Si no lo estuviéramos viendo, sería difícil concebir que gente que estuvo ligada a los cuadros dirigenciales del FSLN, un partido antiimperialista como parte del legado nacionalista del General de Hombres Libres, Augusto C. Sandino, esté solicitando la injerencia norteamericana en Nicaragua en forma de sanciones económicas contra el pueblo, sin descartar la intervención armada.
Es comprensible que miembros de la oligarquía, la burguesía y de los partidos de la extrema derecha, incluso imploren la intromisión gringa en nuestros asuntos internos, total, siempre lo han hecho desde el amargo episodio del filibustero William Walker, que redujo nuestra dignidad a cenizas al declararse presidente del país sobre centenares de cadáveres, mientras las señoritas granadinas y de otras localidades, se ofrecían a los rubios invasores para “mejorar la raza” mestiza que tanta repulsa causa a los estadounidenses que hacen suya la política del “Destino Manifiesto”.
Parte de nuestra decencia como nación fue recuperada con la pedrada de Andrés Castro en San Jacinto, y completada por Sandino al derrotar a los marines yanquis entre 1927 y 1933, obligándolos a abandonar nuestro territorio. Esa dignidad, ese orgullo, ese aliento de libertad que nos inyectó el patriota nacido en Niquinohomo, es lo que pretenden volver a mancillar los actuales dirigentes del MRS como Dora María Téllez, Hugo Torres, Henry Ruiz, Luis Carrión y Mónica Baltodano, entre otros.
Desde hace varios años declararon su adhesión al pensamiento liberal y derechista, algunos, otros, se inclinaron por el “encanto” oligárquico de los Chamorro y hacia el conservatismo más rancio enfilaron su traición y sus siglas.
Desde hace varios años vemos a los antes mencionados, de la mano con los miembros más abyectos de la oligarquía nicaragüense, aquéllos que en los años 80 del siglo pasado se aliaron con el criminal gobierno de Ronald Reagan para intentar desaparecer la revolución sandinista de la faz de la tierra.
Bajo el subterfugio de que el proyecto sandinista había llegado a su fin tras la derrota electoral de 1990, auspiciada precisamente por el intervencionismo norteamericano, los traidores al FSLN se acomodaron rápidamente en el neoliberalismo encabezado por Violeta Barrios.
Cinco años después, realizaron su primer gran intento por desaparecer al partido rojinegro al fundar el MRS y dejarlo solo con cinco diputados en la Asamblea Nacional. Los traidores se adhirieron a los votos de la derecha nicaragüense y desde entonces, transcurridos 23 años, la complicidad con los enemigos del sandinismo se ha consolidado, al extremo de que, juntos, participaron en la tentativa del golpe de Estado.
Al igual que con la formación del MRS en 1995, en abril de 2018 el pueblo les dio la espalda a los tránsfugas durante el fallido golpe, sin embargo insisten en destruir la revolución popular, incentivados por el millonario financiamiento en dólares que reciben de Estados Unidos y la Unión Europea.
Derrotados en sus propios tranques de la muerte donde asesinaron, robaron, torturaron, ultrajaron y humillaron, a los golpistas no les queda más que la mentira como diaria arma, y la esperanza de que los amos del imperio escuchen sus ruegos y les entreguen el poder sobre una Nicaragua ensangrentada y devastada.
No exageramos. El carácter desalmado de los golpistas se puso de manifiesto desde los primeros días de su violenta aventura. Dispararon a matar a los policías que intentaron resguardar el orden público, y luego se lanzaron contra la población indefensa cuando los uniformados fueron acuartelados en un intento de conciliar posiciones, a como habían sugerido los cabecillas de sotana.
Una pregunta que escuchamos a menudo entre la población, es: ¿Por qué continúan sembrando zozobra y odio en las calles de las principales ciudades del país, si queda claro que ya casi nadie los sigue?
Es que fueron tantos años de entrenamiento ininterrumpido y tanto el dinero que se han llevado a los bolsillos, que ya no conciben otro modo de vida. Hemos visto fotos de los “sufridos” jóvenes autoconvocados en los que aparecen cuasi famélicos y mal vestidos en las primeras conferencias de prensa, y que ahora lucen rechonchos y catrines.
Y les dijeron tantas veces que son los “libertadores”, que en verdad se lo han creído. Hasta se repartieron grados de “comandantes” e incluso de “presidentes”, como el caso de Masaya.
En el camino, los “cachorros” del MRS, de la Fundación Violeta Barrios, de CINCO, el IEEPP y el CENIDH, entre otros, han evidenciado su naturaleza vendepatria al implorar a Marco Rubio, Ileana Ros-Lehtinen y otros ultraderechistas senadores gringos de origen cubano, que promuevan sanciones contra Nicaragua.
El pseudoperiodista Carl David Goette-Luciak y un amigo suyo que hace poco denunció la complicidad del primero con los golpistas, relató que desde los tranques los “pacifistas” muchachos les pedían apoyo para que Donald Trump les enviara armamento pesado. ¿Y todavía dicen que no era un intento de golpe de Estado?
El pueblo de Nicaragua tiene la obligación de prepararse para nuevas embestidas de la oposición asesina. Pese a estar vencidos, están persuadidos de que si continúan derramando sangre inocente y achacándosela al sandinismo, los gobernantes de Estados Unidos terminarán cercando económicamente o invadiendo a nuestro país.