El dolor es una mercancía de guerra

El flujo de refugiados era constante en las puertas de Grecia, aunque Europa decidió cerrar el corredor de los Balcanes. El acuerdo de la Unión Europea llevó la desesperanza a los campamentos de refugiados.

 

La Unión Europea acordó devolver a los refugiados a Turquía a cambio de tres mil millones de euros, con lo que se derrumbaron ayer las esperanzas de miles de refugiados que esperan cruzar el paso fronterizo de Idomeni, en Grecia, para poder llegar a Europa central. Las autoridades de Macedonia bloquearon la entrada y prohibieran el ingreso incluso al reducido grupo diario al que le estaba habilitado el paso.

Desde hace tres semanas, miles de personas que llegaron a Grecia por el mar Egeo se fueron amontonando en la frontera con Macedonia, luego de que Austria cerrara su frontera y provocara un efecto dominó en los países de la ruta de los Balcanes. Unas 14.000 personas quedaron atrapadas en el campamento de Idomeni, mientras que alrededor de 30.000 están en el resto del país a la espera de una decisión que los deje seguir avanzando, una esperanza que han visto caer luego de que la Unión Europea (UE) acordara hoy devolverlos a Turquía a cambio de 3000 millones de euros.

Anoche, cuando las lluvias no daban tregua, el campamento de Idomeni fue un verdadero caos: oscuridad total, personas corriendo por el barro con niños en brazos buscando refugio, solo reservado para los que tienen algo de dinero y pudieron comprar carpas a la mafia.

“La gente está cansada y desesperada, pero tampoco tiene otra opción más que la de esperar”, señaló Jan Vandlam responsable de Médicos sin Fronteras (MSF) en Idomeni. Los primeros de la fila, que durmieron cerca del puesto fronterizo, despertaron con la esperanza de cruzar pero en cambio se encontraron con la imagen de un grupo policías que devolvían a Grecia, a cuatro afganos que habían sido atrapados, aparentemente, cuando intentaron cruzar ilegalmente. Un portavoz policial confirmó que en las últimas 24 horas ni una sola persona cruzó la frontera hacia Macedonia mientras que en Grecia, el flujo migratorio no se detiene.

En el otro extremo del país, en el Puerto del Pireo, cientos de personas siguen llegando cada día y han comenzado a utilizar las cuatro terminales y el exterior como un campamento improvisado. Allí, el número de refugiados nunca baja de las 2000 personas, pese a que las autoridades griegas realizan traslados a los centros de refugiados. En los centros de recepción de la capital, por su parte, hay unas 8300 y otros 19.000 en las diversas instalaciones en el norte de Grecia. A su vez, en las islas del Egeo, otras 6.900 personas esperan a ser trasladadas a Atenas o al puerto de Kavala, en el norte del país.

Los afganos, a quienes hasta hace algunas semanas se les reconocía el estatus de refugiados automáticamente, protestaron esta mañana en el recinto del puerto al grito de “somos seres humanos, abran la frontera”.

En el acuerdo alcanzado por los líderes de la UE y Turquía distinguen entre “inmigrantes irregulares” y refugiados sirios, pero no se menciona a los afganos o a los iraquíes. El responsable de Acnur para Europa, Vincent Cochetel, criticó ayer a los Veintiocho por hacer esa distinción cuando en realidad “el 91 por ciento de los que llegan a las costas griegas son sirios, iraquíes y afganos que están huyendo de un conflicto y no están solo buscando una vida mejor”.

En la cumbre de Bruselas, los líderes de la UE dejaron claro su postura: “Los flujos irregulares de inmigrantes a lo largo de la ruta de los Balcanes occidentales han llegado a su fin”, incluso para quienes escapan de los conflictos armados en sus países. Sin más explicaciones, todos los inmigrantes que vendieron hasta sus casas para escapar de la guerra y arriesgaron sus vidas cruzando el Egeo a bordo de frágiles embarcaciones, se quedaron sin opciones.

Mientras tanto, las autoridades griegas, que parecen estar marginadas de la UE, siguen construyendo centros de recepción para anticiparse a los cientos de refugiados que siguen llegando y quieren trasladarse a Idomeni. “Entendemos que la gente tiene la esperanza y dicen ‘voy a ser uno de los que cruzan la frontera’ a pesar de que la apertura sea apenas un goteo”, dijo el portavoz del comité de respuesta de emergencia del gobierno griego, Giorgos Kyritsis.

Menos comprensivo se mostró ayer el primer ministro griego, Alexis Tsipras, quien apoyó el acuerdo de la UE para expulsar a la vecina Turquía a todos los demandantes de asilo que no sean sirios e iraquíes, la nueva y limitada definición de refugiados que impusieron los países europeos.

Según Tsipras, el acuerdo, cuestionado por todas las organizaciones humanitarias que ayudan a los refugiados en Europa, “cierra la vía a otros migrantes” y esto pondría fin, sostuvo, al “drama humano en el mar Egeo”, en donde cerca de 4000 personas murieron ahogadas desde el año pasado.

 

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