Se estima que el motivo por el que el gobierno de Dilma rechaza a Dani Dayan es porque éste presidió, entre 2007 y 2013, el Consejo Yesha, que controla los territorios ilegalmente ocupados por colonos israelíes en Cisjordania.
Por estos días un nuevo ingrediente se sumó a la vasta lista de problemas enfrentados por el gobierno de Dilma Rousseff. Esta vez, no se trata de la crisis interna, en que política y economía se mezclan en un remolino turbulento: se trata de un incidente diplomático con Israel, quizá el más ruidoso entre ambos países desde la creación de aquel país, en 1948, cuando un brasileño, Osvaldo Aranha, era el presidente de la Asamblea General de la ONU y fue figura clave para el éxito de la iniciativa.
El caso empezó en agosto del año pasado, pero solamente ahora ganó peso. La negativa del gobierno brasileño en conceder el agrément, como se dice en el léxico diplomático el visto bueno, a Dani Dayan, nombrado embajador en Brasil por el primer ministro Benjamin Netanyahu, dio inicio a la crisis. Aunque el ministerio brasileño de Relaciones Exteriores jamás haya emitido un comunicado oficial, quedó en evidencia que el rechazo existe, una vez que, pasados cuatro meses, no hubo ninguna respuesta formal al pedido presentado por Netanyahu.
Entre bastidores, el argumento del gobierno brasileño es que Netanyahu “rompió una regla básica de las normas diplomáticas al anunciar el nombramiento antes de recibir de Brasil la información formal de que el agrément sería concedido”. Efectivamente, el primer ministro de Israel atropelló esa regla, creando malestar en Brasilia. Pero hay otra razón, quizá aún más fuerte: Dani Dayan presidió, entre 2007 y 2013, el Consejo Yesha, que controla los territorios ilegalmente invadidos y ocupados por colonos israelíes en Cisjordania, en detrimento de los palestinos. Además, Dayan se declara radicalmente contrario a la creación del Estado Palestino, reconocido de manera oficial por el gobierno brasileño, que, como parte del 70 por ciento de los países miembros de la ONU, condena las colonias ilegalmente instaladas por Israel en territorios ocupados, y defiende la creación del Estado Palestino.
La iniciativa de Netanyahu fue considerada “inaceptable” por un grupo de 40 embajadores jubilados, entre los cuales se encuentran cuatro ex ministros de Relaciones Exteriores y algunos de los grandes “cardenales” de la diplomacia brasileña. Pese a jubilados, muchos de los firmantes del duro documento todavía ejercen clara influencia en el cuerpo diplomático altamente profesional de Brasil, y es impensable que hayan lanzado el manifiesto públicamente sin previo visto bueno del gobierno.
La divulgación del manifiesto, el jueves 7 de enero, puso en evidencia la crisis y el malestar existente entre los dos países. Luego del desastrado anuncio por las redes sociales de la indicación de Dani Dayan para el puesto de embajador en Brasil, Netanyahu presentó formalmente el pedido de agrément, pero Brasilia jamás respondió.
El primer ministro de Israel intentó diversas veces hablar por teléfono con Dilma Rousseff. No fue atendido. Propuso, además, reunirse con ella en la cumbre sobre medio ambiente realizada en París en diciembre, para tratar específicamente del tema, y su consulta obtuvo como respuesta que no había ningún horario disponible en la agenda de la presidenta brasileña. El presidente de Israel, Deuven Rivlin, también llamó a su colega por teléfono, con idéntico resultado.
La semana pasada, el gobierno de Israel anunció que va a convocar el embajador brasileño en aquel país para informarle de “la gravedad del veto a Dani Dayan”, sin decir cuándo. La verdad es que todavía no hubo ningún veto formal y oficial: el gobierno brasileño prefirió no contestar al pedido de visto bueno a Dayan presentado por Israel.
Este fin de semana circularon rumores en Brasilia indicando que frente al hecho consumado, Netanyahu había desistido de la indicación. No hubo ninguna confirmación en Israel, pero en el ministerio brasileño de Relaciones Exteriores se comenta que sería la única salida, para evitar un rechazo formal al nombre de Dani Dayan, algo inédito en las relaciones entre los dos países.
Los términos inusualmente duros del manifiesto firmado por los 40 embajadores jubilados –entre ellos hay algunos que apoyan al gobierno de Dilma y otros que son francamente críticos– indican claramente el grado de irritación y malestar creado por la precipitación de Netanyahu, que muchos analistas de relaciones exteriores consideran, además, una provocación absolutamente innecesaria.
El conocido apoyo brasileño a la creación del Estado Palestino, reforzado en los gobiernos del PT a lo largo de los últimos 13 años, ya sería indicativo de que pretender nombrar como embajador en Brasil un dirigente de los invasores de territorios ocupados ilegalmente no sería precisamente una buena idea. Lo que se trata ahora es de evaluar las consecuencias de ese incidente entre ambos países.