USA: Arnas biológicas y su amenaza a la humanidad

 

Pablo Jofre

Es de público conocimiento que el programa de los gobiernos estadounidenses, relativo a la investigación, desarrollo y producción de armas biológicas, comenzó oficialmente en plena segunda guerra mundial bajo la administración del expresidente Franklin D. Roosevelt, constituyéndose en la base teórica y material del actual arsenal biológico del que dispone esa nación.

En el plano de las armas más letales contra la vida en su conjunto, las biológicas constituyen una de las más aterradores y han obligado, por el potencial destructor de las mismas, que tanto la Organización de Naciones Unidas –ONU- como distintas convenciones internacionales, teniendo presente la capacidad y más aún la facilidad del poder demoledor que poseen, hayan generado y establecido mecanismos y convenios de regulación, para así evitar su uso y proliferación, pero no su prohibición de desarrollo y menos aún su producción.

El año 2022, producto de la acción de apoyo de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) al régimen de Zelensky en Ucrania, que ya se arrastraba desde el golpe de estado del año 2014 contra Viktor Yanukovich e intensificado tras el inicio de la operación militar rusa para desnazificar y desmilitarizar a su vecino en febrero de ese año 2022, el gobierno ruso denunció la existencia de decenas de laboratorios de investigación para la producción de armas biológicas, en suelo ucraniano.

En esto es interesante dar cuenta de las declaraciones del candidato presidencial estadounidense Robert F. Kennedy Jr. quien ha señalado que Estados Unidos el año 2001, en el marco de la denominada Ley Patriótica reabrió los arsenales de armas biológicas y en ello el Pentágono invirtió muchísimo dinero en este tipo de armas, pero, no sólo desarrolla armas biológicas, sino que también denunció:

“Tenemos laboratorios biológicos en Ucrania, porque estamos desarrollando armas biológicas”, dijo Kennedy Jr. en una entrevista con el comentarista Tucker Carlson “Esas armas biológicas están utilizando todo tipo de nueva biología sintética y técnicas de ingeniería genética que no estaban disponibles para las generaciones anteriores”, agregó el político, que advirtió del alcance “muy muy espantoso” que podrían llegar a tener ese tipo de armas de destrucción masiva.

Pero no sólo en Ucrania existe esa investigación que amenaza a nuestra humanidad, sino también en otros países europeos, incluyendo el continente africano y en Latinoamérica. Laboratorios biológicos de Estados Unidos, según señalé en un artículo escrito en marzo del año 2022 “repartidos por el mundo y que representan una amenaza para la humanidad.

Pues, lo ahí desarrollado puede generar una hecatombe contra la vida en nuestro planeta”. El programa de los gobiernos estadounidenses, relativo a la investigación, desarrollo y producción de armas biológicas comenzó oficialmente en plena segunda guerra mundial bajo la administración del expresidente Franklin D. Roosevelt, constituyéndose en la base teórica y material del actual arsenal biológico del que dispone Estados Unidos.

Un programa que ha tenido como centro referencial a Fort Detrick –una instalación del Comando Médico del Ejército de los Estados Unidos –ubicado en Frederick, en el Estado de Maryland y del cual el microbiólogo William C. Patrick III declaró a los medios de comunicación que a lo largo de sus 27 años de trabajo en el programa Biológico de Estados Unidos, se habían conseguido obtener armas biológicas, en ese centro, con al menos siete agentes:

Bacillus anthracis (ántrax). Francisellatularensis (Tularemia), Brucella pertusis (Brucelosis), Coxiella brunetti (Fiebre Q), el Virus de la encefalitis equina venezolana. La toxina botulínica extraída de Clostridium botulinun y la enterotoxina estafilocócica B de Staphylocuccus aureus.

Además, Fort Detrick ha sido sindicado como uno de los sitios donde se habría desarrollado el virus de la covid 19, en una controversia que involucró a China contra Estados Unidos y Europa. Recordemos que la pandemia por la covid 19 atrajo la atención a la idea, planteada en diversas hipótesis, que dicho virus pudiese haber salido de alguno de los cientos de laboratorios de investigación biológica, repartidos por el mundo, los cuales en su gran mayoría pertenecen a Estados Unidos y que en lo específico podría tener su origen primigenio en Fort Detrick.

Esto, a pesar que los laboratorios que funcionan en territorio estadounidense, por la serie de restricciones que las autoridades sanitarias en aquel país decretaron en materia de evitar el financiamiento en investigaciones destinadas a modificar determinados virus.

Al ser prohibidas en el país, podría haber sido replicado en el exterior, pero con origen en territorio estadounidense –algo así como “trabajemos por crear patógenos mortales pero que su producción sea efectuada en el exterior-.

Así, por ejemplo, las investigaciones realizadas en la universidad de Chapel Hill en Carolina del Norte, destinadas a modificar el coronavirus presente en murciélagos SHC014, diseñado para crear un coronavirus “quimérico”, caracterizado por un mayor peligro en los seres humanos se detuvieron el año 2015 creando con ello la falsa idea que no podrían haber salido de Estados Unidos el desarrollo de armas biológicas. Una buena coartada cuando se trata de acusar a sus rivales, en este caso contra China.

