¿La llegada de una nueva era?

A solo horas de concluir este 2022, el mundo vive una inestabilidad política y económica.

Luego de dos años de dura batalla para controlar la pandemia de la COVID-19, en este 2022 el mundo volvió a la llamada nueva normalidad y renacieron algunas esperanzas. Aun lidiamos con los estragos de esa enfermedad que exacerbó las desigualdades y demostró la necesidad de la cooperación internacional; pero, al menos, ya podemos volver a abrazar a nuestros seres más queridos.

Sin embargo, a solo horas de concluir este 2022, el mundo vive una inestabilidad política y económica. Durante este año fuimos testigos del estallido de graves conflictos internacionales, de problemas económicos globales y de una emergencia climática que llama a tomar acciones de forma inmediata.

La combinación de la desaceleración económica, la inflación, la volatilidad financiera, las tensiones políticas y diplomáticas, las crisis migratorias, las guerras, las sanciones, los desastres naturales y las grandes potencias haciendo uso de su fuerza, colmaron los titulares en los medios.

Una serie de acontecimientos, unos más agradables que otros, dejan claro que el ritmo actual al que se mueve la sociedad es insostenible tanto para el medioambiente como para la humanidad. Quedó claro que las grandes potencias pierden terreno, ante economías emergentes que se afianzan en regiones que no admiten ser controladas por Occidente. Pero también que es necesario un nuevo modelo de relación mundial para lidiar con la crisis multisistémica que vivimos.  Repasemos algunos de esos principales acontecimientos para entender con mayor claridad lo que puede depararnos el año próximo.

A LO MEJOR PARA EL AÑO QUE VIENE…

Sin duda el conflicto que atrajo todos los reflectores este año fue la operación militar especial de Rusia en Ucrania, con el objetivo de desnazificar ese territorio. La sucesión de hechos entre Moscú y Kiev mantiene en tensión a todo el mundo; sin embargo, varios expertos coinciden en que abre las puertas para el auge de la multipolaridad en el sistema internacional.

Tras la arremetida de sanciones contra Rusia, para Europa quedó claro que no era tan independiente como pensaba, y que necesitan, más de lo que les gustaría, de los productos rusos. Eso sin contar los desencuentros dentro de la Unión Europea, por aplicar, o no, restricciones contra el gigante eslavo.

Cuando todos pensaron que cejaría por la cantidad de medidas, el Gobierno de Vladímir Putin afianzó y consolidó sus relaciones económicas con otras naciones. Además, los productos y materias primas que terminaban en mercados europeos, ahora acaban en las vitrinas latinoamericanas, africanas y asiáticas.

Quedó demostrado, además, que el euro y el dólar no son monedas tan fuertes como pensábamos, y las economías emergentes exigieron el pago de sus productos en rublos o yuanes.

También es necesario tener en cuenta que los estadounidenses ejercen dominio sobre Europa. Y al final son los europeos los que pasarán frío durante el invierno por seguir  los dictados de EE. UU.

Durante este año también se hizo sentir la voz de los movimientos de integración y cooperación, cuyo principio es el respeto mutuo y no la imposición, como es el caso de la Celac, el ALBA-TCP, el Movimientos de Países no Alineados, la Comisión Económica Euroasiática, el G77 + China, el Brics, entre otros.

Para el mundo resulta interesante el  fortalecimiento de la relación de Irán, Rusia y China. Enorme, desde el punto de vista geográfico, con 29 millones de kilómetros cuadrados y una economía, que en conjunto, representa el 22 % del PIB mundial.

El nuevo eje también está dotado, igualmente, de un poderío militar, capaz de contrapesar, en las áreas de disputa, en el campo naval, terrestre y aéreo, a la Organización del Tratado del Atlántico Norte –OTAN– reconocido así por la propia Alianza noratlántica.

Resulta indudable que estas nuevas alianzas concretan las peores pesadillas para EE. UU., sobre la conformación de ejes de cooperación que desafían su primacía y la de sus aliados.

No podemos demeritar el papel de la India en el sistema financiero internacional, cuyo ingente crecimiento en los últimos años le permitió ocupar el quinto lugar, desplazando al Reino Unido.

Las economías nacientes serán también vitales en la producción de crudo para el año próximo. La Organización de Países Exportadores de Petróleo informó que su previsión de demanda para 2023 será de 29,2 millones de barriles diarios, y los países emergentes aportarán la mayor parte a este crecimiento.

Además, se hace evidente que EE. UU. tiene que ocuparse de su propia supervivencia. Aunque, ante un gigante que va perdiendo poder, es necesario estar atentos, porque harán cualquier cosa por recuperar su hegemonía, y no lo harán de forma pacífica.

La unión y la compenetración de las economías emergentes resulta una noticia positiva y alentadora en el camino de terminar con la unipolaridad y presentar al mundo un panorama de opciones distintas a lo monocromático que se ha intentado imponer.

Es hora de dar un vuelco, con una estructura multipolar del sistema internacional que permita a cada uno velar y defender sus intereses nacionales, y no someterse a nadie. Esperemos que para el año que viene se vuelva más concreta esa nueva era.

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