Manuel Zelaya y Lois Pérez Leira*
* “Sus esfuerzos en Nicaragua se dirigen a levantar el perfil político de la oposición, y su misión es evitar una nueva victoria popular del sandinismo. Con este propósito inducen la agenda mediática, que por su naturaleza genuflexa les permite pasar de grandes defensores de los procesos electorales hoy, a abanderados de la suspensión de una elección si el resultado de la misma no favorece sus intereses”.
A partir de la década de los ochenta, con el advenimiento del modelo de explotación neoliberal, comenzaron a aparecer organizaciones que en teoría debían llenar un vacío que se producía naturalmente entre lo público y lo privado. Esas organizaciones no gubernamentales, que al principio aparecían como imparciales, se fueron convirtiendo en esencia en agentes políticos autoproclamados como la sociedad civil, legitimando el impetuoso ascenso de la globalización y del mercado.
Con la llegada de gobiernos de corte progresista, vía elecciones en América Latina, caso Nicaragua con un triunfo electoral de más del 70 por ciento de Daniel Ortega con la revolución sandinista, esas mismas organizaciones dirigieron su actividad al control estratégico y político de la sociedad, a, lo que, eufemísticamente, en los Estados Unidos llaman “Cambio de Régimen”.
La estructura funcional desde la cima, sea Estados Unidos o Europa, ubica a unas pocas y opulentas fundaciones a alimentar toda la maquinaria de ONG. Las más destacadas suministran más o menos el 80% de todos los fondos que manejan estas organizaciones en todo el mundo. En la mayoría de los casos, las fundaciones matrices no tienen relación directa con los destinatarios que funcionan como operadores locales de los fondos.
Para esa función existe una red constituida por agencias de cooperación internacional como la USAID, NDI, NED, el IRI y otra serie de organismos de gobiernos occidentales que financian acciones de intervención, sobre todo destinadas, presuntamente, a la “reducción de la pobreza”, el fortalecimiento de los “valores democráticos”, la gobernanza, los “derechos humanos”, transparencia, justicia y manejo de las finanzas públicas.
De la red mencionada de ONG, se deslindan cientos de organismos que saturan la vida política de la sociedad, creando una especie de Estado paralelo, impulsado por grandes medios de comunicación y redes, que artificialmente se convierten en protagonistas que intentan socavar los avances de gobiernos progresistas, o evitar el ascenso al poder político de proyectos políticos de izquierda que reivindican la participación de la sociedad y del Estado contra el engaño del mercado.
Esta inmensa red de tentáculos de los poderes facticos se encarga de promover una agenda oculta y específica que define la orientación que se le quiere dar a la opinión pública. En Nicaragua promueven descaradamente las políticas que el hegemón requiere. Así, no es extraño que en Honduras abiertamente en el 2009, apoyaron activamente el golpe de Estado, siempre bajo el discurso anticomunista de defensa de la democracia.
Con grandes cantidades de recursos, estas organizaciones se dedican a decirle al Estado qué es lo que tiene que hacer, hasta convertirse en agentes de deslegitimación de la política, y contra de los movimientos socialistas de liberación, a pesar de que su funcionamiento es, en sentido estricto, de carácter político.
Su otra función, igualmente perversa, está dedicada a desestabilizar todo gobierno popular en Latinoamérica que no acceda a someterse a los dictados o los intereses geoestratégicos de los halcones de Washington. En esta tarea, alimentan redes de supuesto descontento que se dedican a la construcción de imagen negativa de líderes gastando importantes cantidades de recursos en su cometido.
Este sistema bien articulado del Smart Power, desde la primera década del siglo XXI se hicieron especialistas en promover y organizar “revoluciones de colores”, que no son otra cosa que protestas populares controladas, dirigidas a un cambio de régimen para imponer una administración dócil al servicio de los intereses de las trasnacionales.
Significativa es la participación de la Fundación FORD y en forma específica de George Soros, que acumuló experiencia en los países del este europeo tras la caída del bloque soviético, y fue clave en las conocidas “primaveras árabes” que terminaron por fortalecer la existencia de grupos extremistas como el Estado Islámico en todo el oriente medio y el norte de África.
En América Latina, la actividad de estas organizaciones se produce desde México, donde adversan al gobierno de la cuarta transformación, hasta la Argentina, dónde son parte del minucioso trabajo de descredito contra la administración peronista. Su ataque central de los últimos tiempos ha ido dirigido hacia los países del ALBA, fundamentalmente Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba.
En estos países han llegado a organizar levantamientos violentos que han costado la vida de muchas personas inocentes. El caso de Cuba es especial, pues las condiciones existentes del bloqueo no les permiten el flujo de recursos que sí utilizan en los otros países mencionados. Por otra parte, Venezuela y Bolivia han ido eliminando el funcionamiento de estás ONG en sus territorios, que usualmente usan la fachada de organizaciones de carácter humanitario.
En Nicaragua, actualmente, agredida, se vive una situación similar a la previa los violentos disturbios que organizaron para el 2018, dirigidos por la oposición política que sin ninguna capacidad orgánica sirvió de entrada a muchos recursos externos destinados a crear la sensación de la inminente caída del gobierno democrático. Esta vez, el nuevo plan cóndor electoral de los EEUU ha sido anticipado, especialmente por la cantidad de recursos destinados a boicotear el proceso electoral de Nicaragua de noviembre próximo.
Sus esfuerzos en Nicaragua se dirigen a levantar el perfil político de la oposición, y su misión es evitar una nueva victoria popular del sandinismo. Con este propósito inducen la agenda mediática, que por su naturaleza genuflexa les permite pasar de grandes defensores de los procesos electorales hoy a abanderados de la suspensión de una elección si el resultado de la misma no favorece sus intereses.
La Internacional Anti imperialista de los Pueblos repulsa la evidente agresión conservadora gestada desde Washington contra el pueblo de Nicaragua, y se solidariza con la Revolución Sandinista, conducida por el Comandante Daniel Ortega.
*Internacional Antiimperialista de los Pueblos.