Luis Beatón*
El solo hecho de Groenlandia ser depositaria del 10 por ciento del agua del mundo, lleva a muchos a pensar que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no está tan loco como parece al lanzar una propuesta de compra de esa isla en el Ártico.
Si a la riqueza del “oro azul” se suman otros valiosos recursos naturales y consideraciones geoestratégicas de Washington en su permanente lucha contra China, Rusia y otros países, la propuesta de la Casa Blanca pudiera ser entendible.
Un análisis que publica Mirko C. Trudeau, experto del Observatorio de Estudios Macroeconómicos (Nueva York), sobre la propuesta de Trump, plantea que una anexión de la gran mole helada frenaría los apetitos de China y Rusia en el Ártico.
Agrega Trudeau que otros analistas consideran que con el cambio climático, se abren nuevos espacios que facilitarían la extracción de numerosos materias primas, como hierro, zinc, rubís, uranio, diamantes y agua dulce (el 10 por ciento de las reservas mundiales). También se especula que podría haber petróleo.
El experto destaca el creciente interés de Washington en las llamadas tierras raras que se usan en las baterías de los coches eléctricos y casi cualquier aparato electrónico con batería, desde el teléfono celular hasta centrales eólicas, pasando por sistemas de defensa militares.
Esto también se inscribe en la guerra comercial que el gobernante mantiene con China, el primer productor mundial de esos minerales “extraños”, ya que la nación asiática procura más del 70 por ciento de esos metales estratégicos y goza de una amplia hegemonía en cuanto a baterías de autos eléctricos.
Una descripción de la gran isla indica que es la segunda más grande del mundo, un territorio danés autónomo de 2,2 millones de kilómetros cuadrados entre los océanos Atlántico Norte y Ártico, y con 2,5 millones de kilómetros cuadrados de zona exclusiva económica, lo que la convierte en un manjar apetecible para el voraz Trump.
Pero, en contra de las ideas del mandamás estadounidense está su propia oferta de 100 millones de dólares a los daneses, quiere pagar poco por mucho.
La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, fue categórica en su respuesta al magnate estadounidense. “Groenlandia no está a la venta. Groenlandia no es danesa. Groenlandia pertenece a Groenlandia”.
La respuesta hirió el amor propio de Trump. Para quien se considera ‘emperador’ del mundo fue una respuesta “desagradable y sarcástica’ y se sintió dolido. ‘No debería tratar así a EEUU”, arguyó el mandatario.
Por otra parte, otros presidentes estadounidenses intentaron expandir a su país hasta la isla, y por ejemplo, en 1946 el presidente Harry Truman ofreció a los daneses 100 millones en oro por Groenlandia, pero Dinamarca rechazó la oferta.
Pese a los desencuentros, Washington y Copenhague son parte de un tratado de defensa desde 1951, lo que aparejado a creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) permitió a Estados Unidos construir una base aérea en Thule, a menos de mil 600 kilómetros del Polo Norte, en la costa noroeste de la isla.
Ese enclave, un puesto avanzado del poderío nuclear del Pentágono, es la única instalación existente al norte del círculo polar ártico y el puerto y base aérea más septentrionales que tiene Washington para caso de que se dispare una disputa armada en el Ártico.
El Pentágono tiene desplegado en Thule el Duodécimo Escuadrón de Alerta Espacial, que se encarga de la vigilancia antimisiles y espacial mediante un enorme sistema de radar, según explica la página web especializada Defensenews.
El columnista de Bloomberg, Leonid Bershidsky, plantea que este avance ‘haría más difícil a Rusia sellar su control de la Ruta del Mar del Norte y aliarse con China para monopolizarla’.
Esta ruta es la vía marítima más transitada del Ártico y corre por aguas territoriales rusas, desde el mar de Barents, cerca de la frontera con Noruega, hasta el estrecho de Bering, entre Siberia y Alaska.
El apetito de Trump se justifica, además, porque en la región ártica, estimados consideran está el 13 por ciento de las reservas petroleras mundiales aun no exploradas.
También los groenlandeses son dueños de grandes reservas de ‘tierras raras’, entre otras neodimio, praseodimio, disprosio y terbio, entre otros que incluyen uranio y derivados del zinc, casi todas materias primas esenciales para la producción de tecnologías de la comunicación y energía, como turbinas eólicas, vehículos eléctricos o celulares.
Sin duda, Trump sabe de negocios esquilmadores y también tiene en cuenta la creciente importancia estratégica de esta remota isla y de la región, aunque sus sueños árticos tendrán que esperar a que los países se vean obligados a vender su soberanía.
*Coordinador de la Redacción Norteamérica de Prensa Latina.