Ucrania perdió la guerra

 

Ted Snider | Rebelión

*¿Ucrania ha perdido la guerra? En cualquier caso, el discurso del general Valery Zaluzhny y las conjeturas estadounidenses sobre las conversaciones de paz sugieren que Ucrania ya no tiene opciones para vencer a Rusia.

Ucrania ha perdido la guerra. No se trata de fake news difundidas por los medios. Tampoco es propaganda de los medios rusos. Es lo que se deduce de las declaraciones del comandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas, el general Valery Zaluzhny, en una entrevista a The Economist del 1 de noviembre.

En dicha entrevista, Zaluzhny considera que “están en un punto muerto”. En cuanto a las posibilidades de Ucrania de salir victoriosa de ese punto, el general pronostica que “probablemente no habrá grandes avances”. Reconocer la existencia de un punto muerto no es reconocer la derrota, pero implica una larga guerra de desgaste. Y en una guerra larga, según The Economist, Zaluzhny “reconoce que Rusia lleva ventaja”.

No hay duda para el general Zaluzhny, señala The Economist, de que una guerra larga favorece a Rusia. Zaluzhny declara que “el mayor peligro de una guerra de trincheras de desgaste es que puede eternizarse a lo largo de los años y desgastar al Estado ucraniano… y tarde o temprano tendremos que entender que simplemente no tenemos más combatientes”.

Un colaborador próximo del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, declaró a la revista Time en una entrevista publicada el mismo día que, aunque Estados Unidos proporcionase a Ucrania todas las armas necesarias, no habría personas para utilizarlas. Se deduce de esas declaraciones que ucrania ha perdido la guerra. La guerra está en un punto muerto. El punto muerto implica una larga guerra de desgaste. Una larga guerra de desgaste favorece a Rusia porque Ucrania no tendrá suficiente personal.

En un largo artículo publicado simultáneamente por The Economist, Zaluzhny explica con más detalle que una guerra larga de desgaste favorece a Rusia “la guerra, en su estado actual, evoluciona progresivamente hacia una posición de la que siempre es difícil salir, desde un punto de vista histórico, tanto para las fuerzas armadas como para el Estado en conjunto.

Al mismo tiempo la prolongación de una guerra, por regla general, en la mayoría de los casos favorece a una de las partes contendientes. En nuestro caso concreto favorece a la Federación de Rusia porque ésta tiene la posibilidad de reconstruir y reforzar su potencia militar”.

Zaluzhny continúa explicando que una guerra de desgaste “conduce a la incapacidad ucraniana de conseguir una superioridad de efectivos sobre el enemigo con reservas y aumento de su número”, ya que “con respecto a Ucrania la Federación de Rusia tiene el triple de recursos humanos movilizables”.

Y no se trata sólo de tropas en lo que Rusia tiene una superioridad sobre Ucrania. Aunque Estados Unidos impuso sanciones para agotar la economía rusa hasta que fuera incapaz de financiar su guerra, en su artículo Zaluzhny escribe que “Rusia conserva y es capaz de mantener la superioridad en materia de armas, equipamiento, misiles y municiones durante un periodo considerable mientras la aumenta la capacidad de la industria militar a pesar de las sanciones sin precedentes de los principales países del mundo contra el Estado agresor.

Rusia dispone de ventaja numérica en materia de equipos y municiones y su producción aumenta, y aunque las fuerzas armadas ucranianas se benefician de una asistencia material y logística importante de las naciones socias, es imposible acumular esa ayuda en el volumen requerido teniendo en cuenta la intensidad creciente del consumo diario de misiles y municiones”.

Rusia ha ganado la guerra porque se ha instalado en un punto muerto, en una larga guerra de desgaste en la que, con el tiempo, la superioridad numérica rusa en tropas y armas agotará a Ucrania. Pero es importante analizar no sólo la evaluación publicada por Zaluzhny, sino también por qué el general ha decidido publicarla en una cátedra occidental tan importante.

