Brexit golpea economía de Gran Bretaña

“La incertidumbre del referendo ha afectado decisiones económicas cruciales en la inversión, en la construcción y en la vivienda”, dijo el director del Banco de Inglaterra. Tres firmas cerraron la devolución de los fondos invertidos.

 

En medio de la crisis del Brexit y con un vacío político que no llenan ni el partido conservador ni la oposición laborista, la economía está trastabillando. El director del Banco de Inglaterra Mark Carney anunció una reducción de los encajes bancarios (reservas fijas) para aceitar el crédito ya que “hay claras señales de que los riesgos (del Brexit) se están cristalizando y la estabilidad financiera del Reino Unido está en peligro”. La caída de la libra a su nivel más bajo en 31 años, superando su desplome inicial tras el referendo, y el impacto sobre el índice FTSE 250 que concentra a las principales compañías vinculadas al sector doméstico, son algunas de las señales de una economía en aguas turbulentas. La más alarmante de todas fue el mini “corralito” que decretaron tres gigantes financiero-inmobiliarios, la Standard Life, M&G y Aviva, para los inversores en propiedades comerciales que quieran recuperar su dinero. En un intento de evitar una corrida, las tres firmas cerraron hasta nuevo aviso la devolución de los fondos invertidos.

Los fondos de inversión para la propiedad comercial representan unas 35 mil millones de libras y tienen un serio obstáculo para la devolución rápida de las inversiones: sus activos son propiedades que no se puede vender de la noche a la mañana. Nadie sabe si otros fondos seguirán el camino de estos tres gigantes, pero la presunción es que, como mínimo, unos cuantos lo harán. El potencial de contagio es grande. La propiedad comercial es ampliamente usada por la pequeña empresa como garantía para sus préstamos mientras que los bancos la usan como parte sustancial de su capital de base. Con el espectro siempre presente del estallido financiero de 2008, el Banco de Inglaterra ha llevado adelante un test sobre las entidades financieras para determinar si pueden resistir una caída del 30% en los precios de estos activos.

La semana pasada Marc Carney señaló que la economía británica estaba experimentando un “traumatic stress disorder” a causa del Brexit. Según indicó ayer “la incertidumbre del referendo ha afectado decisiones económicas cruciales en la inversión, en la construcción, en la vivienda”. El remedio que propuso fue un relajamiento de las restricciones sobre las reservas de los bancos para liberar “unas 150 mil millones de libras” (alrededor de 195 mil millones de dólares) que, si no se van por la canaleta de la especulación, servirían para la producción y el consumo.

El problema para Carney y el Banco Central de Inglaterra es que la incertidumbre que introdujo el Brexit no se calma con un par de medidas porque va a durar como mínimo dos o tres años. Nadie atina a alumbrar un camino claro e indoloro para la salida de la Unión Europea. Unos dicen que el Reino Unido tiene que invocar el artículo 50 del tratado europeo no bien elijan el reemplazante de David Cameron para “comenzar cuanto antes las negociaciones”. Otros en cambio opinan que hay que negociar antes de invocar el artículo 50 para tener una mejor mano. Ayer una de las más importantes firmas legales inglesas señaló que el artículo 50 solo puede activarse con una votación parlamentaria.

El panorama político tampoco ayuda. La carrera conservadora para reemplazar a Cameron se redujo ayer de cinco a tres candidatos. La ministra del interior, Theresa May obtuvo el apoyo de 165 diputados, seguida por la secretaria de energía Andrea Leadsom con 66 y Michael “Brutus” Gove con 48 votos. El ex ministro de defensa Liam Fox se retiró por quedar último y el cuarto, Stephen Crabb, lo hizo por motus propio. En la nueva ronda del jueves el que obtenga menos votos quedará eliminado y los dos primeros deberán ser elegidos en septiembre por los 134 mil afiliados conservadores.

El clima interno del Partido Conservador quedó en claro con el micrófono de Sky News que captó inadvertidamente las opiniones del ex ministro de economía conservador Kenneth Clarke sobre los tres candidatos. May era “bloody difficult”, Leadsom “extremely stupid” y Gove “wild”. La realidad es que la “difficult”, la “stupid” o el “wild” tendrá que hacerse cargo del regalo que les dejó Cameron con ese referendo que propuso hace dos años como una astuta maniobra electoral para neutralizar al xenófobo, antieuropeísta partido UKIP sin calcular que el tiro le podía salir por la culata.

Las cosas no andan mucho mejor en el equipo de suplentes. El Brexit disparó una crisis sin precedentes entre los diputados laboristas que buscan la renuncia del líder Jeremy Corbyn y la mayoría de los afiliados y sindicatos que lo apoyan. La crisis puede terminar con una nueva elección, con un improbable acuerdo entre las partes o con una escisión en el interior de un partido que, desde su origen, tuvo fuertes tensiones entre el ala izquierda y los sectores más centristas (marxistas y social demócratas a principios del siglo pasado, Blairistas y Corbynistas en este). En medio de este panorama, como si faltara algo, este miércoles pare la abuela luego de una larga agonía. La comisión Chilcot sobre la guerra en Irak, creada en 2009, dará a conocer su informe final luego de numerosas demoras y polémicas. Mucho dependerá de la crítica que le haga al ex primer ministro Tony Blair por su decisión de aliarse a George W Bush en la invasión a Irak en 2003. La guerra tensó la cuerda al máximo en el interior del laborismo: difícilmente sirva para calmar la actual tormenta.

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