Osvaldo Rodríguez Martínez
La historia de Panamá está en discusión por estos días de festejos en ocasión del mes de la Patria y en el que se conmemora la separación de Colombia, entre otras fechas relevantes.
Sobre este hecho, el intelectual panameño Julio Yao retó a la oligarquía dominante, cuando en 2009 lo designaron orador en uno de los actos oficiales y frente al entonces presidente Ricardo Martinelli (2009-2014) y parte de su séquito, hizo un crítico análisis de lo ocurrido durante la secesión de la Gran Colombia.
“Volver sobre nuestras huellas es explorar por qué se ha dicho que en los actos separatistas de 1903 no hubo mártires. La historia oficial dice que murió un chino y un burro”, dijo Yao ante el asombrado auditorio, que empezó a rumorar e interrumpir al disertante con comentarios en voz alta.
Con la parsimonia heredada de sus ancestros chinos llamó a la calma y explicó que una simple búsqueda en la prensa de la época demostró que fueron dos los asiáticos fallecidos, uno de ellos por una granada, los cuales deben considerarse mártires; pero la referencia al burro, que no aparece en las crónicas, opinó que fue una maniobra racista de las élites.
“Los soldados de la independencia, ante cuyo mausoleo hoy nos convocamos, combatieron en la Guerra de los Mil Días y expusieron sus vidas ante el Batallón Tiradores que se aprestaba a aplastar el intento separatista”, expresó entonces el orador.
Y a renglón seguido recordó cómo esos “soldados de la independencia” fueron disueltos un año después por orden de Estados Unidos, que consideró innecesario un ejército porque bastaba el estadounidense, mientras amenazaban con una invasión si se oponían.
En la continuidad de una revisión a la historiografía difundida hasta aquel 2009, Yao defendió el podio del intento de escamoteo de las autoridades presentes y continuó su andanada al recordar cómo tratados nefastos y sus interpretaciones entreguistas permitieron la acción de los militares de la Zona del Canal, aún después de devuelta a Panamá.
La estocada fue directa al mandatario presente y a quien en el momento era su canciller y vicepresidente, Juan Carlos Varela (presidente en 2014-2019), cuando Yao les espetó que la nación no tuvo la capacidad para formular una política exterior independiente y al referirse a múltiples tratados y acuerdos con Estados Unidos, afirmó:
“Los citados arreglos intentan cubrir las maniobras Panamax que desde 2003 llevan a cabo países latinoamericanos y miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en Panamá y en la región, con el pretendido propósito de atender la protección y defensa del canal y de Panamá”.
Una lectura diferente a la historia ‘oficial’ yace entre intelectuales, la mayoría de los cuales no forman parte de las élites dominantes del Istmo, y justo cuando se acercaban las fechas patrias, algunos de ellos se reunieron y hablaron de “próceres heroicos versus hombres sin escrúpulos que vendieron su país al mejor postor”.
Así sintetizó el diario La Estrella de Panamá los resultados del panel La leyenda negra de Panamá, donde los ponentes demostraron que no existe consenso sobre la forma en que rompieron con Colombia, con apenas una escaramuza militar sin relevancia.
La antropóloga e historiadora Ana Elena Porras, explicó que las leyendas forman parte de la historiografía y suelen ser menos formales y más ideológicas, mientras que la historia única, esa que llega a nosotros de forma oficial, siempre fue herramienta de los grupos de poder.
En cambio, según Porras, ‘la leyenda negra establece que Panamá nace como una república ficticia, fabricada por Estados Unidos, llamada de forma despectiva una banana republic (república bananera), corrupta y sin identidad nacional y con próceres oportunistas, que vendieron al país a los estadounidenses’.
A manera de conclusión, sentenció que, para evitar los sesgos de las leyendas, la historia hay que escribirla ‘con honestidad intelectual, rigor metodológico, sustento documental y sin manipulaciones’.
Sin embargo, la separación de la Gran Colombia, que esta nación celebra oficialmente como su “independencia”, ocurrió en medio de ciertos manejos calificados de turbios por algunos historiadores, porque dejaron la soberanía panameña en manos de Estados Unidos el cual, como premeditado botín, colonizó la franja donde hizo el canal interoceánico.