Renán Vega Cantor │ Tramas.ar
El fentanilo es un medicamento inventado en Estados Unidos en 1960, responsable de gran parte de las muertes que por sobredosis de consumo de estupefacientes se están produciendo en ese país. En 2022 murieron 108 mil estadounidenses por sobredosis de droga, un promedio de 30 por día, uno cada cinco minutos, el 70% ocasionado por fentanilo.
Ya se consume en 48 de los 50 estados de la Unión Americana, destacándose California, Florida, New York, Pensilvania, Ohio. La sobredosis se ha convertido en la principal causa de mortalidad de personas entre 18 y 45 años. El atractivo del fentanilo radica en que es 100 veces más potente que la morfina y cincuenta veces más potente que la heroína.
En Estados Unidos, donde muchos de sus habitantes son excelsos consumidores de sustancias tóxicas -y no incluimos ni a la Coca-Cola ni a las hamburguesas McDonald’s- existe un nicho de mercado en continua expansión. Hacia ese país se dirige el comercio de drogas de origen vegetal [marihuana, cocaína, morfina, heroína] y ahora uno en renovada expansión, el de los opiáceos artificiales, producidos en laboratorio, entre los cuales se destaca el fentanilo. En contraposición al presupuesto económico [Ley de Say] que dice que toda oferta crea su propia demanda, en Estados Unidos y en su infinito mundo de las drogas, sucede lo contrario: es la demanda la que garantiza la oferta.
El consumo de opioides sintéticos fue impulsado por las multinacionales farmacéuticas de los Estados Unidos con la finalidad de generar un nuevo sector de mercado, sustentado en el creciente número de pacientes afectados por enfermedades crónicas que requerían de poderosos anestésicos y analgésicos. Esa necesidad fue explotada al máximo para que los médicos formularan opiáceos, en especial el fentanilo, y se empezó a consumir esa droga a partir de las prescripciones legales, permitidas y asumidas como normales. Ese consumo fue alentado en forma irresponsable por esas farmacéuticas. Con receta médica, el fentanilo se puede consumir en pastillas, parches cutáneos o a través de inyecciones.
De ahí se dio el salto a un uso más allá de esas necesidades terapéuticas y se creó una nueva demanda, un próspero negocio ilegal. La creciente demanda empezó a ser surtida con precursores químicos procedentes de diversos lugares del mundo, especialmente de China e India, donde se envía por el correo normal o camuflado en bienes de consumo (muñecos, juguetes, alimentos…). Con esos insumos, en Estados Unidos o Canadá, principalmente, se confecciona el fentanilo que causa furor entre los consumidores estadounidenses. Se consume con inyecciones o inhalándolo. El comprador pulveriza una pastilla, pone la dosis sobre una cuchara, la diluye y la introduce en una jeringa. No es necesario calentar la jeringa como se requiere con la heroína. Se puede inyectar o inhalar. El fentanilo se vende ilegalmente en polvo, vertido en gotas sobre papel secante, en envases de gotas para los ojos, en rociadores nasales o en pastillas con el mismo aspecto de otros opioides recetados. Se vende al detal a personas de todas las edades presentado con llamativas etiquetas y colores.
El consumo de fentanilo produce felicidad extrema y pasajera, aletargamiento, náuseas, estreñimiento, sedación, problemas respiratorios y pérdida del conocimiento. Debido a su potencia como narcótico un miligramo adicional puede ser mortal. Además, el fentanilo se emplea en el comercio de estupefacientes como mezcla, con cocaína, heroína, o en la producción de pastillas.
En ese mercado potencial de millones de consumidores se producen extraordinarios márgenes de ganancia de miles de millones de dólares, gran parte de los cuales se quedan dentro de los Estados Unidos. El negocio es tan lucrativo que un kilo, que cuesta 30 mil dólares, puede generar ganancias de hasta 32 millones de dólares. Eso es posible porque con un kilo de fentanilo se puede producir hasta un millón de píldoras falsificadas que tengan un miligramo de fentanilo.
Ante semejante problema de salud pública, con más de cien mil muertos en el último año, el gobierno de Estados Unidos, en lugar de afrontarlo de manera clara y resuelta como un asunto interno, hace lo que siempre hace y lo único que parece que puede hacer: buscar culpables y los encuentra fácilmente en el exterior, como ha hecho desde hace medio siglo con ese invento suyo que ha denominado la Guerra Mundial contra las Drogas. El argumento es simple: los narcotraficantes malvados y de procedencia extranjera están envenenando a la indefensa población de los Estados Unidos y por eso hay que enfrentarlos y, si es el caso, invadir países en donde se asegura que se origina la producción de los narcóticos que intoxican a los inocentes estadounidenses. Esa misma narrativa tradicional ahora se repite con el fentanilo, como si no hubiera sido inventado en Estados Unidos y allí se hubiera generalizado su uso hasta convertirse en una mortal adicción.
Para desmentir esa falacia, valga decir que la mayor cantidad de precursores químicos para procesar el fentanilo ingresa a Estados Unidos desde Canadá, siendo contrabandeado por estadounidenses en forma directa, como lo atestigua el hecho de que en 2021, el 86% de los detenidos por tráfico de esa sustancia eran de los Estados Unidos. Según un mapa de la DEA, las cinco rutas principales de fentanilo son, en su orden de importancia: China-Alaska-resto de Estados Unidos; China-Canadá-EEUU; China-EEUU; China-México-Estados Unidos; y la India-México-EEUU. En estas condiciones, ¿por qué nadie habla de carteles estadounidenses? ¿Por qué no se criminaliza a Canadá, como se hace con México, Colombia o ahora China?
Sencillamente, el dinámico mercado de la adicción se diversificó y pasó de la cocaína a los opioides sintéticos y a la metanfetamina, y ese negocio lucra directamente a maleantes de Canadá y los Estados Unidos. Como son “civilizados del Primer Mundo”, los nuevos narcotraficantes de opioides sintéticos y las ganancias se quedan en casa, nada mejor que mirar para otro lado, echarles la culpa a malvados extranjeros y dejar que el consumo interno avance, enfermando y matando a la población más pobre con esa otra letal arma de destrucción masiva, Made in Usa, llamada fentanilo.