Carlo Musilli | altrenotizie.org
La semana pasada, los principales países europeos sufrieron una humillación surrealista. De acuerdo con las indiscreciones del Washington Post que nadie negó, y que luego confirmó Berlín, Estados Unidos amenazó a la UE con imponer nuevos aranceles del 25% sobre las importaciones de automóviles europeos a los Estados Unidos si Francia, Alemania y Gran Bretaña no hubieran apoyado Washington en la campaña contra Irán.
La intimidación fue exitosa. El 14 de enero, los tres signatarios europeos del acuerdo nuclear con Teherán activaron el mecanismo de solución de disputas previsto por el acuerdo, iniciando un procedimiento que podría dar lugar a sanciones lanzadas por el Consejo de Seguridad de la ONU contra el país del Oriente Medio. Por supuesto, el comunicado de prensa de la Casa Blanca, que habría permanecido en secreto sin la primicia del gran periódico estadounidense, no se menciona en la declaración conjunta de Londres, París y Berlín.
Ahora, más allá de las ideas preconcebidas ideológicas, para apreciar la surrealidad de esta situación, es suficiente reconstruir la secuencia de hechos, a menudo distorsionada en beneficio de la propaganda.
El tratado internacional sobre energía nuclear iraní, supervisado por la ONU, entra en vigencia a fines de 2015, cuando Barack Obama aún se encuentra en la Casa Blanca. Poco menos de tres años después, en agosto de 2018, el acuerdo fue desgarrado por Donald Trump, quien reinicia las sanciones unilaterales contra Teherán (el presidente francés, Emmanuel Macron, trata de disuadirlo, pero es ignorado).
A pesar de esto, Irán durante los próximos 16 meses no viola ninguna de las reglas establecidas en el tratado y no enriquece el uranio. El gobierno del moderado Hassan Rohani espera que Europa implemente un sistema llamado Instex, cuyo objetivo es eludir las sanciones estadounidenses. Sin embargo, Instex no entra en funcionamiento, también porque, mientras tanto, Estados Unidos amenaza con represalias por cualquier empresa europea que decida usarlo.
Después de eso, en diciembre de 2019, Estados Unidos, con una operación indiscutiblemente ilegal desde el punto de vista del derecho internacional, mató al número dos de Irán, el general Qasem Soleimani. En ese momento, Teherán, sofocado por sanciones y bajo ataque militar, anuncia que ya no cumplirá con el acuerdo de 2015 con respecto al número de centrifugadoras utilizadas para el enriquecimiento de uranio, mientras permanece disponible para recibir inspecciones de la Agencia Internacional para la energía atómica.
Entonces, recapitulemos: Estados Unidos chantajea a Europa para imponer para sanciones a Irán, culpable de haber violado el mismo acuerdo arrojado a la basura hace un año por Washington, que mientras tanto ha reclamado un acto de terrorismo internacional (en el suelo Iraquí) contra el probable nuevo presidente de Teherán.
En este escenario, la UE ha expuesto toda su debilidad. A pesar de no tener ninguna razón para hacerlo, los europeos decidieron confiar en Trump y al final, ante el chantaje, cedieron. En cuanto al presidente estadounidense, está claro que su único interés en Oriente Medio es proteger a Israel y Arabia Saudita, el principal comprador de armas fabricadas en Estados Unidos.
Para el número uno en la Casa Blanca, Europa es un aliado secundario y débil, que puede ser sacrificado y humillado según sea necesario, sin dudarlo. Y la UE, por el momento, ni siquiera tiene una carta para levantar.