Sobre el servilismo de los diputados costarricenses

Humberto Vargas Carbonell | Partido Vanguardia Popular

* La Resolución de la Asamblea Legislativa pidiendo a un organismo internacional investigar a Nicaragua es inaceptable, es servilismo ante el imperialismo yanqui. Los Estados tienen la obligación de respetarse mutuamente y ese principio fue vulnerado por la oligarquía política en la Asamblea Legislativa.

No cabe sorprenderse de que la Asamblea Legislativa, la que ahora padecemos, el jueves tomara una resolución tan fuera del tiesto, como pedir a la Organización Panamericana de la Salud lo que a continuación se dice: “Solicitamos que la OPS realice una evaluación externa en Nicaragua que les permita a los ciudadanos de ese país, a los países vecinos y a la comunidad internacional el estado de la situación”, se refieren los legisladores a la atención de los problemas relacionados con la pandemia provocada por el coronavirus.

La tal moción resulta ser una insolencia contra las normas del derecho internacional que, como es obvio, repite el trato que el bestial Trump utiliza para referirse a las naciones o a los Estados que han tomado el camino de la autodeterminación y que no son sus sirvientes.

Trump ha convertido la ofensa y la agresión verbal en su arma favorita, cuando no la intervención, las mal llamadas sanciones que son en realidad agresiones, los golpes de Estado, los crímenes selectivos o las intervenciones tercerizadas, como ha ocurrido en Venezuela.

Este ha sido precisamente el rumbo que han tomado las relaciones con Nicaragua, el absoluto irrespeto. Estos diputados se han creído que por ser parte del llamado “cartel de lima” les da derecho a romper las normas del respeto internacional, de la igualdad de los Estados.

No se han percatado los representantes de la oligarquía que aquí pueden, porque tienen los votos, hacer prohibitivos los derechos constitucionales de los trabajadores, pero no les alcanza para irrespetar a gobiernos que se han caracterizado, como en el caso de Nicaragua, por ser tan auténticamente soberanos que han desafiado las amenazas del imperialismo de los Estados Unidos.

Para enterarse sobre lo que ocurre en la sociedad nicaragüense hay solamente un camino decente: acudir a la información de los funcionarios diplomáticos o consulares. Si de estas informaciones resultare cualquier elemento que contravenga los intereses nacionales lo razonable es acudir a las vías diplomáticas. Esto es lo razonable porque es lo que manda la experiencia de las relaciones entre las naciones y porque es lo que dispone la Carta de las Naciones Unidas y la normativa que regula las relaciones internacionales.

Consideramos necesario subrayar que el único representante que se presentó como de un partido de “izquierda” (ahora entre comillas), el señor Villalta firmó la moción en que se insultó al pueblo nicaragüense.

El Gobierno de Costa Rica ante el bien conocido desliz verboso del Presidente de El Salvador, utilizó las normas diplomáticas. ¿Con qué autoridad utilizan ahora, contra Nicaragua, la difamación y el irrespeto? Se trata de ínfulas sin sustento y sin sentido.

Unas horas antes de la aprobación, en la Asamblea Legislativa, de la moción de marras, el periódico de “La Nación” publicó un libelo escrito por Fernando Chamorro Barrios, lleno de insultos y cargado de mentiras, en el cual, exudando las hieles del odio interesado, pretendió agredir al Comandante Daniel Ortega y su esposa, vicepresidenta, doña Rosario Murillo.

Pensar siquiera que el Comandante Daniel y su Vicepresidenta puedan estar interesados en el dolor y la muerte de cualquiera de sus connacionales o cualquier habitante de su país, significa un gigantesco salto más allá de las fronteras de la estupidez. Y es que el odio y los intereses antipatrióticos terminan por convertir, a cualquier ser humano, en una bestia. El nacionalismo extremo ha sido siempre fuente de errores que, además, han llegado hasta los más horribles crímenes en la historia humana. Ese nacionalismo está en las raíces del fascismo. Así ha ocurrido y seguramente, seguirá ocurriendo, a lo largo de la historia hasta que se acabe el odio de los explotadores lanzado como flecha envenenada contra los explotados, contra todos los pobres de la tierra.

Esa es la oligarquía y no la clase trabajadora tica.

Al fin de cuentas es la lucha del odio contra el amor, contra la justicia y contra la igualdad para todos.

