La República Popular China en 75: Algunas claves de su éxito

 

María Fe Celi Reyna | RT

El 1 de octubre de 1949, Mao Zedong, desde lo alto de la Puerta de la Paz Celestial (Tiananmén) declaró fundada la República Popular China (RPC). Sus palabras marcaron el fin de los ‘cien años de humillación’, el periodo más trágico de la historia de la civilización china.

Al mismo tiempo, también marcaron el inicio de la etapa más próspera de sus cinco mil años de historia. No es por gusto que cuando los chinos hablan de la fundación de la RPC utilizan la palabra jiefang que significa liberación.

Tampoco es por gusto que desde Occidente hagan tantos esfuerzos por calumniar a este país y que, al final, en medio de tanta desinformación, sea difícil entender cómo se vive en este país ni cómo se desarrolló tan rápido. Por sus 75 años, vale la pena detenerse un momento para conocer un poco de la experiencia de desarrollo social más exitosa de toda la historia.

Las tres etapas

Si bien la RPC ha tenido cinco generaciones de liderazgos, se puede dividir su historia en tres etapas: la construcción del sistema, la reforma y apertura y el socialismo en la nueva era.

La primera corresponde a la etapa de Mao. En 1949, la RPC era el decimoprimer país más pobre del mundo. La esperanza de vida era de alrededor de 35 años. El 80 % de la población no podía ni leer ni escribir, sólo el 20 % de la población en edad escolar estaba en una escuela primaria y el 0,26 % iba a la universidad. Mientras que, a las mujeres, todavía les vendaban los pies.

A esto hay que sumarle que el país estaba destrozado por la guerra, no había infraestructura básica. A nivel internacional, durante los primeros años tuvieron apoyo de la Unión Soviética, pero luego de la división sino-soviética, China se quedó aislada, dependiendo de sí misma.

Para 1976, las mujeres se habían liberado, la esperanza de vida había subido a 66 años. La tasa de analfabetismo se había reducido a la mitad. Se invirtió en infraestructura y desarrollo industrial. A nivel internacional, China estaba de vuelta en la ONU. Además, había desarrollado armas nucleares que le daban capacidad de negociación frente a otras potencias.

La segunda etapa es la de reforma y apertura. Tal vez de la que más se habla, pero menos se entiende. Deng Xiaoping asumió el liderazgo de un país con mejores estándares sociales, pero aún muy pobre. Había una demanda por mejorar las condiciones materiales.

Deng entendió que China estaba en la etapa primaria al socialismo y que el proceso al socialismo debía ser paulatino. La primera etapa necesitaba generación de riqueza. Para esto, se flexibilizaron ciertas áreas de la economía.

Muchos se quedan en este punto, pero omiten lo más importante: qué se flexibilizaba y qué no estaba totalmente supeditado a la planificación centralizada de la economía. Es decir, el mercado fue utilizado como una herramienta y nunca fue libre.

También, la propiedad urbana permaneció en manos del Estado, así como las empresas de sectores estratégicos, incluidos los bancos. Al mismo tiempo, se invirtió en infraestructura para apoyar el desarrollo de las llamadas Zonas Económicas Especiales, donde primero se implementaron las nuevas recetas económicas. La más conocida es la ciudad de Shenzhen.

Cuando los empresarios occidentales corrieron para llevar sus empresas a China para poder gastar menos en mano de obra, el gobierno chino puso la condición de transferencia de tecnología. No sólo debían enseñar sobre su tecnología actual, sino sobre cómo hacen ciencia e innovan. La mano de obra barata y el enorme mercado chino eran demasiado jugosos como para perdérselo y aceptaron. Hoy, omiten esa parte de la historia.

Además de aprovechar la apertura para aprender de quienes llegaban, se fomentó que jóvenes fueran al extranjero a educarse. Durante el liderazgo de Deng también se combatió el anti-intelectualismo del tiempo de la Revolución Cultural. Volvieron a implementar el tradicional examen de acceso a la universidad y, en 1986, se extendió la educación obligatoria de 6 a 9 años.

