Las vacunas de nanopartículas son a menudo tan efectivas como sus contrapartes basadas en virus, mientras que presentan menos inconvenientes.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford (EE.UU.) están desarrollando una vacuna de nanopartículas contra el covid-19 que hasta ahora no parece tener ninguno de los efectos secundarios o problemas de distribución que afectan a sus análogos que se usan actualmente.
Los científicos del laboratorio del bioquímico Peter S. Kim en Stanford ya estaban trabajando en vacunas para el ébola, el VIH y la influenza cuando comenzó la pandemia del coronavirus, y rápidamente canalizaron todos sus esfuerzos para combatir la nueva enfermedad.
«Nuestro objetivo es hacer una vacuna de una sola inyección que no requiera una cadena de frío para su almacenamiento o transporte. Si tenemos éxito en hacerlo bien, también debería ser barata», afirmó Kim. «La población objetivo de nuestra vacuna son los países de ingresos bajos y medios».
Las nanopartículas en sí están plagadas de las mismas proteínas que le dan al coronavirus la ‘corona’ de la que deriva su nombre. Es decir, de las espigas que facilitan la infección al fusionarse con una célula huésped y crear un pasaje para que el genoma viral entre y secuestre la maquinaria de la célula para producir más virus.
Los primeros resultados de las pruebas en ratones indican que la inoculación de nanopartículas de Stanford puede otorgar inmunidad después de una sola dosis.
Se pueden producir más rápido y a un costo menor
Las vacunas de nanopartículas son a menudo tan efectivas como sus contrapartes basadas en virus, mientras que presentan menos inconvenientes. Por ejemplo, las vacunas de nanopartículas se pueden producir más rápido, a un costo menor, y no requieren la extensa cadena de suministro de almacenamiento en frío. Además, es menos probable que produzcan efectos secundarios.
Muchas de las vacunas de la actual generación, como las producidas por Pfizer/BioNtech y Moderna, deben almacenarse a temperaturas que oscilan entre 8 y -70 grados Celsius, lo que requiere una infraestructura avanzada de almacenamiento en frío.
Mientras tanto, los investigadores de Stanford tienen la esperanza de que la forma final de su fármaco se pueda almacenar a temperatura ambiente e incluso se pueda distribuir en forma de polvo, lo que, si es posible, facilitaría las entregas en todo el mundo.