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* Libro del periodista Jesús Esquivel, denuncia que el negocio de las drogas es manejado principalmente por hombres blancos de ese país. Advierte sobre la franqueza de un exfuncionario que evidencia que EE.UU. siempre ha evitado asumir su responsabilidad en el narcotráfico, para culpar a los países latinoamericanos con discursos racistas, clasistas y arrogantes.
El narcotráfico en EE.UU. es operado y controlado en su mayoría por hombres blancos nacidos en ese país y no por los cárteles mexicanos, como suele denunciar el presidente Donald Trump y creer gran parte de la sociedad estadounidense.
Así lo afirma el periodista Jesús Esquivel en su más reciente libro titulado: ‘Los cárteles gringos: la crisis del fentanilo en Estados Unidos y el fracaso de la DEA para combatirla’, en el que desarma las falacias que suele propalar el Gobierno de ese país en torno al lucrativo mercado de las drogas del que EE.UU. siempre ha sido su principal cliente, ya que es el país que consume más sustancias ilegales a nivel mundial.
De acuerdo con un adelanto del libro publicado esta semana por la revista mexicana Proceso, de la que Esquivel es su corresponsal en EE.UU., un exagente especial llamado John Callery reconoció que «alrededor del 95 %» de los narcotraficantes en EE.UU. son ciudadanos de este país.
«Es el tipo que maneja las drogas cuando cruzan la frontera y el que las vende en California. La proporción de narcotraficantes que operan en nuestra frontera sur puede ser 70% estadounidenses y 30% mexicanos, guatemaltecos o de donde quieras. Pero una vez que los narcóticos cruzan nuestra frontera, la vasta mayoría de quienes los venden son ciudadanos de Estados Unidos», explicó.
Impunidad
La burla más grande, advirtió, «es que los vendedores más importantes de drogas en la historia» de EE.UU. son «los directores ejecutivos de las compañías farmacéuticas. Hombres blancos».
RT ya ha reportado la historia de la crisis de consumo de fentanilo que padece EE.UU., y que ha dejado a cientos de miles de víctimas porque se convirtió en una epidemia generada por los laboratorios de ese país, que facilitaron y promovieron el uso legal de medicamentos para el dolor que eran altamente adictivos, que contravenían la ley, que derivaron en juicios y multas millonarias y crearon una generación de adictos que se trasladaron al mercado ilegal.
En el libro, el exagente especial denuncia que, pese a las pruebas de que las farmacéuticas provocaron la epidemia, ningún empresario fue detenido.
El periodista, en tanto, advierte que la franqueza del exfuncionario evidencia lo que EE.UU. siempre ha querido ocultar para no asumir su responsabilidad en el narcotráfico, y culpar a los países latinoamericanos con discursos racistas, clasistas y arrogantes.