Laurent Brayard | Internationalist 360°
Una masacre olvidada, en el camino del batallón Aydar. 9 de marzo de 2016, en el interior de Donbass, en un lugar donde nunca llegan los reporteros de guerra, los humanitarios y especialmente los observadores de la OSCE… Laurent Brayard fue llevado por un exmiliciano de la república de Donetsk, para encontrarse con su familia, pero también testigos olvidados, gente que no habla, que tiene miedo, que de todos modos nadie quiere oír.
Lo que sigue es el encuentro más terrible que este periodista pudo tener en el Donbass, el sobreviviente de un pueblo pasado a espada por el batallón neonazi Aydar, un día del verano de 2014. Este batallón dejó a lo largo de su camino los cadáveres de sus víctimas, civiles, mujeres y ancianos, ahorcamientos, violaciones, torturas, esta marcha de la muerte fue uno de los peores acontecimientos del verano, ningún periodista europeo quiso indagar en el horror.
Tortura sin fin en un sótano. Estoy en la región de Kirovskoe, nos dirigimos a un pequeño pueblo para encontrarnos con una mujer a la que llamaremos Olga. Si ha accedido a testificar, se niega a ser fotografiada y desea permanecer en el anonimato. Todavía tiene familia en la zona ocupada por el ejército ucraniano en el Donbass y teme mucho por ellos. No fue fácil convencerla de que hablara.
Yevgeny, quien me acompañó, me describió como uno de los pocos periodistas occidentales tratando de escribir la verdad, así que después de mucho dudar se entregó, no sabía que ese día escucharía el testimonio más aterrador que jamás había escuchado en el Donbass.
“Yo vivía en un pueblo, una aldea no lejos de Kommunar, es una localidad que fue tomada por las tropas de represalia del ejército ucraniano en el verano de 2014, llegaron, estábamos asustados, pero no al punto de salir corriendo, si lo hubiéramos sabido, lo habríamos hecho en el momento.
Eran tipos del partido neonazi Pravy Sektor y del batallón Aydar, arrestaron a jóvenes y también se llevaron a una joven embarazada. Golpearon a los tres muchachos, fuimos testigos de la tortura, les cortaron las orejas, las cortaron con un cuchillo y los llevaron a un sótano donde los muchachos gritaron durante mucho tiempo en la noche. Y luego callaron, los remataron. Escucharé esos horribles gritos durante mucho tiempo.
Un pueblo pasó al filo de la espada. El silencio de muerte que nos envuelve es pesado, estamos sentados en un banco, cerca de una fábrica, la mujer no se atreve a mirarme y gira las manos nerviosamente, habla con voz apenas audible: “Se quedaron en el pueblo hasta que nuestra gente los echó, durante todo este tiempo se dedicaron a saquear, no nos dejaban salir, sufrimos humillaciones interminables, se llevaron todo lo que quisieron, hasta electrodomésticos que cargaron en camiones, televisores, teléfonos, por supuesto alcohol y todo lo que les pareciera interesante.
La joven no te puedo decir lo que le hicieron, estaba colgada de los brazos, decir es muy duro lo que paso, la abusaron durante horas y murió. Hay otro caserío no lejos de allí, de allí nadie salió vivo, los mataron a todos, mujeres.
Ella me cuenta esta historia en un suspiro, su rostro está inmóvil y las lágrimas no fluyen, pero sigue hablando de su hijo, Sergei: “Mi Seryozha, aún no tenía 25 años, vivía y trabajaba aquí, tenía novia y planeaban casarse. No me dijo que se había metido en la milicia insurgente, volvía a veces, yo no entendía qué pasaba, qué nos iba a pasar.
Luego supe que había ido con los muchachos de Kirovskoe a defender nuestra ciudad, estaba en un puesto de bloqueo. Yo mismo hui de nuestro pueblo, nuestra casa fue destruida por un proyectil e incluso después de nuestra liberación no regresé, ¿cuál era el punto? Todo estaba en total desolación.
Soy una mujer soltera, jubilada, viví una vida pacífica, todavía tengo una hija, Sergei fue asesinado en circunstancias que desconozco, al comienzo del levantamiento. Entendí que el Maidan nos iba a traer desgracias, pero solo soy una mujer sencilla, trabajadora, trabajé toda mi vida y crié sola a mis dos hijos. Entonces no sé qué futuro tenemos, lo que sí sé es que delante de nosotros hay monstruos, asesinos, nazis y he visto con mis propios ojos lo que le hacen a la gente.
El periodista no está lejos de querer tomar las armas. Tomo el testimonio con dificultad, en estos casos extremos, siempre tengo la impresión de ser un reportero investigando durante la ocupación alemana con las familias de los torturados de la Resistencia. La impotencia, la ira, la incomprensión, la angustia, así se sale de una experiencia así.
Justifica todos los insultos, todas las calumnias que puedo recibir, ¿qué son frente a esta verdad? Los que defienden la Ucrania parda son finalmente cómplices de todo eso y podrán hablar de mentiras, es la cruda verdad que un día se presentará ante los tribunales. Me pasa por la cabeza la idea de tomar un arma para luchar contra los asesinos de Ucrania, tantos horrores y crímenes, aunque no sea soldado, puedo ser útil de otra manera.
En la noche opaca creada por los periodistas de Francia que no hacen su trabajo, en los argumentos vacíos de los que niegan los crímenes, en el delirio de los que, peor aún, los justifican, encuentro por fin fuerzas. Esta mujer, estas víctimas no deben ser olvidadas. Aunque tenga que pasar años allí, esta verdad será llevada ante la Justicia de los hombres en espera de la Justicia de Dios.
Olga finalmente rompe a llorar cuando le doy una módica suma de 5000 rublos a nombre de Eric Michel, un generoso donante que confió en mí y me dio parte de su dinero para aliviar el sufrimiento en Donbass. Este dinero no resucitará a los muertos, pero ahora Olga vive una situación difícil, con una pensión exigua y poca ayuda humanitaria.
Su hija la apoya en todo lo que puede, pero es sola que debe enfrentar su memoria, la memoria de los gritos de los torturados, la memoria de un hijo asesinado para defender a esta población de Donbass, ante el horror, el mundo todavía se niega a escuchar qué es la Ucrania parda, qué son muchos de los soldados de la operación de represalia lanzada por Poroshenko: masacres y asesinos que en pleno siglo XXI aún hacen mentira de que la Humanidad avanza.