de Física Estelar, Exoplanetas y Astrobiología del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE/Conicet).
Con la mirada puesta en la orilla del horizonte, otro de los motivos de reconquista es que el satélite natural de la Tierra, separado por 384 mil kilómetros de distancia, podría funcionar como una estación intermedia para el primer viaje a Marte con humanos. Así, las naves tendrían que superar solo una sexta parte de la gravedad terrestre para abandonar este cuerpo.
“Todavía falta conocer la cantidad de agua -en forma de hielo- que hay en la Luna. Las próximas misiones están destinadas a prospectar el suelo (el regolito) para conocer las proporciones de agua, Hidrógeno y Helio allí entrampado. Se cree que estos materiales se podrían utilizar como una fuente de combustible. La intención sería ‘independizarse’ de la Tierra y directamente, despegar desde la Luna hacia Marte u otros destinos. No es de ciencia ficción, sino algo real pensar en bases lunares como centros de reabastecimiento de combustible”, advierte Mauro Spagnolo, geólogo planetario del Instituto de Estudios Andinos «Don Pablo Groeber» (DEAN -CONICET).
Con la construcción de la primera Plataforma Orbital Lunar-Gateway (LOP-G), la NASA le puso fecha de clausura a los 20 años de la EEI y también, a su regreso a nuestro satélite natural. Pese al impulso que le dio Trump al proyecto, los plazos fueron establecidos antes de la asunción del mandatario. El primer módulo de energía será lanzado en 2022, en dos años más LOP-G empezará a orbitar la Luna y si todo sigue las pautas establecidas, para 2026 los astronautas volverán a pisar el astro.
La NASA aprovechará esta plataforma como un laboratorio para estudiar los efectos que causa el espacio profundo –desde la radiación hasta la microgravedad.- durante largos periodos sobre organismos vivos. Pero también será empleada para el transporte de cargas y reabastecimiento de futuras misiones.
La contracara de la exploración científica son las operaciones comerciales que rondan al satélite. La NASA, en más de una ocasión, le abrió la puerta a varios socios comerciales que ayudan a llevar cargas a la EEI. Tanto SpaceX, de Elon Musk; Blue Origin, del magnate Jeff Bezos; como Virgin Galactic, de Richard Branson, están dispuestas a explotar el turismo y la minería lunar.
«Con la llegada de las empresas privadas, se hace inevitable establecer una regulación y un protocolo al cual todos deban adaptarse. Qué ocurre si una mala esterilización de la nave produce la contaminación inversa. Y en futuros viajes se descubre que hay vida en Marte y la llevamos nosotros o peor aún, que la vida existente la exterminó una bacteria terrestre. Con estas medidas de protección se busca evitar la contaminación de los cuerpos celestes vecinos por parte de microorganismos terrestres», advierte Mauas.
Mientras que el alunizaje del Chang’e-4 solo fue el paso previo a una ambiciosa campaña en la que los chinos pretenden instalar una base en el polo sur de la Luna. Para tal fin, el rover Yutu-2, equipado con un radar de penetración para el suelo capaz de adentrarse 100 metros y dos espectrómetros para analizar la firma química del terreno.
“A nivel geofísico todavía falta conocer mucho; desde cómo es el interior lunar hasta su evolución. Y si bien hay datos sísmicos, hay evidencias que sigue habiendo pequeños movimientos. Antes de establecer una base, es crucial poner una red global de sismógrafos. Se detectaron en imágenes pequeñas fallas que podrían ser muy recientes. En cuanto al suelo, hay un tipo de terreno conocido como KREEP (K de potasio, REE de tierras raras, y P de fósforo) que todavía no se entiende su origen y distribución. Es importante estudiarlo para conocer cómo y por qué se formó, y esto podría brindar conocimiento del estado térmico de la Luna en el pasado y en el presente”, describe Spagnolo.
Hace menos de un año, en abril de 2018, a pesar de las sanciones internacionales, Vladímir Putin aseguró que Rusia planeaba enviar un cosmonauta a la Luna para 2030 y confirmó las pruebas en el nuevo transbordador Federatsia, la construcción de un cohete supervisado para vuelos a la Luna y la edificación de un nuevo cosmódromo de 700 km cuadrados en Amur, cerca de la frontera con China. No era una iniciativa nueva, ya en 2015 se anunció que Rusia retomaba la carrera espacial.
Hasta el momento, los planes de la agencia Roscosmos comienzan con la sonda Luna 25 (Luna-Glob) en 2020 para el estudio de la superficie de las regiones polares, seguida del orbitador Luna 26 (Luna-Resurs 1) en 2022. Dos años más tarde despegaría la Luna 27 (Luna-Resurs 2), una sonda similar a la Luna 25 que deberá contar con un taladro y otros instrumentos de la agencia espacial europea (ESA). A finales de la década despegaría la sonda de retorno de muestras Luna 28 (Luna-Grunt), aunque el desarrollo de este proyecto no ha sido aprobado todavía.
Desconfianza rusa
Cuando el 20 de julio de 1969, el fallecido astronauta Neil Armstrong se asomaba sonriente por la escotilla del Apolo 11y anunciaba que se trataba de un “pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, daba inicio a una de las grandes polémicas de todos los tiempos. Mientras una parte de la humanidad creía fervientemente lo que estaba viendo, otra parte descreía que el hombre llegaba a la Luna.
En ese sentido, Dmitry Rogozin, el director general de Roscosmos, la agencia espacial rusa, anunció, no se sabe si en tono de broma, la propuesta de una misión a la Luna que se encargue de verificar si aquel alunizaje del Apolo 11 fue o no real.
“Hemos establecido este objetivo: de volar y verificar si los estadounidenses estuvieron allí o no”, señaló Rogozin, a raíz de una consulta sobre si la NASA llegó a la Luna o no.
Uno de los mitos más extendidos habla sobre un desperfecto en el Apollo 11 que obligó a partir sin tripulación. Mientras la NASA envió a los astronautas a un plató del desierto de Nevada para simular toda la misión espacial. Incluso, sostiene que el propio Stanley Kubrick rodó el falso alunizaje a cambio de unas lentes especiales que necesitaba para el rodaje de Barry Lyndon.
Una de los científicos que dedicó gran parte de su vida a esclarecer las falacias e inexactitudes en que incurren ciertos «científicos» es el astrónomo Phil Plait, del Departamento de Física y Astronomía de la Universidad del Estado en Sonoma, a través de su sitio Bad Astronomy.
Una de las pruebas irrefutables sobre la presencia del hombre es el Retro-Reflector Laser de Rango (LR-3) que fue colocado en la superficie lunar. Su objetivo es reflejar un haz de luz láser disparado desde la Tierra, con el fin de medir con elevada precisión la distancia a la que en un momento determinado se encuentra la Luna. Mediciones similares han sido realizadas por un equipo soviético usando un láser de rubí desde el Observatorio Astrofísico de Crimea.