Eduardo Andrade Bone* | prensabolivariana
Desde finales de agosto de 2025, el bucanero Donald Trump ha desplegado una fuerza naval significativa en el sur del Caribe, incluyendo ocho buques de guerra, un submarino nuclear, aviones F-35 y unos 4.500 efectivos, con el objetivo declarado de combatir presuntamente el narcotráfico procedente de “Venezuela”.
El 2 de octubre de 2025, Trump emitió un memorando declarando que EE. UU. está en un «conflicto armado» con los cárteles de drogas, clasificándolos como «combatientes ilegales» y autorizando operaciones militares de muerte contra ellos.
Cabe destacar que informes recientes de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), respaldan la afirmación de que Venezuela no es un productor significativo de drogas ni un punto de tránsito mayoritario bajo el gobierno de Nicolás Maduro.
El Informe Mundial sobre Drogas 2025, publicado en junio de 2025, indica que: Venezuela ha sido libre de cultivos de hoja de coca y marihuana durante los últimos 15 años. No hay evidencia de producción a gran escala de cocaína u opioides en el país, y el tránsito marítimo o aéreo es mínimo.
Expertos de la ONU y la UE coinciden en que Venezuela está «lejos de ser un narco país», aunque reconocen desafíos regionales con grupos de narcotraficantes diversos. La ONU no afirma que «no existe» tráfico alguno (hay casos aislados), pero sí que no es un problema estructural bajo el gobierno de Maduro, lo que cuestiona el pretexto de las operaciones criminales del bucanero Trump en el Caribe.
En este plano, se han reportado al menos cinco ataques aéreos o marítimos contra embarcaciones en aguas internacionales del Caribe, supuestamente involucradas en el tráfico de drogas desde Venezuela, los cuales incluyen: Un ataque criminal el 1 de septiembre que asesino a 11 personas en un bote vinculado al presunto Tren de Aragua. Otro el 3 de septiembre que resultó en tres muertes adicionales con las mismas características criminales de antes y sin ninguna prueba de tráfico de drogas. Un tercero, cuarto y quinto en las últimas semanas, con cuatro muertes más en el más reciente anunciado el 3 de octubre por el exalcohólico secretario de Defensa, Pete Hegseth.
Esto suma al menos 18 muertes reportadas en estas provocaciones o incidentes, y el número de «crímenes extrajudiciales» podría interpretarse como estos cuatro o cinco ataques (dependiendo de cómo se cuenten las operaciones). La organización criminal denominada Pentágono, afirma que las naves eran «narcoterroristas», pero hasta ahora, no han presentado pruebas públicas de drogas a bordo de embarcaciones menores.
Ante los diversos asesinatos cometidos, expertos legales, organizaciones de derechos humanos y la ONU, han calificado estos ataques como potenciales «ejecuciones extrajudiciales», carente de toda evidencia de tráfico de drogas. No hubo intercepción, registro ni arresto previo; se usó fuerza letal criminal directamente.
El derecho internacional establece que los Estados no pueden usar la fuerza militar contra otro país salvo en casos de legítima defensa o con autorización del Consejo de Seguridad de la ONU. Tampoco pueden ejecutar a presuntos delincuentes sin un proceso judicial.
Además, los hechos han ocurrido en aguas internacionales sin jurisdicción de EE.UU. sobre naves venezolanas, lo que viola la soberanía y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (que prohíbe ejecuciones arbitrarias). La ONU y organizaciones de DDHH, expresan que esto equivale a «asesinatos arbitrarios» y viola el derecho a la vida, especialmente si las víctimas eran civiles o no representaban una amenaza inminente.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, solicitó una investigación penal, pues se están asesinando personas en alta mar sin juicio, sin pruebas, sin respeto por los DDHH y el derecho internacional.
Diversos políticos demócratas, opinólogos y personalidades diversas de los EE.UU. critican que estos hechos exceden las autoridades constitucionales, sin aprobación explícita del Congreso, para un «conflicto armado». Lo que ha generado un debate intenso, los que consideran estos ataques como «crímenes de guerra» o «piratería estatal» o conductas propias de mafiosos del gobierno de Trump, como Marcos Rubio, neoconservador y gusano anticubano o Pete Hegseth, exalcohólico y secretario de guerra de los Estados Unidos, que ha sido ampliamente criticado por la prensa de su propio país, ante estos hechos criminales y todo por orden del bucanero Donald Trump.
Lo cierto de todas estas incursiones criminales del gobierno de los Estados Unidos en el mar Caribe y cerca de Venezuela, no es otra que crear condiciones apropiadas para producir un cambio de régimen. Diversos críticos y artículos de prensa sugieren que el despliegue militar (el mayor desde la Guerra Fría) es un ensayo para un cambio de régimen, recordando declaraciones pasadas de Trump sobre el «petróleo venezolano», lo que alimenta las sospechas de motivaciones geopolíticas o económicas, pues ahora el bucanero Trump busca hacerse con los recursos naturales de Venezuela.
Países como Colombia, China, Rusia, Bolivia, CARICOM, CELAC, ALBA-TCP han expresado inquietud por un hostigamiento militar sistemático» de EE.UU. contra Venezuela y el Caribe. Los actos de hostigamiento militar sistemático por parte del Imperio norteamericano, se manifiestan en un patrón de agresiones que buscan desestabilizar la región (Venezuela, Colombia, Nicaragua y Cuba) infundiendo terror e imponer una lógica de intimidación propia de la doctrina nazi fascista.
Estos eventos criminales bajo la administración Trump, representan una escalada peligrosa que podría interpretarse como los «5 crímenes extrajudiciales» que están alineados con las críticas por falta de respeto al derecho internacional. Publicaciones recientes lo ligan a los ataques extrajudiciales y amenazas de invasión a Venezuela, viéndolo como un «ensayo para una dictadura» o «piratería estatal».
Críticos como exaliados republicanos (Mitch McConnell) describen al bucanero Trump y su gobierno, como el «período más peligroso desde la Segunda Guerra Mundial». En contextos de Venezuela, se podría calificar como «invasión inminente» o un Bahía de cochinos, similar a expansiones hitlerianas o sionistas (Gaza), y la aparición del «Cuarto Reich americano».
La historia de los bucaneros del siglo XVII no era tan romántica como en las novelas, eran saqueadores con bandera inglesa, holandesa, española o francesa, robando oro y especias en nombre de la corona. Aquí, el botín sería el petróleo venezolano, que representa el 18% de las reservas mundiales, más que Arabia Saudita.
Pero el bucanero Trump no solo quiere los recursos naturales de Venezuela, también los de Colombia, Canadá, México, Brasil y Groenlandia, entre otros, pues los piratas (empresarios) norteamericanos, ya tienen bajo su control los recursos naturales de Ucrania, un 50% de ellos cedidos por el dictador de facto Volodymyr Zelenskyy, que gobierna bajo “ley marcial”.
Finalmente, cabe mencionar que el bucanero Trump, que tiene una mentalidad nazi fascista, confirma a escala global un deterioro significativo de la imagen de EE.UU. en el mundo, bajo este segundo mandato de Trump y que ahora quiere transformar a Venezuela en una segunda Gaza o Vietnam, mientras muchos esperan ya, que termine como un Benito Mussolini.
*Blog de Eduardo Andrade Bone. Analista Político y Comunicador Social.