BRICS: Evidencia del nuevo orden mundial

 

Fernando Esteche | Noticias PIA

Para mensurar el momento histórico que estamos viviendo, debemos establecer que la Cumbre de BRICS en Sudáfrica fue la consolidación inapelable del nuevo orden mundial, la llegada de la Multipolaridad.

La inminente derrota ucraniana en la guerra proxy frente a Rusia, y el evidente intento de escalamiento de la guerra a partir de Gaza y Yemen por parte del atlantismo, evidencian el punto de desesperación del hegemón. Dicha desesperación nace de la conciencia y la evidencia del declinacionismo del hegemón global como tal.

A partir de la ampliación de BRICS con las incorporaciones de nuevos miembros en la Cumbre de fines del año pasado en Sudáfrica (Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Etiopía y Argentina), el organismo se ha consolidado como la llave para aportar al Sur Global y al Este Global a superar el rol de proveedores de mano de obra barata y materias primas, y a consolidar su derecho a preservar identidad, autodeterminación, una política interior y exterior independiente y proteger sus valores tradicionales.

No obstante, el desequilibrio de los distintos PBI y de las economías, no libran al nucleamiento de tensiones producto de las notables asimetrías entre los distintos miembros. Lo mismo, la buena voluntad de sus declaraciones y principios no resuelven en el corto plazo la desigualdad, pero, a todas luces, son la condición de posibilidad de superar la fatal tendencia al colapso civilizatorio al que nos conduce el imperialismo predador.

Un nuevo bloque estratégico

Esta forma de articulación, emergente y poderosa, contrasta con el viejo esquema de articulación internacional, decadente y cada vez más inconsistente, organizado para reproducir la hegemonía del siglo XX y que, según reza su slogan, es un “orden basado en normas” y una “política exterior basada en valores”; normas que imponen los dominantes junto a valores que pretenden universalizar y que a menudo han sido excusa para efectivizar sus incursiones guerreristas.

Los países que fueron incorporados como miembros componen condiciones geopolíticas que superan en todos los índices comparables al propio Grupo de los 7, hasta aquí el cerebro y motor del desarrollo global desde el atlantismo.

Entre las consideraciones para la incorporación de cada país hay que atender el posicionamiento geopolítico de cada uno de ellos; también la cuestión demográfica que redunda en mercados; finalmente, entre tantas otras variables, las potencialidades productivas de cada cual.

No pasa desapercibido que entre las nuevas incorporaciones están tres de los más importantes productores de energía (Arabia Saudita, Irán y Emiratos Árabes Unidos) y que el bloque controla, por ejemplo, dos de los más importantes choke point del comercio mundial, como son Canal de Suez y Estrecho de Ormuz.

Los miembros en su conjunto concentran una porción determinante en la producción y comercialización de energía, estando en condiciones de resolver tanto la regulación de la dinámica de producción, como el precio internacional, lo mismo que la moneda de intercambio.

Argentina pierde el rumbo

La fallida incorporación de Argentina —como consecuencia de la llegada al gobierno de un experimento neoliberal radical—, el que habría sido el primer país hispanoparlante y segundo país latinoamericano al bloque, ha sido verdaderamente penoso.

El país austral, junto a Brasil (integrando a Uruguay, Bolivia y Paraguay – MERCOSUR), controla el complejo de navegación fluvial por el cual circula gran parte de las proteínas del mundo, pero también gran parte de las exportaciones en general de estos países.

La llamada Cuenca del Plata es un espacio geopolítico determinante. En ella los ríos navegables son vía troncal de comunicación que penetra en la región, estableciendo comunicación fácil y barata, y articulando como proyección de los océanos el interior al mundo. Quien lo controle controla toda la región.

Al igual que la cuenca del Misisipi, la del Volga, la del Yan Tse, etc. son las claves de la unidad nacional de EE.UU., Rusia y China. Como el Rin y el Danubio espacios de guerra o de integración. O como las vías navegables de los países pobres, espacios de acceso de los poderes externos para la apropiación y colonización de territorios, para la “diplomacia de cañoneras” y el “libre comercio”.

Desdolarización, lenta pero segura

BRICS tiene un formato de cooperación interestatal que articula distintas culturas, sistemas económicos diferentes, y sistemas políticos desiguales. La posibilidad de esta articulación está basada en los principios de igualdad soberana, respeto por la elección del propio camino de desarrollo y consideración de los intereses de cada uno.

Está claro que los BRICS son una articulación de un nuevo orden mundial menos injusto que propone una cooperación igualitaria y mutuamente beneficiosa. Eso en cuanto a sus postulados explícitos. Numerosos son los países en proceso de incorporación, desde Venezuela en sur América hasta Pakistán en Asia, y muchos países africanos que vienen desarrollando un propio proceso de des-neocolonización.

Un rol determinante, juegan los BRICS en el sistema monetario y financiero internacional. Tienen el objetivo manifiesto de desarrollar la cooperación interbancaria, facilitar la transformación del sistema de liquidación internacional y ampliar el uso de las monedas nacionales de los países miembros en el comercio mutuo.

La necesidad de encontrar formas alternativas de liquidación transfronteriza es obvia. La hegemonía del dólar es la más clara manifestación del sistema imperialista que promueve desigualdad y financiarización.

El fenómeno de la desdolarización ya está en marcha. No se trata de la implosión del dólar, pero sí se va desacoplando como moneda de reserva, moneda de referencia y moneda de intercambio.

China paga su petróleo importado de Arabia Saudí en renminbi, mientras que Emiratos Árabes Unidos comercia con India en rupias. Las exportaciones rusas son exclusivamente en rublos —esto empujado por las torpes sanciones que le impuso occidente—. Mientras el intercambio comercial sino-ruso bate nuevos récords, superando los 200.000 millones de dólares en 2023.

Hasta la cumbre prevista para octubre de este año, en Rusia, falta aún mucho evaluar a partir de lo que suceda en un mundo cambiante y asolado por los desesperados intentos restauradores del decadente imperialismo anglo norteamericano.

Todas las evidencias contemporáneas parecen reafirmar el camino que desandan los BRICS junto con la Organización de Cooperación de Shanghái, la Asociación Económica Euroasiática y otras entidades que vienen a plantear esquemas asociativos novedosos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *