Ariel Basteiro*
Desde el 14 de noviembre cuando se provoca el golpe cívico militar a Evo Morales en Bolivia, se desarrolló el plan A, pensado por la CIA y los poderes hegemónicos, que consistía en organizar acciones e intentos para institucionalizar y legalizar al gobierno de Jeanine Añez. El objetivo era que la usurpadora Añez gobernara hasta borrar cualquier vestigio masista.
Dicho plan fue fracasando por errores y desaciertos graves del gobierno golpista, hasta que tomaron la decisión de pasar al siguiente plan, el plan B, posibilitando las elecciones para el mes de octubre y apurados por las circunstancias de vislumbrarse un nuevo triunfo del MAS, encabezado, en esta elección, por Luis Arce y David Choquehuanca.
Este plan B, consiste en tratar de unir a la oposición. Para ello hicieron renunciar esta semana a Jeanine Añez, mientras en los próximos días Tuto Quiroga (2% en las encuestas) se irá de la carrera electoral. Ya en octubre al candidato que se ubique en tercer lugar en las encuestas, tendrá la presión mediática para imitar la actitud de Añez y Quiroga.
La derecha violenta y reaccionaria seguramente prefiere a Fernando Camacho, responsable de los levantamientos de Santa Cruz de la Sierra en noviembre pasado, para disputar con el MAS si es que logra superar en expectativas electorales a Carlos Mesa. De no lograrlo aceptarán a regañadientes votar al expresidente hoy candidato de la derecha moderada. El caso del coreano boliviano Chi Hyun Chung, un outsider de la política no perjudicará ni a uno ni a otros y llegará al fin del proceso electoral repitiendo su perfomance del 2019.
Como la posibilidad de que el plan B será de difícil materialización, está en carpeta el plan C, que consiste en frenar la llegada de un nuevo gobierno de izquierda a Bolivia a como dé lugar y la trampa lisa y llana es el camino elegido.
Añez se baja de la contienda para “darle algún atisbo de neutralidad”, pero esta elección que fue organizada por la derecha, que tienen a la policía y al ejército golpistas en la tarea de distribución y recolección de urnas, en el control de lugares de votación y con un centro de cómputo en manos de los amigos de Añez, sumado a ello un muro mediático que jugará abiertamente en contra de la fórmula Arce-Choquehuanca, permite suponer que se repetirán hechos lamentables para la democracia en Bolivia con el afán de no permitir la llegada al gobierno de los seguidores de Evo Morales.
Los intereses empresariales del litio y la derecha republicana de EEUU quienes, a través de su mandada Jeanine Añez, provocaron masacres entre la población civil, persecución política, opositores presos, asilados en las embajadas y exiliados, no promovieron, financiaron y auspiciaron la desestabilización de Evo Morales para tener que entregar el poder once meses después a un gobierno que encabezarán el ministro de Economía y el canciller del mismísimo Evo.
Está en sus intenciones manejar el mineral del futuro, el litio, y para ello necesitan tiempo, por eso el golpe a Evo y todo el proceso que hoy se vive en la política boliviana tiene gusto a sal, gusto a litio. Sólo basta recordar las declaraciones del magnate de este mineral del futuro y financista de las campañas del partido republicano norteamericano, Elon Musk, quien con todas las palabras se adjudicó este y otros golpes futuros en función de manejar y quedarse con este mineral de los países periféricos y en lo que no lo son tanto.
El otro objetivo implícito que incentivó a Trump y Musk fue forzar la derechización de Latinoamérica después del triunfo de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, y de esa forma dejar en el Palacio quemado sede del gobierno boliviano a un gendarme de sus intereses, como lo hicieron en Brasil, Ecuador, Colombia o Chile.
En definitiva, el triunfo del MAS dependerá de la conciencia del pueblo boliviano y que sea abrumadora la diferencia en votos para que no puedan justificar ninguna trapisonda. Las encuestas dan un panorama alentador, pero son encuestas, se verá cómo se desarrollan las elecciones. Recordemos que Evo Morales cada vez que se impuso en una elección y pudo mantenerse en el gobierno lo hizo con victorias del 52%, 64% y 62%, la única vez que no superó el 50 %, no quisieron reconocer el triunfo inapelable que había logrado y realizaron el golpe.
Esperamos alertas y esperanzados que esta mala práctica de la derecha no vuelva a repetirse.
(*) Exembajador en Bolivia (2012-2015)