Han pasado 199 años desde que Estados Unidos implementó la doctrina Monroe cuyo espíritu se resume en la frase «América para los americanos» y la cual ha sido catalogada como la base de la política expansionista del país norteamericano.
Aunque la doctrina, que data del mandato del entonces presidente James Monroe, de ahí su nombre, se vendió como una idea en contra de la colonización europea y el peligro, que según EEUU, representaba el entonces Imperio ruso, lo cierto es que se convirtió en el arma política estadounidense para extenderse por la región latinoamericana.
Al documento de Monroe, en 1904 y bajo el mandato de Theodore Roosevelt, se le añadió un corolario, el cual establecía que si un país amenazaba los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses en naciones del continente americano, EEUU «se veía obligado» a intervenir en los asuntos del país en cuestión.
Aunque de acuerdo con Ismene Brás, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México, en el siglo XIX y parte del XX, en América sí hubo actos de injerencia por parte de potencias europeas como Francia e Inglaterra, pero el lema de ‘América para los americanos’ siempre ha sido ambiguo en la práctica, pues quien históricamente se ha visto mayormente beneficiado ha sido Estados Unidos.
Sin embargo, la doctora en filosofía e internacionalista apunta que la política injerencista de Estados Unidos no comenzó con la doctrina Monroe; sin embargo, es justamente por estos actos de expansionismo que la doctrina es vista como un arma para la política de injerencia.
Al respecto, Daniel Garay, académico de la UNAM, indica que desde que se estableció la doctrina, esta se ha aplicado a conveniencia de Estados Unidos y selectivamente.
Aunque en 2013, el entonces secretario de Estado de EEUU, John Kerry, aseguró ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que la política de la doctrina Monroe había acabado y que la relación en el país latinoamericano debía ser entre iguales.
Este discurso ha sido replicado por el actual Gobierno de Joe Biden. En noviembre de 2021, cuando el presidente de EEUU y el de México, Andrés Manuel López Obrador, se reunieron en Washington, el mandatario del país latinoamericano agradeció a su homólogo el trato respetuoso y, dijo, «no nos ven como patio trasero».
Pese a ello, Ismene Brás indica que si bien ya no se habla de una doctrina Monroe como tal, lo cierto es que el neoimperialismo ha impuesto nuevas formas por las cuales EEUU sigue teniendo prácticas injerencistas.
La experta señala que aunque dichas formas no sean una política en forma o incluso visibles, sí juegan un papel importante en cuanto a las relaciones socioeconómicas de la región. Un ejemplo de esto es la relación de Latinoamérica con China.
Daniel Garay señaló que el triunfo de los Gobiernos de izquierda en países como Argentina, Chile y Colombia ha implicado también un proceso de alejamiento de estos países con Estados Unidos, país que, asegura, no quiere perder su preponderancia en la región.
China, explica, tiene un fuerte anzuelo para llamar la atención de América Latina: la Nueva Ruta de la Seda, un desarrollo global de infraestructura impulsado por China desde 2013 que se ha convertido en una de las banderas del Gobierno de Xi Jinping.
De acuerdo con Ismene Brás, Estados Unidos vende la imagen de que China es un «país agresivo»; sin embargo, dijo, el territorio asiático se ha visto también históricamente asediado por la nación norteamericana. Esta percepción impulsada por EEUU contra China y Rusia, también influye en las relaciones socioeconómicas e ideológicas.
Pese a esto, aseveró Daniel Garay, China y Rusia han ganado espacios en América Latina, sobre todo en Sudamérica, mientras que Estados Unidos se ha rezagado de la región, lo cual es también un síntoma de la desconfianza que las naciones latinoamericanas sienten hacia el país norteamericano por los agravios históricos.