La posverdad permite a los emisores de una idea, a los medios de comunicación, entre otros, moldear una opinión en bases a sus propias creencias y deseos, divorciando a la misma de una verdad irrefutable.
La llamada posverdad podría definirse como una mentira, verdad a medias, chisme, patraña y calumnia, agigantada por la mayor fuerza propulsora que se ha conocido, y una de las más fuertes armas comunicacionales del siglo XXI, las redes sociales. Ésta permite expresar el arraigo de creencias y convicciones, basadas en la emoción, que no son refutadas por la evidencia y los hechos objetivos.
Estas teorías o ideas o “verdades”, combinadas con las redes sociales (Twitter, Facebook, Instagram, Whatsapp, entre otras, se convierten en un veneno que se expande peligrosamente en todo el mundo en cuestión de segundos.
En Venezuela, el periodismo se ha convertido en un laboratorio de posverdades, cada medio de comunicación, según sea su línea editorial y creencia, informa lo que considera “correcto y beneficioso”, dejando de lado las realidades que son el corazón de la existencia de estos medios.
La posverdad aplicada a una idea, hace que lo cierto y lo incierto resulten indistinguibles, ya que envuelve todo en una misma masa, que busca ceñir al público meta para evadir responsabilidades de la verdadera realidad.
El analista internacional, José Steinsleger, indica que los estragos mediáticos de la posverdad empezaron en América cuando las oligarquías ilustradas distorsionaron y silenciaron las causas del genocidio de Paraguay (1864-70). O cuando España instaló en Cuba los primeros campos de concentración (1895-98), modelo de exterminio que los nazis perfeccionaron con resultados conocidos.
Señala que durante años, y pensada como instrumento de manipulación, «la posverdad fue puesta al servicio de la mentira: rumores falsos que se convierten en temas de noticias importantes, analistas y expertos que manejan percepciones y creencias a través de técnicas que estratégicamente difunden rumores y calumnias (microtargeting), ranking de motores de búsqueda basados en lo que un algoritmo piensa que los usuarios de un medio quieren».
Steinsleger calificó al pueblo venezolano como un ejemplo de coraje y dignidad, frente a una comunicación que se ha tornado más como un eco factual, que el reflejo de una realidad inobjetable.
La posverdad ha sumido a los medios de comunicación de Venezuela y a sus periodistas, en una estructura que se dedica a moldear la opinión pública, definiendo los límites de la realidad, pese a que la comunicación social es un instrumento poderoso que debería estar al servicio de la sociedad, se ha tornado en un factor clave al servicio de unos pocos.
Durante el proceso revolucionario de Venezuela, el país latino ha sido víctima de ataques sin precedentes en el ámbito económico y político, para lo cual los medios de comunicación han sido instrumentalizados.
Esta guerra de posverdades, liderada por Estados Unidos contra Venezuela, busca un cambio de Gobierno el cual es impulsado a través de una campaña mediática.
Expertos instan a los medios, periodistas y manejadores de redes sociales a transmitir por medio de éstas verdades que favorezcan a la población y que fortalezcan las instituciones políticas de los países del mundo, creando un cerco a la creciente posverdad en el mundo.