
Tehran Times
* Mientras los Estados hablan de progreso, una contradicción eclipsa el proceso. Israel no se ha adherido a ningún tratado de desarme: ni a la Convención sobre las Armas Químicas, ni al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), ni a ningún marco vinculante diseñado para restringir las armas de destrucción masiva
Teherán – La 30.ª Sesión de la Conferencia de los Estados Partes en la Convención sobre las Armas Químicas (CEP30), inaugurada el 24 de noviembre, busca simbolizar la cooperación internacional contra el flagelo de las armas químicas. Los delegados se reúnen para reafirmar la responsabilidad colectiva, la transparencia y la determinación compartida de prevenir los horrores del uso de armas de destrucción masiva.
Sin embargo, incluso mientras los Estados hablan de progreso, una contradicción eclipsa el proceso. Israel no se ha adherido a ningún tratado de desarme: ni a la Convención sobre las Armas Químicas, ni al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), ni a ningún marco vinculante diseñado para restringir las armas de destrucción masiva.
Esta negativa convierte a Israel en el mayor obstáculo para el establecimiento de un Oriente Medio libre de armas nucleares y químicas, una visión respaldada desde hace tiempo por las Naciones Unidas, pero bloqueada en la práctica por la resistencia de Tel Aviv.
Aprobación alemana
La complicidad occidental quedó al descubierto cuando el canciller alemán, Friedrich Merz, describió los ataques israelíes de junio de 2025 contra Irán como «el trabajo sucio que Israel nos está haciendo a todos». Con esta frase, Merz admitió que Israel actúa como instrumento de Occidente, llevando a cabo ataques que otros prefieren no llevar a cabo abiertamente. La observación es contundente: reconoce la ilegalidad e inmoralidad de los ataques, a la vez que los avala. La declaración de Alemania expone la hipocresía de los gobiernos occidentales que afirman respetar el derecho internacional, pero celebran las violaciones cuando las cometen sus aliados.
Retórica nuclear
El peligro que representa Israel no es hipotético. El primer ministro Benjamín Netanyahu ha utilizado repetidamente la Asamblea General de la ONU para amenazar a Irán con imágenes nucleares. En 2012, blandió la caricatura de una bomba para dramatizar sus advertencias. En 2023, fue acusado de invocar explícitamente una «amenaza nuclear creíble» contra Irán, una declaración que Teherán condenó por imprudente y desestabilizadora.
Aún más escalofriante, en noviembre de 2023, el ministro de Patrimonio de Israel, Amichai Eliyahu, sugirió que «atacar con armas nucleares a Gaza» era una opción. Aunque Netanyahu lo suspendió de las reuniones de gabinete y desmintió la afirmación, el hecho de que tal retórica surgiera de un ministro en funciones ilustra cómo el chantaje nuclear y las amenazas genocidas se han vuelto habituales en el discurso político israelí. Estas declaraciones no son deslices aislados; reflejan una cultura política donde se contempla abiertamente el uso de armas de destrucción masiva contra la población civil, incluso si luego se retracta.
Agresión regional
El historial de campañas militares de Israel en Gaza, Líbano, Siria e Irán demuestra su disposición a actuar al margen del derecho internacional. Informes de medios occidentales han documentado el uso de armas prohibidas, como el fósforo blanco, en zonas densamente pobladas, dejando a los civiles sometidos a las peores consecuencias de los ataques indiscriminados. Desde el 7 de octubre de 2023, cerca de 70.000 palestinos han muerto en Gaza como consecuencia de su brutal guerra. En el Líbano, los ataques israelíes de los últimos dos años han causado la muerte de unas 4.000 personas, lo que pone de relieve la magnitud de la destrucción en la región.
Lo que hace aún más alarmante este historial es la dependencia de Israel del armamento suministrado por Occidente para llevar a cabo estos ataques. Aviones de combate de fabricación estadounidense, misiles de precisión y artillería de fabricación europea se han desplegado en ataques que han devastado a la población civil de Gaza y el Líbano. Organizaciones de derechos humanos e investigaciones de los medios de comunicación han rastreado el origen de estas armas, mostrando cómo los gobiernos occidentales facilitan las campañas de Israel al proporcionar las mismas herramientas utilizadas en las matanzas.
La combinación de municiones prohibidas, armas occidentales y asombrosas bajas civiles pone de relieve una doble impunidad: Israel actúa por encima de la ley, inmune a la rendición de cuentas, mientras que sus aliados evaden la responsabilidad de armarlo y respaldar sus acciones.
intereses occidentales
La impunidad de Israel no es accidental; es una práctica común. Occidente pretende que Israel eluda el derecho internacional porque su militarismo desenfrenado favorece los intereses estratégicos occidentales en Asia Occidental. Protegido por Estados Unidos en la ONU y armado con tecnología occidental, Israel desestabiliza la región de maneras que benefician a sus aliados. La responsabilidad del comportamiento de Israel no recae solo en Tel Aviv, sino también en Washington, Berlín y otras capitales que permiten y fomentan su desafío.
La advertencia de Irán
En la CSP30, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, criticó la negativa de Israel a adherirse a la Convención sobre Armas Químicas y advirtió sobre su papel desestabilizador. Sus comentarios, aunque diplomáticos, subrayaron una realidad más amplia: la sombra nuclear de Israel amenaza no solo a Irán, sino a todo el orden internacional. Al bloquear la creación de una zona libre de armas de destrucción masiva en Oriente Medio, Israel garantiza que la paz y la estabilidad sigan siendo difíciles de alcanzar.
Con motivo de la CSP30, la comunidad internacional debe confrontar la hipocresía de tolerar el arsenal y la agresión de Israel. Según el Cuaderno Nuclear de la Federación de Científicos Estadounidenses (FAS), se estima que Israel posee alrededor de 90 ojivas nucleares, y otros analistas independientes sugieren que la cifra podría acercarse a las 200. Su negativa a adherirse a cualquier tratado de desarme lo convierte en el principal obstáculo para la paz en Asia Occidental y en el mundo. Para que los regímenes de desarme mantengan su credibilidad, deben exigir cuentas a Israel o arriesgarse a invalidar los elevados compromisos de la CSP30.