El plan parecía limpio y rápido de ejecutarse en el papel, sobre todo con el avance del bloqueo vía sanciones de la Casa Blanca, una suerte de preámbulo turbulento en el sector económico-social de Venezuela que daba pie a un nuevo escenario de desestabilización para provocar, al fin, un cambio de régimen.
La agenda de John Bolton se impuso, sobre todo en las formas, con la amenaza militar y la incorporación de las compañías energéticas estadounidenses en los negocios venezolanos como cartas primarias. Esto se conseguiría con la construcción de un «líder local», cercano al aparato del establishment de Washington, dando forma a un «gobierno en la sombra»: por ello la necesidad de poner a Voluntad Popular (VP) de frente en la lucha contra el gobierno de Nicolás Maduro, incluso con su principal líder, preparado en Harvard, encarcelado.
Para infortunio de la Casa Blanca, el «cese de la usurpación» con Juan Guaidó de protagonista expiró en apenas seis meses, con el reportaje de PanAm Post sobre la trama de corrupción como una estocada sensible a la credibilidad política del diputado perteneciente a VP, y que se lleva consigo a Leopoldo López por complicidad.
Washington y Miami inflaron diplomática y mediáticamente a Guaidó y ellos mismos se encargaron, vía Colombia, de desinflarlo. Una trama de intereses en los Estados Unidos decidió que no proseguía, con la agenda electoral sonando tanto en ese país como en Venezuela.
Golpe interno en la oposición
Lo que sería una agenda de golpe trazada entre varios factores antichavistas, terminó siendo cooptada por el equipo de Juan Guaidó, apoyado fuertemente por el gobierno estadounidense, con el desplazamiento de la dirigencia de Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia (PJ) de las decisiones a tomar en el terreno.
Con la filtración de PanAm Post no sólo descubrimos lo que sabíamos de facto a través de varias denuncias por medios colombianos y por lógica escuálida, sino que también dio cuenta de la profunda división que existe en la dirigencia antichavista por las agendas personales de sus miembros.
El desplazamiento de PJ y VP de los fondos y recursos de la «ayuda humanitaria» para construir una red propia de malversación a beneficio del círculo íntimo de Guaidó y López sólo puede significar un golpe interno a la oposición.
Toda la estafa en torno a la cifra de soldados desertores de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y los medios de manutención tenía la intención de crear un fondo propio a través de los recursos provenientes de Caracas, en donde también se presentó la actitud derrochadora de Rossana Barrera y Kevin Rojas. La «defensa a ultranza» de Guaidó y López a sus «emisarios» sólo puede inferir que ellos también se lucraban de la situación, que la corrupción dada no era un caso aislado.
Tal comportamiento no es una sorpresa para los avisados de quiénes son realmente los dirigentes del antichavismo local e internacional. No en balde, como parte del plan también estaba el secuestro y la repartición de Citgo, filial de PDVSA en los Estados Unidos. Las pruebas son claras en ese sentido.
Sin embargo, tal desplazamiento a beneficio de un pequeño grupo de la oposición es sólo una ventana más de cómo se han repartido los recursos estadounidenses y engañado entre ellos en las últimas dos décadas.
Pompeo y los 40 «presidentes»
Pero no nos engañemos: lo que avalaron Guaidó y López desde sus influyentes posiciones lo hicieron con anterioridad los demás dirigentes que hoy piden un lugar como protagonistas.
Ahí están María Corina Machado y Antonio Ledezma, que son contrarios a los diálogos en Noruega y, por ende, de cualquier construcción política para dirimir las actuales tensiones a lo interno de Venezuela.
Esa situación se refleja en los 40 aspirantes a presidente que refirió el secretario de Estado Mike Pompeo, hablando de la imposibilidad de unirse en un plan sólido para vencer al chavismo.
Cada paso que da la oposición en los últimos tiempos no hace sino desarticularla y fortalecer la posición de Nicolás Maduro. El desinfle de Guaidó también tiene que ver con ese golpe que recibió en simultáneo de todos aquellos que no quieren volver a la rueda política, con decisiones constitucionales de por medio.
Desde este punto de vista, con el paso del tiempo, el antichavismo muestra cada vez más su verdadero rostro. Y con ello, el fracaso como divisa.
Nuevo golpe a la oposición
Avendaño asegura que la inteligencia colombiana le dio la información. De ser cierto, podemos inferir que un sector de ese aparato, tal vez autorizado por el presidente Iván Duque, pretende beneficiar a personalidades más afines con el actual gobierno colombiano.
En ese escenario entra María Corina Machado y la extrema derecha venezolana que impugna a Guaidó por sentarse a negociar con el gobierno y pide la activación de una guerra multidimensional, que de hecho ya está en curso desde hace años.
El desgaste de Guaidó como la figura salvadora del antichavismo ya presenta caducidad en los tiempos presentes. Incluso el mismo Trump, según filtró la muy reaccionaria ABC de España, habría «pasado la página con Venezuela»: el cese de la usurpación más bien se refiere, ahora, al mismo presidente de la Asamblea Nacional, el frontman de turno.
La oleada de filtraciones, de esta manera, sólo confirma que el plan Guaidó está en su fase «autodestructiva», pues quienes lo inflaron son los mismos que en este momento están produciendo su debacle.
¿Qué queda para alguien que pretendía granjearse una buena cantidad de dinero del Fondo Monetario Internacional y el apoyo de la FANB en una situación como ésta? Parece que es el cierre de telón para un personaje «desdichado», como lo describe Daniel McAdams, el director ejecutivo de la Fundación Ron Paul.
El desplazamiento ahora es de un orden mucho mayor, en el que sale Guaidó con su improvisada agenda, y de la que el gobierno colombiano recela según lo expuesto por Avendaño. El golpe a Guaidó fue orquestado en Bogotá. Y más cerca de las simpatías del uribismo, por afinidad ideológica y enfoque mafioso, está la Machado.
Fuente: Misión Verdad