Raúl Antonio Capote | [email protected]
El poeta nicaragüense, comandante Tomás Borge, escribía en agosto de 1977, en la cárcel de Tipitapa, a propósito del discurso de un diputado somocista: «Sin dudas, no nacimos de la misma madre, ni somos hijos de la misma patria».
Quien desee conocer la historia de esa hermana nación puede, además de en los libros de Historia, buscar la verdad en el canto de sus «poetas famosos», como les llamó Borge a los bardos que, junto a su pueblo, empuñaron las almas y los fusiles para librarse del dominio extranjero ejercido a través de marionetas y cómplices.
Se puede, desde sus versos, caminar por los senderos de montaña, sentir el latido de los volcanes, navegar en «canoa entre peces esquivos», pelear y caer junto a los niños y niñas de brazalete rojo y negro, entonar sus cantos y ascender hasta el corazón de «la muchacha que rasga la superficie del sol».
Los libros de Historia narran cómo, en 1854, la marina de EE. UU. bombardeó y destruyó el puerto nicaragüense de San Juan del Norte, y un año más tarde, el corsario William Walker, operario de los banqueros Morgan y Garrison, se proclamaba, manu militari, presidente del país.
Conocerá que, en 1912, los marines yanquis ocuparon Managua, Granada y León, para evitar el derrocamiento de su presidente aliado, Adolfo Díaz; y el 24 de diciembre de 1926, apoyados por 16 buques de guerra, 5,000 infantes de marina invadieron otra vez para «proteger sus intereses en la zona».
En los versos está también Augusto César Sandino, «el General de hombres libres», al que creyeron asesinar en 1934, pero que se encumbró junto a Bolívar en los montes de América.
La historia de Nicaragua está atravesada por agresiones, abusos y crímenes que solo cesaron con la caída de la dictadura de Somoza y el triunfo de la Revolución Sandinista, en 1979.
Sin embargo, los imperios no perdonan la insumisión, y otra vez empujó a la guerra, con Reagan en el trono. La muerte desgarró la garganta de los pájaros y terció de gris los montes y los ríos.
Luego, la intervención ha estado muchas veces «sobre la mesa» de varios presidentes, políticos y funcionarios yanquis. Durante el gobierno de Donald Trump, Rex Tillerson, Mike Pompeo y John Bolton desempolvaron pliegos y amenazas.
Hoy los herederos de Adolfo Díaz y los Somoza claman por la «ayuda» de las armas extranjeras. Ellos y los nicaragüenses, sin duda, no nacieron de la misma madre ni pueden ser hijos de la misma patria.
Con sus «muertos alegres que se niegan a morir… con sus poetas famosos… la tierra de Sandino ordena la reencarnación de la utopía y sigue tras las huellas del caballo negro con las crines rojas galopando en las viejas cañadas, por los nuevos caminos».
Fragmentos de Poesía Clandestina Reunida, de Tomás Borge.