Si los diputados que ahora agreden a Nicaragua hubieran pensado en el bienestar del pueblo nicaragüense, por lo menos uno de ellos, debía exigir al Gobierno imperialista de los Estados Unidos que honre la deuda impaga y que tendrá que pagar llegado el momento, que necesariamente llegará. Cubren al yanqui y atacan a la víctima de la criminalidad imperialista.

Esta deuda es el resultado de la sentencia dictada el 27 de junio de 1986, con la cual culminó la demanda interpuesta por el Estado de Nicaragua contra los Estados Unidos, por las violaciones a las normas internacionales en contra de su pueblo, ante la Corte Internacional de Justicia. Se trata de sentencia firme e inapelable.

Según la sentencia de ejecución de las decisiones principales, Estados Unidos debe pagar al pueblo nicaragüense la suma de 17.000. 000.000 de dólares de USA (Diecisiete mil millones de dólares de los Estados Unidos).

Todos los miembros de la Organización de las Naciones están obligados al cumplimiento de las sentencias y de otras decisiones de la Corte Internacional de Justicia, sin excepción alguna. Siempre ha habido y hay jueces propuestos por los Estados Unidos y los hubo en la decisión que se adoptó en relación con los daños ocasionados a Nicaragua (a su pueblo) por la intervención de los Estados Unidos.

Estos jueces son nombrados por la Asamblea General de las Naciones Unidas y por los miembros del Consejo de Seguridad.

Poco después de ser dictada la sentencia principal a favor de Nicaragua, en otra resolución la misma Corte Internacional de Justicia, cuantificó la indemnización correspondiente a los daños ocasionados.

Esta se produjo en 1989 y estimó que por los daños causados al pueblo de Nicaragua, los Estados Unidos debían pagar la suma que mencioné antes: 17 mil millones de dólares. En la sentencia se hace una rigurosa mención de los daños, entre ellos: destrucción de infraestructura, puentes, torres de transmisión de electricidad, represas, centros de salud, centros de educación, producción agrícola, pérdida de miles de vidas humanas, bloqueo de puertos y una gran cantidad de otros daños ocasionados por esa guerra auspiciada por el Gobierno de los Estados Unidos. Esta agresión, además produjo muchos muertos y heridos, incluyendo a costarricenses que lucharon como voluntarios contra la agresión yanqui.

El texto de las sentencias citadas es bien conocido, si fuera necesario las publicaría, solo que este momento no las tengo a mano a consecuencia que estoy secuestrado por el coronavirus.

Daniel Ortega Saavedra perdió las elecciones presidenciales de 1990, por un estrecho margen. Reconoció su derrota y asumió la Presidencia la señora Violeta Barrios de Chamorro. Deseo destacar aquí que fue esta señora Presidenta la que ilegal e inconstitucionalmente trocó el cobro de los términos de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia por la promesa de empréstito que nunca se cumplió.

Esta señora Presidenta es, precisamente, la madre del rabioso enemigo del sandinismo que publicó el injurioso y hasta violento artículo que apareció en las páginas de “La Nación” del 13 de mayo, el mismo en que se aprobó la moción.

Una aclaración que puede ser necesaria.

En alguna ocasión en que publiqué unas notas de solidaridad con el Gobierno Sandinista, alguien de manera poco respetuosa, pero apenas soportable, con la intención de quitarle fuerza a mis argumentos dijo: –«Es que don Humberto es amigo de Daniel Ortega».

No es por razones personales que defiendo al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Conozco su historia y la de los siempre vivos héroes fundadores: Carlos Fonseca Amador y Tomás Borge. Ya antes mantenía relaciones con los comunistas, especialmente con el compañero Pedro Turcios. A Daniel lo conocí hace ya más de cuarenta años, lo respeté como hermano y compañero, le mantengo mi respeto al a él y a su esposa, combatiente sandinista, Rosario Murillo.

Encabezados por Daniel están presentes un grupo de combatientes a quienes quiero como a buenos hermanos. No podría mencionarlos a todos, pero no puedo dejar de señalar los más cercanos, Roberto Calderón (fallecido), Jacinto Suárez (fallecido), Isabel Turcios, Carlos Fonseca Terán, hijo de Carlos Fonseca Amador y muchísimos más. Todos son mis hermanos, porque son revolucionarios fieles a su causa y esa causa es mi causa.

No es entonces por ninguna amistad personal, es porque con todos ellos comparto una convicción revolucionaria, que para ser verdadera debe ser sincera y nunca plana. El sandinismo es antimperialismo, es libertad, autodeterminación y bienestar y justicia para el pueblo trabajador.

Por lo demás, que los enemigos digan lo que quieran, no les prestaré ninguna atención.

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