Jorge Luna | Prensa Latina
La Revolución de Granada (1979-83), de gran impacto en el Caribe y Centroamérica, fue sometida, desde sus inicios, a enormes presiones económicas y campañas mediáticas, antes de ser invadida militarmente por fuerzas de Estados Unidos.
Al recordar este 13 de marzo el alzamiento popular encabezado por Maurice Bishop, que provocó la fuga a Estados Unidos del dictador Eric Gairy, estudiosos de esos hechos coinciden en que las fuerzas reaccionarias de la región repiten hasta ahora los mismos métodos subversivos empleados contra varios gobiernos populares.
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Fue hace 40 años que el Movimiento de la Nueva Joya inició importantes medidas, poco reconocidas en la actualidad, y en unos tres años mejoró significativamente todos los indicadores socio-económicos de esa isla de 110 mil habitantes.
En su primer mensaje radial, aquel propio 13 de marzo, Bishop insistió en que procuraría más y mejor empleo, alimentación, salud y vivienda para los granadinos, a quienes llamó a unirse en defensa de ese pequeño país miembro de la Comunidad Caribeña (Caricom).
Asimismo, anunció que demandaría la extradición de Gairy, refugiado en Estados Unidos, para juzgarlo por asesinato, fraude y por “pisotear los derechos democráticos de nuestro pueblo”.
Pese a la popularidad del gobierno de Bishop y su creciente prestigio internacional, un sector divisionista promovió un golpe de Estado contra el popular líder y, el 19 de octubre de 1983, lo asesinó junto a algunos de sus colaboradores.
Seis días más tarde, y en una operación ensayada anticipadamente en la isla puertorriqueña de Vieques y bautizada Furia Urgente, tropas aerotransportadas estadounidenses invadieron Granada alegando que ese país era una amenaza a su seguridad (fake news).
El portaviones USS Independence, más otros 26 barcos, brindaron apoyo bélico a unas siete mil tropas de desembarco y paracaidistas que ocuparon la isla causando cientos de muertos y heridos.
El empleo abusivo de la fuerza por Washington tuvo repercusión internacional, pero los medios de la época ocultaron sus acciones secretas previas para desestabilizar a la denominada ‘nueva joya del Caribe’.
En el primer mes del proceso revolucionario granadino, la Casa Blanca ponderó la aplicación de un riguroso bloqueo naval a la pequeña isla turística, pero por razones tácticas pospuso la agresiva medida.
Sin embargo, puso en marcha un secreto Plan Pirámide, que consistía, en su ancha base, en una gran campaña de desprestigio en los medios regionales e internacionales.
En sus niveles superiores se aplicarían medidas de desestabilización económica y, en la cumbre de la pirámide, un conjunto de operaciones secretas para eliminar físicamente a los líderes granadinos.
Existen muchas revelaciones documentadas sobre diversos planes de invasión a Granada -especialmente los ensayos en Vieques-, pero el complot más curioso fue el denominado Ámbar y las Ambarinas, que pintaba a Granada y sus islotes adyacentes (Carriacou y Petit Martinique) de color “Ámbar”.
Entre los pretextos del ejercicio, denominado Ocean Venture 81, figuraba la denuncia (fake news) de que Granada exportaba el terrorismo y que, concretamente, había permitido el secuestro de algunos ciudadanos estadounidenses.
La maniobra, según el guion operativo, implicaba la invasión de la isla para rescatar a los presuntos rehenes, derrocando al gobierno e implantando un “régimen amigo”.
Antes, Bishop había denunciado conspiraciones en Estados Unidos para contratar a mercenarios en ataques armados a su gobierno, uno de ellos denominado Mañana, pues así fue bautizada una de las lanchas en que viajarían los atacantes desde islas vecinas.
Ese plan, en el que participaron el depuesto Gairy, el mercenario estadounidense Michael Perdue y representantes del Ku-Klux-Klan, entre otros, quedó frustrado por discrepancias de orden financiero.
Es bueno recordar también que la invasión de 1983 a Granada no fue un caso aislado y, según una reciente recopilación del autor estadounidense John H. Coatsworth, entre 1898 y 1994, Estados Unidos impuso 41 operaciones de cambio de régimen en América Latina (una cada 28 meses).
Para llevar a cabo tales acciones, Washington empleó fuerzas militares y de inteligencia propias en 17 casos y, en las restantes 24, usó la vía indirecta. Después de 1994, hubo tantas operaciones de desestabilización -incluidas varias similares a las empleadas contra Granada- que todavía no están del todo contabilizadas.