En el artículo de Time, publicado el mismo día, algunos de los “colaboradores más próximos” de Zelenski afirmaban que el presidente tiene conflictos con sus generales y que está enrocado en una postura que no se corresponde con lo que sucede en el campo de batalla, no los escucha.

El hecho de que Zelenski siga creyendo, como siempre, “en la victoria final de Ucrania sobre Rusia […] preocupa a algunos de sus asesores” porque el presidente “roza el mesianismo” y les impide ser flexibles y adaptar su estrategia a la evolución de la realidad. Zelenski “se hace ilusiones”. Sus colaboradores próximos se quejan de que “no estamos ganando, pero el presidente no quiere oírlos”.

Zelenski no escucha a sus generales, lo que perjudica a las fuerzas armadas y al pueblo ucraniano. Tal vez como Zelenski no quiere escuchar a su general en jefe éste se ha dirigido a los apoyos occidentales del presidente. Quizá si Zelenski no escucha a Zaluzhny escuche a Washington que ha escuchado a Zaluzhny. Las palabras de Zaluzhny tienen poder, es un general muy respetado, incluso por Rusia.

Ni en su entrevista a The Economist ni en el artículo que la acompaña, Zaluzhny menciona el nombre de Zelenski en ningún momento, habla del presidente. El mensaje de Zaluzhny a los lectores de Time en el occidente político quizá sea también un medio de enviar el mensaje a Zelenski. El mensaje completo es devastador, los titulares se concentran en la expresión “punto muerto”, pero el portavoz del Kremlim, Dimitri Peskov, a la evaluación de Zaluzhny ha respondido “no, no hay punto muerto”.

El diagnóstico del punto muerto se basa en una mala interpretación de las distintas aproximaciones estratégicas a la guerra por parte de ambos ejércitos. The Economist ilustra el punto muerto diciendo “cinco meses después del inicio de su contraofensiva Ucrania sólo ha conseguido avanzar 17 kilómetros. Rusia luchó durante 10 meses en torno a Bakhmut, al este, para tomar una ciudad de seis por seis kilómetros.

Pero los resultados se valoran según el territorio conquistado. Ese es el objetivo de Ucrania, que intenta tomar las tierras que Rusia le arrebató y enviarla fuera de sus fronteras. Pero Rusia no lucha por un territorio, sino por la victoria sobre las fuerzas armadas ucranianas.

De momento, la victoria de Rusia no se mide en términos de territorio, sino en términos de desgaste de los hombres, equipamiento y artillería ucraniana. Desde ese punto de vista la guerra no está en punto muerto, Rusia ha tomado poco territorio, pero se dirige a su objetivo.

Desde que Ucrania inició su contraofensiva, la pérdida de equipamiento puntero, en especial cazas a reacción y tanques suministrados por la OTAN, es impresionante. Ucrania se está quedando sin armas y, como señalan los asesores de Zaluzhny y Zelenski, se está quedando sin personal, todavía más rápidamente.

Y además Rusia sigue ganando terreno. El desgaste de las fuerzas ucranianas ha creado una vulnerabilidad que ahora Rusia parece explotar para lanzar su propia versión de una contraofensiva. Sus tropas avanzan metódicamente en varios frentes estratégicos. El más importante podría ser Avdiivka, donde la derrota podría abrir la puerta del Dombás a las fuerzas rusas y permitir a Rusia consolidar las fronteras de sus territorios nuevamente anexionados.

Ucrania repliega desesperadamente sus tropas del frente sur, lo que hace pensar que está escasa de soldados, que carece de reservas para enviarlas a Avdiivka y que la pérdida de ese territorio estratégico podría ser inminente. Zaluzhny se opone a la estrategia de Zelenski, que consiste en sacrificar vidas en Avdiivka y en Bakhmut, pero el presidente no le escucha.

Esa podría ser la razón por la que Zaluzhny ha transmitido su mensaje a los patrocinadores de Zelenski. La guerra de desgaste que actualmente se concentra en Avdiivka, podría conducir al agotamiento de soldados y a la pérdida de un territorio esencial que podría marcar el principio de la comprensión de que Ucrania ha perdido la guerra.

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