Como no cuentan con líderes emblemáticos para el presente, la derecha se reúne a reciclar ataques contra la humanidad. Próximamente hablarán, en México, en la Conferencia Política de Acción Conservadora, sobre cómo reprimir a los pueblos, imponer reformas laborales y fortalecer sus armas de guerra ideológica.
Como no cuentan con líderes emblemáticos para el presente, la derecha se reúne a reciclar ataques contra la humanidad. Próximamente hablarán, en México, en la Conferencia Política de Acción Conservadora, sobre cómo reprimir a los pueblos, imponer reformas laborales y fortalecer sus armas de guerra ideológica. Hablarán en nombre de la libertad y de la democracia. Reciclarán sus «valores» –o antivalores– porque les preocupan los «populismos» que inquietan al idilio burgués mientras la realidad, cruda y dura, reacomoda todo. Comenzando con la ideología de la clase dominante que se asusta, y se desespera, cuando pierden poder sus elíxires y sus chantajes. Cada día les es menos fácil esconder los muertos y la miseria que el capitalismo fabrica. Y están organizando, lo sabemos, cosas peores. ¿Cómo lo disfrazarán sus mass media?
Se reunirán, con su instinto monopólico a cuestas. Congregarán sus contradicciones mientras el mundo acusa estragos de fracaso civilizatorio. Ellos saben que no hay manera de defender al capitalismo que se encargó de destrozar toda posibilidad de prosperidad para la humanidad entre guerras, debacles económico-políticas, pandemias y devastación de la dignidad humana. Compartirán discursos de ambigüedad salivosa y, entre manotazos de ahogado, tratarán de organizar su idea de democracia de élite, con su «pluralismo de soliloquios», para asegurarle lugar al «discurso único» de endeudar a todos y asegurar la renta de unos cuantos. A cualquier precio.
Se reúnen para organizar su sobrevivencia, en el escenario electoral próximo, y porque saben que ya no son capaces de mangonear a sus anchas, ni siquiera en los campos semánticos de sus intereses. Saben que entró en crisis su «inteligencia» y su misticismo escapista. Por eso se pertrechan con más armamentos legalistas y leguleyos, financian la «guerra judicial» en su laberinto histórico, arman guerras contra los trabajadores, disfrazadas de reformas laborales, reordenan el mapa del saqueo de los recursos naturales, y reorganizan sus fuerzas represoras de cuerpos e ideas… todo eso con alharacas por la «corrupción» y la «inseguridad» mientras promueven todas las baratijas del neo-fascismo. Exhibirán, sin pudor, una moral monopólica que requiere la desaparición de toda competencia. ¿Y nosotros qué hacemos mientras tanto?
Ellos advierten su derrumbe y se disponen a cerrar toda salida hacia una nueva sociedad. Se devanan los sesos para lograr modificaciones en las más rancias manías del control y del reformismo. Se reúnen para consolidar blindajes a su modelo económico, desde las bases de sus estructuras jurídicas y militares… su pérdida de «ideas» y de futuro en la espiral descendente y abismal de su decadencia. También repasarán el instructivo imperial protocolizado por la «derecha madre» que recrudece su cada día más mediocre decisión de refugiarse en el reino de la mediocridad mediática. No es un «juego de palabras», es el relato de una decadencia que, cuanto más se hunde, más farándula se vuelve y más peligrosa puede resultar si nos descuidamos. Su reunión contendrá nichos de obsecuencia y ridículo entre vahos de intransigencia individualista sin importar cómo se llamen. Y, mientras, serán aplaudidos por sus «teles».
Eso que les queda como agenda político-económica será dirimido a tirones de egolatrías lenguaraces domesticadas para fabricar eufemismos que camuflan, de mil maneras, el odio de clase burgués. Sus más conspicuos representantes tienen la tarea infausta de idear ilusiones rentables para sus jefes, crearles espejismos sobre sí mismos y sobre su destino mesiánico. Sus mejores «ideas» se pudren en el caldo irracional de sus planes de ganancias y sus modelos de negocios. Ya veremos cuántos gobiernos se hacen cómplices de cada «acuerdo» pergeñado en esta reunión. Por eso fundan reinos de espionaje desesperado y procaz como neoestrategias para reprimir y, especialmente, para sembrar pruebas falsas a quien se les antoje sacrificar en sus campos de guerra judicial. De sus aulas y laboratorios de pensamiento solo emergen proyectos de usura, evasión, fraude y desfalco.
No es mala idea tomarse en serio lo que se discuta en este y otros encuentros. Observarlo de cerca, decodificar sus mensajes patentes y latentes. Saldrán con la consigna de impregnarnos su optimismo y convencernos de que ellos son lo mejor que pudo pasarnos. Avanzarán hacia la radicalización de sus protocolos de saqueo y explotación, con modalidades retóricas «nuevas» cargadas con campañas mediáticas y hacia un modelo de control que les crece desigualmente. Hoy les vemos el rostro, con mayor nitidez histórica y les vemos su declinación que, no sin amenazas, encierra la advertencia de una época peor. No todo en el derrumbe del capitalismo es «noche y silencio». Por el contrario, para los pueblos es claridad y fortaleza porque nace, firme, la certeza de que otro mundo es posible, necesario y urgente. Si atendemos nuestras debilidades como se debe.