Yo acompañé las elecciones en Nicaragua

Dan Kovalik*

A pesar de que los medios corporativos y políticos occidentales calificaron las elecciones generales nicaragüenses de «farsa» y «parodia», los ciudadanos acudieron en gran número a depositar sus votos el domingo y también demostrar que rechazan la intromisión extranjera.

Según los resultados preliminares, más del 65% de los votantes acudió a las urnas; 75% de los cuales votó el 7 de noviembre por el líder sandinista Daniel Ortega, lo que le aseguró un cuarto mandato presidencial consecutivo.

Para muchos nicaragüenses, especialmente los pobres y los trabajadores, la elección es obvia. Los sandinistas han llevado a este país a sus mayores victorias, derrotando al brutal dictador respaldado por Estados Unidos, Anastasio Somoza, en 1979 e instituyendo en 1984 las primeras elecciones libres y justas en Nicaragua y derrotando a la Contra, respaldada por Estados Unidos, que aterrorizó a este país durante la década de 1980.

Desde que asumió el cargo en 2007, luego de 17 años de gobiernos neoliberales que dejaron en el abandono a la gran mayoría del pueblo nicaragüense, los sandinistas han construido una economía vibrante, han creado sistemas gratuitos de educación y salud para todos e invertido cientos de millones de dólares en infraestructura.

Y así, como era de esperar, el 77,5% de los nicaragüenses encuestados unos días antes de las elecciones coincidió en que “para que Nicaragua avance social y económicamente”, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) debe gobernar el país, mientras que el 74,6% cree que el país estaría mejor con un gobierno sandinista. Además, “el 91,8% de los nicaragüenses está de acuerdo con las propuestas del presidente Daniel Ortega sobre la unidad para ser más fuertes y vencer la pobreza”.

El fuerte apoyo a las “propuestas de unidad para ser más fuertes” del presidente Ortega es revelador, ya que parece mostrar aprobación de las recientes medidas tomadas por el gobierno contra varias personas acusadas de ayudar a orquestar y/o apoyar, a menudo con financiamiento estadounidense y de la UE, el intento de golpe de estado de 2018 que costó la vida de al menos 200 nicaragüenses.
Mientras tanto, una encuesta realizada en agosto mostró que “el 76,8 % [de los nicaragüenses] considera que hay respeto por los derechos fundamentales y la promoción de la igualdad de oportunidades sin discriminación”.

Los números de las encuestas antes mencionadas coinciden con lo que presencié durante mi estadía aquí en Nicaragua como acompañante oficial de elecciones. Fui destinado, con otros acompañantes, a Chinandega, al noroeste de Nicaragua, en la costa del Pacífico. Allí, fui testigo de que individuos y familias enteras, casi todos de orígenes modestos, llegaron a las urnas a votar en una elección que ciertamente les importaba. Muchos de ellos vestidos con sus mejores galas de domingo.

Vi a muchas personas mayores que apenas podían caminar, acudir a las urnas, a menudo con la ayuda de un miembro de la familia. Una mujer fue subida por las escaleras en silla de ruedas por otras cuatro personas para que pudiera votar. En otras palabras, varias personas se esforzaron mucho para poder votar. Algunos votantes nos mostraron con orgullo sus pulgares estampados con tinta violeta, lo que indicaba que ya habían votado. En uno de los cuatro centros de votación que visitamos, había una atmósfera de fiesta, con gente que vendía comida y bebidas, y los votantes se mezclaban alegremente tanto dentro como fuera del área de votación.

Al menos por lo que vi, el pueblo nicaragüense cree en su gobierno y en su sistema electoral. Y una de las cosas en las que creen es en el derecho y el deber del gobierno de proteger al país y su soberanía de la intervención externa, y en particular de la incesante intervención de Estados Unidos, que ha estado interfiriendo en Nicaragua, a menudo a través de colaboracionistas locales, de forma bastante destructiva, durante más de un siglo.

Si bien la prensa occidental pretende que tal intromisión estadounidense nunca sucedió (mientras la mayoría de los estadounidenses nunca supieron u olvidaron que alguna vez sucedió), el pueblo nicaragüense es dolorosamente consciente de esta realidad. Van a resistir esta interferencia con todas sus fuerzas. Y, de hecho, la votación del domingo se centró tanto en rechazar esta intromisión extranjera como en cualquier otra cosa. Esta es la razón por la que el gobierno y los medios de Estados Unidos están tan furiosos respecto a estas elecciones.

*Daniel Kovalik es profesor de Derechos Humanos Internacionales en la Facultad de Derecho de la Universidad de Pittsburgh y es autor de “No More War: How the West Violates International Law by Using ́Humanitarian ́ Intervention to Advance Economic and Strategic Interests”.

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