Arantxa Tirado y Félix Caballero Escalante*
La “amenaza rusa” ha retomado un rol protagónico en la agenda mediática de los últimos tiempos. A pesar de la supuesta ayuda, nunca probada como se destaca en el Informe Mueller, de Moscú a Donald Trump para ganar las elecciones presidenciales en 2017, o de las declaraciones ambivalentes de Trump sobre Vladimir Putin o la Federación de Rusia (FR) en general, lo cierto es que el establishment estadounidense sigue manteniendo una postura hostil hacia Rusia.
La retirada el pasado 2 de agosto del Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio por parte de EE.UU., bajo el argumento de que Rusia lo venía incumpliendo, es el último capítulo de una serie de desencuentros, a los que se añaden las reiteradas sanciones de EEUU contra la FR.
En la Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense de 2017, la FR es acusada, junto a China, de “expandir los vínculos militares y la venta de armas en toda la región”, además de destacarse su “política fallida de Guerra Fría” por apoyar a los gobiernos de Cuba y Venezuela.
De hecho, con la última crisis abierta entre el Gobierno de EE.UU. y el de Venezuela a raíz del apoyo estadounidense al autoproclamado “presidente interino” Juan Guaidó, EE.UU. denunció el respaldo de Rusia a Venezuela y alertó sobre la desestabilización hemisférica que suponía, en su criterio, la presencia de cooperantes rusos en territorio venezolano.
Pero, más allá de la propaganda, ¿cuál es el alcance de la presencia rusa en el conjunto de América Latina y el Caribe (ALC)? ¿Qué motiva a Rusia a establecer vínculos políticos, económicos o militares con países que están lejanos de su área natural de expansión e influencia geopolítica?
Rusia y el mundo
Tanto ALC como la FR coinciden en la defensa de un mundo multipolar, doctrina cuyo máximo exponente en el caso ruso fue el exministro de Relaciones Exteriores de la FR Yvgeny Primakov (1996-98). Comparten, por tanto, el rechazo al unilateralismo en la solución de los problemas internacionales, como un paso decisivo para equilibrar la correlación de fuerzas en la arena internacional y sentar las bases para crear mecanismos de regulación global más representativos. Para los países latinoamericanos el orden multipolar significa la ampliación de su margen de maniobra en la arena internacional y posibilidades de asumir proyectos alternativos de desarrollo.
La Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) actualizada por última vez en el 2015, muestra esta tendencia. Este documento, a diferencia del homólogo realizado por los EE.UU., plantea el incremento de su capacidad política, militar y espiritual para influir en la arena mundial y construir un mundo pluricéntrico y multipolar.
Reitera la importancia de garantizar la soberanía y la autodeterminación propia y de otros países, para que de este modo no se impongan los intereses unilaterales de los EE.UU. y la OTAN pues, como identifica en el punto 13, la política injerencista de EE.UU. y la OTAN ha incrementado y, con ella, la inestabilidad global.
No es un detalle que el año de elaboración del documento (2015) haya sido el de apogeo de las “primaveras árabes”. Estas revoluciones o supuestas revoluciones acabaron posicionando a las fuerzas occidentales en regiones prioritarias en términos geopolíticos, como Oriente Medio, el Magreb y Estados fronterizos a Rusia. La FR visualiza estos procesos como un ejemplo de injerencia y una amenaza contraria a los principios de autodeterminación y soberanía (punto15).
Las alianzas políticas con ALC
En su “Concepción de la política exterior de la Federación de Rusia”, se expone la importancia de estrechar las relaciones con los países de ALC “por todos los medios posibles, dada la creciente importancia de esta región en los asuntos internacionales”.
Para ello, propone consolidar los vínculos con estos países y “ampliar la cooperación con alianzas multilaterales y asociaciones integracionistas de ALC, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, el Mercado Común del Sur, la Unión de Naciones Suramericanas, el Sistema de la Integración Centroamericana, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, la Alianza del Pacífico y la Comunidad del Caribe”.
Rusia viene extendiendo y profundizando sus relaciones diplomáticas con países de ALC desde principios del siglo XXI. En el año 2000 el presidente Putin realizó la primera visita oficial de alto nivel a la región, específicamente a Cuba, y en 2004 a México. Por otro lado, el expresidente venezolano Hugo Chávez Frías visitó Rusia en el año 2001, al igual que el expresidente de Chile, Ricardo Lagos, y Fernando Henrique Cardoso de Brasil (2002).
De 2002 a 2004 Rusia estableció relaciones diplomáticas con algunas de las Antillas menores como Granada, San Vicente y Granadinas, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y las Bahamas. Entre el 2000 y el 2017, los países más visitados fueron Cuba, Venezuela, Brasil y Nicaragua.
Entre 2002 y 2003 hubo intercambio de visitas de los presidentes de las cámaras altas de los parlamentos de Rusia y México. Asimismo, las delegaciones parlamentarias rusas visitaron Argentina, Brasil, Colombia, Panamá, Perú, Ecuador, y las delegaciones de los parlamentos de Venezuela, Guatemala, Costa Rica, Chile, Ecuador visitaron Rusia.
Esto generó la base para alimentar las relaciones extrarregionales y el fortalecimiento de la posición rusa en ALC permitiendo crear un escenario ideal para el desarrollo de diversos proyectos.
Acuerdos militares
En el ámbito militar, Rusia se ha convertido en el segundo mayor exportador de armas en el mundo y ha logrado insertarse en el mercado latinoamericano alcanzando su máximo en 2007 (14%). Las exportaciones de equipamiento militar ruso a ALC pasaron de 1,247 millones de $ en 2005 a 6,347 millones de $ en 2012. En ALC la tecnología militar tradicionalmente era de origen estadounidense, israelí y europea.
Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, México, Nicaragua, Uruguay y Venezuela son compradores de armas, maquinaria y tecnología rusa y en los últimos años la cifra de la Tendencia de Indicador de Valor (TIV) del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) demuestra un aumento considerable en el valor total de las compras de países latinoamericanos.
Venezuela, con el 73% en el periodo 1992-2017, es el mayor comprador de armas rusas desde el 2006 en la región y cuenta con una estrecha cooperación técnico militar en materia de transferencia tecnológica y capacitación.
No sólo es el caso más destacado de la influencia de Rusia sobre la región, incluso abordado en la última reunión de Lavrov y Pompeo donde mostraron posiciones totalmente contrapuestas, sino que también es considerada por algunos autores rusos como “la puerta para Latinoamérica” para el gigante euroasiático, por lo que desde ese punto de vista se pueden leer las reiteradas expresiones de preocupación de altos cargos de la administración Trump sobre la “intervención” rusa en ese país.
No obstante, si revisamos los porcentajes de ventas de armas de Rusia a ALC podemos ver un descenso, sobre todo a partir de 2014, que podrían disipar las alarmas estadounidenses.
* Rebelión.