Los resultados de la reforma y apertura se hicieron más evidentes en la década de los 90. Para ese entonces, ya estaba Jiang Zemin a cargo del país. Él profundizó el proceso cuya consolidación se dio con el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio.

El desarrollo económico también trajo problemas serios que pusieron en jaque el sistema: la corrupción, la crisis ambiental y la desigualdad. Se puede decir que el periodo de Hu Jintao (2003-2013) fue una transición entre la segunda etapa y la tercera, la del socialismo en la nueva era.

Con el concepto de «desarrollo científico», Hu vuelve a poner a la persona y la justicia social en el centro de la política del Estado, un requerimiento indispensable para alcanzar la modernización socialista. Durante su decenio, la educación primaria pública se vuelve completamente gratuita para todos los estudiantes de China y se alcanzó la universalización educativa de la enorme población.

Hu además advierte sobre la crisis de la corrupción y los riesgos de estar desligados de la población. Cuando Xi Jinping asumió el cargo, volvió a conectar con la población que en ese momento tenía dos demandas principales: acabar con la corrupción y la crisis ambiental. Desde el 2013, China es un país que se ha estado limpiando de ambos males y sigue en el proceso.

Además, bajo el liderazgo de Xi, se alcanzó el primer objetivo centenario: el de ser una sociedad modestamente acomodada. En simple, significa vivir en una sociedad cuyas necesidades básicas están cubiertas. El resultado fue el fin de la pobreza extrema y la construcción de un sistema básico de protección social para la gigantesca población china.

Con el primer objetivo alcanzado, se inicia el proceso para consolidar el segundo: el de convertirse en una sociedad socialista moderna. Para ello, deben corregir el problema de la desigualdad que ha sido catalogada como la mayor contradicción de estos tiempos.

Deng dijo que unos se harían ricos antes que otros, pero que luego deberían ayudar a los que se quedaron atrás. Pues ahora, es el momento. La aplicación de la política de «prosperidad común» será uno de los mayores retos en los siguientes 25 años.

Las claves del éxito

Contrariamente a lo que se suele decir, el motivo del crecimiento espectacular de China no fue por sus reformas económicas sino por su sistema político y sus políticas sociales.

Se puede decir que la primera clave del éxito fue la estabilidad política. Cada generación política construyó sobre la anterior, manteniendo lo bueno, corrigiendo lo malo e innovando. La rápida revisión histórica busca mostrar esa continuidad y cambio. Asimismo, el poder político siempre controló al poder económico.

La segunda fue la flexibilidad. Tanto Mao como Deng entendieron el marxismo como una herramienta y no como dogma. Los principios básicos del marxismo funcionan como guía política e ideológica; mientras que las políticas públicas se caracterizan por estar orientadas a resultados, por lo que su aplicación debe adaptarse a las condiciones locales.

La tercera clave de éxito es siempre escuchar a las demandas de la población. El pueblo no es una entidad abstracta que se olvida. La carrera de los funcionarios depende de cómo mejoran la vida de la población. Al final, son las personas de a pie las que orientan la vida política del país.

Por supuesto, el proceso no ha sido lineal ni ha estado exento de problemas, pero al final de cuentas el balance es positivo: en China ya no hay pobreza extrema, se vive en un lugar seguro y cada generación vive en mejores condiciones que la anterior.

Mientras el Partido Comunista de China (PCCh) siga mostrando resultados, se quedarán en el poder. Por ello, desde Occidente quieren frenar el desarrollo de China. No vaya a ser que más personas se enteren de que un partido comunista puede ser exitoso y construir un sistema distinto orientado a la mejora de la mayoría de la población. El riesgo es que a sus ciudadanos se les ocurra empezar a demandar cambios radicales a sus cada vez más alicaídas condiciones de vida.