Frente a las acusaciones vertidas por Washington contra la República Popular China, el gobierno de este país lanzó una artillería de contracusaciones contra Washington por el tema del origen el virus de la covid 19. Entre esos misiles está el lanzado por el embajador de la nación asiática en Chile Niu Qingbao quien sostuvo que:

“…la comunidad internacional ha expresado desde hace mucho tiempo sus preocupaciones por la base de Fort Detrick. Expertos de muchos países, incluido Stephen Kinzer, investigador principal del Instituto Watson de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Brown, han pedido una investigación de trazabilidad en Fort Detrick…Estados Unidos recurrió a servicios de inteligencia para llevar a cabo una investigación sobre la trazabilidad del virus basándose en la presunción de culpabilidad de China.

Lo que Estados Unidos realmente pretende hacer es eludir la responsabilidad por su fracaso en la respuesta a la pandemia y hacer de China un chivo expiatorio, desviar la atención de la comunidad internacional de lo «no transparente» y «no cooperativo» de los Estados Unidos en la lucha antiepidémica y la trazabilidad.

¿Cuándo abrirá la parte estadounidense la base de Fort Detrick y sus más de 200 laboratorios biológicos en el extranjero, así como la Universidad de Carolina del Norte para que los científicos de todo el mundo realicen múltiples rondas de investigaciones exhaustivas?”.

La base de Fort Detrick es considerada el principal campamento de las actividades de investigación y desarrollo de armas biológicas, utilizadas posteriormente en naciones consideradas “enemigas” o como acciones de bandera falsa por parte de Washington. Desde el año 2003 se consideraba que tenía la capacidad suficiente para poder recombinar y modificar coronavirus.

Los accidentes en bioseguridad obligaron a su cierre el año 2019 por el Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) mismo año en que estalló una enfermedad con características similares al Covid 19. Los laboratorios estadounidenses, bajo liderazgo, apoyo y financiamiento de sus administraciones de gobierno operan en África, Latinoamérica y en gran parte de los países que conformaron la exUnión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Recordemos que existen bases militares estadounidense en 136 países del mundo y en una treintena de esos países -cuentan con Centros de Investigación Biológica y ello en el marco de la negativa de Washington de firmar un Convenio Internacional que prohíba el uso de esas armas.

Se calcula que al menos 200 laboratorios de investigación biológica se encuentran financiados por Washington fuera de su territorio. En el espacio postsoviético existen ciertas restricciones referidas a los especialistas estadounidenses, pero que no significan el freno a las investigaciones, denunciadas como tendientes a crear y modificar varios patógenos de enfermedades peligrosas destinados a usos militares.

En Latinoamérica la presencia de laboratorios biológicos, para la producción de patógenos fue denunciada permanentemente. Biolaboratorios dirigidos, financiados y con ello el apropiarse de lo que allí se investigue. Centros de investigación situados en países tales como: Brasil, Guatemala, Panamá. Honduras, Costa Rica, República Dominicana, Haití, Guyana.

En especial en sus capitales. En el caso de Perú existe una red de laboratorios de investigación biológica, aparentemente bajo una mascarada de centros académicos, universitarios en el Cusco, Iquitos, Puerto Maldonado, además de Lima, su capital. También se encuentran desplegados en estaciones de campaña en regiones pobladas como también en zonas fronterizas del Amazonas.

Esta presencia de centros de investigación cuyos productos pueden resultar en armas de destrucción masiva se concreta a pesar que Latinoamérica el 25 de abril firmó mediante el compromiso de 33 países de América Latina y el Caribe el llamado Tratado de Tlatelolco. Acuerdo internacional para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, con el objetivo de promover la erradicación de armas nucleares de esos países.

Desde entonces América Latina es territorio libre de armas nucleares y de armas de destrucción masiva. Y que se hace extensivo, por tanto, a las armas biológicas. Este acuerdo debe ser respetado íntegramente, bajo el marco de presiones de Washington que ejecuta su política de presiones, chantajes y compra de voluntades a gobiernos serviciales y políticos dispuestos a servir a la potencia del norte.

El lenguaje sibilino habla de trabajar por la “cooperación” en el ámbito de bioseguridad lo que, en realidad, en la práctica, significa establecer un camino de sometimiento en materia científica y vía libre para desarrollar experimentos, que suelen terminar como fruto destructivo y amenazas para la existencia de nuestra humanidad.

Tengamos presente que Estados Unidos, violando lo establecido por la Convención para la Prohibición de Armas Químicas y Bacteriológicas, ha establecido en Perú, su capital y en Iquitos –en la región amazónica- laboratorios dotados de tecnología avanzada destinados a estudios biológicos cuyos fines son militares.

La soberanía de nuestros pueblos implica oponerse a servir de campo de investigación y experimentación de aquellos que prohíben investigar y desarrollar armas en su suelo, pero ocupan a nuestros pueblos como conejillos de indias.

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