Ayer comentaba la agenda golpista congresal en dos velocidades. Podemos también llamarla «en dos planos». Por un lado, el plano evidente: tres vacancias en un año y medio, acusaciones ridículas como traición a la patria, censuras sostenidas, pero no a los malos elementos del Gobierno (¡que los hay muchos!) sino a cualquiera con la finalidad de desestabilizar al Ejecutivo, constitución de la Comisión de Investigación de un fraude que nunca existió, etc. Digamos que esta es la versión MATAR O MORIR del Congreso.
Pero está el otro plano. Un plano aún más perverso porque quiere el mismo objetivo (sacar a Castillo), pero no se acaba en Castillo. Lo trasciende. Y ahí tenemos el Frankenstein constitucional que nos están dejando pues el Congreso YA ES una Asamblea Constituyente de facto que intenta cambiar artículos sin contar con nuestra voz ni haber sido elegidos para ello. Ahí tenemos también su afán por recortarnos derechos al limitar inconstitucionalmente nuestro derecho a opinar en un referéndum. Ahí tenemos también la forma de coludirse con elementos del sistema judicial y buscar cambios constitucionales con el amparo de una fiscal nada proba ni limpia como es Patricia Benavides. Y ahora, ojo con esto, han vuelto a dar otro paso gravísimo en este segundo plano de la agenda golpista al instalar de facto una dictadura parlamentaria.
El pasado jueves, la Comisión de Constitución (esa que debería cambiar de nombre porque le falta el respeto a esa Constitución a diario) aprobó un dictamen para que se pueda suspender hasta 36 meses a un presidente de la República en funciones SÓLO con 66 votos. Con mayoría simple. Esto no solo es inconstitucional (algo que a estas alturas ya es norma), sino que le abre la puerta al Congreso a poder suspender a CUALQUIER presidente con esa mayoría simple. No sólo se acaba aquí el equilibrio de poderes, sino de facto se atenta contra la voluntad popular. ¿Por qué 66 congresistas tienen más legitimidad que el 51% de peruanos en una elección? Y, peor aún, este Congreso del 10%, ¿Qué legitimidad tiene para hacer esto?
Lo que resulta terrible, no sólo es que de facto se está instalando una dictadura parlamentaria en nuestra cara, sino que mientras esto ocurre el silencio cómplice de ciertos poderes les permite hacerlo con tranquilidad. Estos poderes que comparten la agenda golpista congresal son incapaces de entender que no se está poniendo la diana sobre la cabeza de Castillo, sino sobre la de cualquier presidente que pueda venir mañana o pasado mañana. De aprobarse este dictamen, el Congreso (cualquier Congreso que tengamos) tendrá la facultad de acorralar a un o una presidenta desde el día uno y obligarlo u obligarla a cumplir con sus deseos congresales, con un proyecto político, ideológico o de país que ellos impongan y no necesariamente el que ganó realmente en las urnas.
Alguien podría pensar que el hecho de que este dictamen se apruebe no es tan preocupante porque todavía debe ser debatido y aprobado en pleno. Claro, este es el primer paso. Resulta irónico que las mismas personas que dicen que no es tan grave porque no ha llegado al pleno aún, son las que luego dicen que sí es grave que el Gobierno diga que le han negado la confianza. ¿No que una acción no es grave hasta que se consuma? Pónganse de acuerdo.
Por otro lado, entiendo perfectamente a quienes plantean este duelo en las alturas entre el Ejecutivo y el Legislativo como una condena que ya va durando demasiado tiempo. Tienen toda la razón. Este duelo irresponsable, cruel e indiferente con las demandas reales de las mayorías del país, tiene consecuencias directas en un Perú que necesita que se gobierne, que se cumpla con lo prometido, que se piense en las mayorías y menos en quedarse sólo por quedarse. Por eso, resulta alucinante que, desde los espacios políticos, sociales, culturales, económicos, mediáticos, etc. lo único de lo que se sigue hablando sea de ese duelo en las alturas. Leemos, oímos y vemos el debate sobre la vacancia, la cuestión de confianza, el adelanto electoral, la suspensión, etc. todos los días y todas las horas. De la agenda y las demandas de la gente, de las movilizaciones específicas que las hay, de los pedidos de comunidades diversas, nada. Cero. Silencio.
Esa irresponsabilidad desde las esferas del poder permite sostener ese duelo en las alturas. Y, lo que resulta peor, es que lo sostiene desde una equidistancia de terror. Por supuesto que el Gobierno responde al quiebre de equilibrios que ha hecho el Congreso. Por supuesto que el Gobierno tiene una estrategia que sostiene la tensión con el Poder Legislativo. Pero lo que no te dicen es que esto no lo hace porque es exactamente igual de conflictivo que el Congreso. El Gobierno, para sobrevivir, sabe que debe mantener el empate con el Congreso. Y ese empate solo se mantiene MOVIÉNDOSE. Quien cree que el «empate» es un espacio inamovible como una roca, no está mirando la realidad. El empate es un gerundio. Sostener ese empate supone sostener esa tensión de alturas entre dos poderes. Y esto ocurre porque uno de esos poderes, el Congreso, no deja de moverse NUNCA. ¿Cómo vas a sostener el empate si sólo se mueve un equipo? Es imposible. De ahí que, a cada movimiento de uno, le sigue el del otro. Y por eso no hay equidistancia posible.
Mientras la OEA emitía su informe preliminar, el Congreso de la República se zurraba en él. Y pese a las llamadas a moderarse, a dialogar, a conversar, a dejar las maniobras de lado, el Congreso admitió la tercera vacancia a trámite y aprobó el dictamen nefasto del que hablábamos. ¿En serio se puede ser equidistante y silenciar lo que está haciendo el Congreso? Cuidado, porque, repito, no está el Congreso legislando y moviéndose contra Castillo, está legislando y moviéndose contra la democracia. Y poniendo en aprietos el futuro de cualquier presidente que venga se llame como se llame.
¿Recuerdan que desde el poder mediático y político nos repitieron que Pedro Castillo instalaría una dictadura comunista toda la segunda vuelta y parte también de este periodo de gobierno? Parece que no les importaba tanto acabar con la democracia, sino que les importaba que lo hiciera otro. Lo que están instalando es ya una dictadura. Una dictadura parlamentaria que se abre paso por un Congreso de 10% de aprobación, pero también por el silencio cómplice de los poderes que de estos cambios estructurales te hablan muy poquito porque lo importante es seguir llenando las horas radiales, televisivas y tinta de periódicos con el duelo en las alturas que nos tiene hartos y hartas.
¿Quién se beneficia con el silencio de estos cambios estructurales que están haciendo desde sus escaños a espaldas del país? Defender la democracia hoy es defenderse de este Congreso. No hay equidistancia posible.