Su nombre es José Cárdenas y estuvo al frente de la USAID para Latinoamérica durante la Administración de George W. Bush. En el ámbito latinoamericano, es ampliamente conocido por haber participado activamente en el golpe de Estado contra el presidente hondureño Manuel Zelaya, en el año 2009. Es un halcón con todos los accesorios que ha adaptado al contexto latinoamericano.
Un corto repaso por sus actividades como jefe del principal brazo conspirativo del Departamento de Estado, nos habla de un operador profesional en lo que concierne al financiamiento (y posterior instrumentalización) de ONG con fines golpistas.
En su momento, Misión Verdad ofreció los siguientes datos para desenmascarar las supuestas buenas intenciones de Cárdenas: «Financió a través de supuestos programas de desarrollo y con un presupuesto de 39.2 millones de dólares a organizaciones» que configuraron la base de masas para la salida forzada de Zelaya.
No es la primera vez que desde esta tribuna hacemos referencia a José Cárdenas. En julio del año pasado, en un artículo publicado en la famosa revista Foreign Policy, llamó abiertamente a un levantamiento militar basándose en su propia experiencia del golpe en Honduras.
En sus propias palabras, el diálogo como mecanismo de resolución del contencioso venezolano no ofrecería ninguna ventaja para los objetivos estratégicos de los Estados Unidos en Venezuela. Por ende, propuso a la FANB como «la única institución capaz de instigar una verdadera transición política en Venezuela».
Para Cárdenas, un golpe a la Zelaya sería la opción más rentable para devolver el poder del Estado venezolano a la oposición, al esquivar los costos lógicos a nivel económico y mediático que traerían consigo una intervención militar convencional.
A modo de contexto: cuando Cárdenas publicó su artículo en 2018, el establecimiento de política exterior estadounidense azuzaba con fuerza la carta del golpe interno como respuesta inmediata al descalabro electoral del antichavismo en las pasadas elecciones presidenciales del 20 de mayo, en la cual Nicolás Maduro ganó su reelección de manera avasallante.
Para esa fecha, tanto el senador Marco Rubio como el ex encargado de negocios Todd Robinson, hacían llamados abiertos a un alzamiento militar para interrumpir la elección presidencial y cristalizar un gobierno de facto nacido de la fuerza.
Debido a este acto de injerencia, Todd Robinson fue expulsado de Venezuela, pero la línea del golpe militar interno por parte del establecimiento de política exterior continuaría su desarrollo hasta convertirse en una de las opciones estratégicas del impulso de cambio de régimen con Juan Guaidó a la cabeza.
Una demostración de ello fueron las operaciones del 23 de febrero y del 30 de abril del año en curso, las cuales apuntaron a la fractura de la FANB para desplazar al chavismo del poder.
Un año después, José Cárdenas ha vuelto a escribir contra Venezuela en la misma Foreign Policy. Esta vez su idea del alzamiento militar ha quedado en segundo plano para abrir paso a un planteamiento de un acoso integral contra el país.
La principal preocupación de Cárdenas es que Trump pierda su atención e interés en Venezuela debido al agravamiento de las tensiones con Irán, lo cual ha traído como consecuencia un reacomodo de las prioridades de la política exterior de la Casa Blanca.
Por ende, Cárdenas propone «desvelar más acusaciones sobre funcionarios venezolanos» apoyándose en el Departamento de Justicia.
“El aumento constante del número de acusaciones contra funcionarios venezolanos aumentaría considerablemente los intereses de quienes rodean a Maduro, que podrían estar considerando una rampa de salida», tendría como resultado, según Cárdenas, la «fractura del régimen que Estados Unidos y sus aliados regionales anticipan».
La contradicción de la premisa de Cárdenas no sólo yace en lo repetitivo de esta carta de presión institucional, sino en su propia lógica: las acusaciones deben realizarse de forma unilateral y no como consecuencia de algún delito o violación a la ley estadounidense. Es decir, Cárdenas plantea acusar judicialmente a funcionarios simplemente por mantener una postura contraria al golpe de Estado planteada por él.
En otro apartado, propone que los Estados Unidos refuerce «la aplicación de la ley, incluidos más esfuerzos de interdicción por parte de la Guardia Costera de los Estados Unidos y más recursos para que la DEA interrumpa las redes de tráfico de drogas que atraviesan Venezuela».
Cárdenas, acorde a su patrón de discurso, no ofrece pruebas sobre «las redes de tráfico» que comenta, e incluso causa sospecha que Colombia, el origen del problema del narcotráfico en la región, no implica para él mayor preocupación.
De forma abierta, también propone que se desarrollen operaciones de propaganda para socavar la capacidad de tomas de decisión del chavismo.
«Las MISO (Military Information Support Operations) son operaciones planificadas que emplean propaganda, desinformación o información errónea para confundir, desviar la atención y, de otro modo, interrumpir y presionar la toma de decisiones de los adversarios».
Complementa Cárdenas afirmando que «son un medio no violento para configurar los resultados políticos en situaciones inciertas. En lugar de usar la fuerza para obligar, la estrategia se basa en manipular la lógica, el miedo u otros factores mentales para lograr objetivos estratégicos».
Al unísono de esta declaración de guerra abierta en términos no convencionales, Cárdenas propone la autorización de «acciones encubiertas» a una escala militar e informativa que fracturen «la cohesión del régimen, hacer hincapié en su incapacidad de mantener el control y convencer a las mentes dentro del Ejército de que el status quoya no es sostenible».
Cárdenas culmina con un mensaje directo al jefe de la Casa Blanca: «Trump debería solicitar que todos los departamentos y agencias del poder ejecutivo acudan a la mesa con estrategias para socavar el régimen de Maduro mediante el uso de la ley, las operaciones de información y otros medios encubiertos».
A modo de conclusión, el artículo de Cárdenas expresa cómo los medios de prestigio en el mundo diplomático occidental normalizan la narrativa de la guerra contra Venezuela, a tal punto de servir de portavoces que legitiman los planes de agresión contra un país soberano.
De la figura de Cárdenas no hay mucho que comentar, salvo que es un halcón de segundo orden que busca un retorno glorioso aprovechando la apertura de Trump. Los nombramientos de John Bolton como asesor de seguridad nacional y del reputado criminal Elliott Abrams como enviado especial a Venezuela, le hace creer a Cárdenas que algún cubículo en la burocracia del Departamento de Estado espera por él.
Y son posturas tan dementes como las de Cárdenas, las que suelen ser las más escuchadas.