Chrystul Kizer tenía solo 16 años cuando, en 2017, fue sometida a esclavitud sexual. Randall Volar, quien tenía 33 años cuando conoció a la joven, abusó sexualmente de ella de modo constante e incluso la vendía vía internet para que otros tuvieran sexo con ella. Él se quedaba con las ganancias y mantuvo por cerca de un año a Kizer sometida a esa cruel explotación en el Condado de Kenosha, Wisconsin, a medio camino entre Milwaukee y Chicago.
Volar incluso la filmaba mientras ella sufría abuso sexual, de acuerdo a The Washington Post.
Y, de acuerdo a testimonios de la joven, Volar no solo la explotaba sino que era crecientemente violento. Abusaba de ella sexualmente y le hablaba con violencia. Tras muchos meses de abuso, cuando ella le dijo que dejaría de hablarle, Volar le respondió que si lo hacía él la mataría.
Hoy, en 2019, la situación ha cambiado, pero de modo especialmente rudo y punzante.
Kizer se encuentra en la cárcel, acusada del asesinato de Volar.
En junio de 2018, de acuerdo a versiones, Kizer llegó a casa de Volar, le dio dos tiros en la cabeza y después de matarlo le prendió fuego a la casa y huyó en el automóvil BMW de lujo del sujeto.
Luego, al hablar con la policía aceptó haber matado a Volar.
Kizer confesó que lo mató porque él abusaba sexualmente de ella constantemente y denunció que Volar la ofrecía a otros hombres a cambio de dinero. Kizer, así, es una víctima de trata de personas y de esclavitud sexual y por ello sus abogados consideran que, al matar a Volar, ella actuó en defensa propia. Volar, por añadidura, era entonces investigado por las autoridades por cargos de tráfico sexual de menores y Kizer era una de sus víctimas, de acuerdo a la televisora ABC News.
Las autoridades ya habían detenido previamente a Volar, en febrero de 2018, pero lo liberaron sin exigirle fianza. Todo pese a que se sospechaba que él explotaba y abusaba sexualmente de cerca de una docena de menores.
Kizer era una de ellas.
Pero la fiscalía alega ahora que en realidad ella planeó el asesinato para robarle su automóvil, consideran que en el momento del crimen ella no estaba sometida a comercio sexual y no estaba en peligro directo. Por ello, consideran, Kizer no estaría protegida en calidad de víctima. En cambio, enfrenta cargos de homicidio en primer grado y otros delitos, por lo que podría recibir si es hallada culpable hasta cadena perpetua.
Pero, de acuerdo al Post, ella dice que actuó en defensa propia pues, el día del incidente, cuando ella le dijo que no tendría sexo con él, Volar la sometió contra el suelo.
Los abogados de la joven se apoyan en la llamada “defensa afirmativa”, que en Wisconsin y otros estados implica que una persona que puede probar haber sido víctima de tráfico de personas puede ser absuelta de otros cargos. Activistas creen que ella debe ser tratada y ayudada en tanto víctima y no criminalizada por haber actuado en defensa propia contra un sujeto que la violentaba terrible y continuamente.
La fiscalía tiene otra opinión, al parecer, y pretende acusarla a fondo de asesinato, con base en que ella habría comentado a otras personas, y en Facebook, lo que ella planeaba hacer o había hecho.
Y Kizer además enfrenta la situación de que la “defensa afirmativa” no se ha usado nunca en casos en que la víctima cometió un homicidio. Por ello, el proceso en la corte en Wisconsin se encuentra en fuerte incertidumbre.
Por lo pronto está en la cárcel con una fianza de 1 millón de dólares. Y su caso es un ejemplo punzante: ¿es Kizer una víctima que en un momento decidió liberarse y acabar con su explotador, con cuestiones colaterales como lo de la quema de la casa o el auto, por lo que debería ser exculpada y ayudada? ¿O quizá ella misma entró en un círculo de crimen que la llevó, sin que se minimice la trata a la que estaba sometida, a convertirse ella misma en una delincuente violenta?
Esa es la ruda encrucijada en que se encuentra Kizer y que, por extensión, tiene implicaciones para muchas otras personas. La justicia es ardua y compleja, pero es claro que el caso de esta joven ilustra que el sufrimiento humano que la explotación y trata sexual producen es inmenso y no puede ser tratado de modo rígido. Y combatir esa lacra pasa necesariamente por la protección de sus víctimas.
Es por ello que, en Wisconsin y otros lugares, el destino de Kizer durante su juicio no solo decidirá si pasará su vida en prisión o si será liberada con la opción de iniciar una nueva vida, sino que marcará un antecedente sobre cómo abordar casos de defensa propia en situaciones amargas y desoladoras como las que produce la esclavitud sexual.