Europa sometida por su “aliado” Estados Unidos

 

Vijay Prashad │ Consortiumnews

Europa tiene todas las razones para apoyar el desarrollo de una política exterior independiente que rechace el dominio y la militarización de Estados Unidos, en favor de la cooperación internacional y un orden mundial más democrático. Es difícil dar sentido a muchos acontecimientos de estos días.

El comportamiento de Francia, por ejemplo, es difícil de cuadrar. Por un lado, el presidente francés Emmanuel Macron cambió de opinión para apoyar la entrada de Ucrania en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Por otra parte, afirmó que Francia desea asistir a la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que se celebrará en Sudáfrica en agosto.

Por supuesto, Europa no es un continente totalmente homogéneo, con problemas en ciernes como la negativa de Hungría y Turquía a ratificar el deseo de Suecia de entrar en la OTAN en su cumbre anual de Vilna (Lituania) en julio. Sin embargo, la burguesía europea mira hacia el oeste, hacia las empresas de inversión de Wall Street para aparcar su riqueza, atando su propio futuro a la regencia de Estados Unidos. Europa está firmemente atada a la alianza atlántica, con poco espacio para una voz europea independiente.

En la plataforma No a la Guerra Fría (No Cold War) hemos estudiado detenidamente estos elementos de la política exterior europea. El Briefing no. 8, que constituirá el grueso de este boletín, ha sido redactado junto con el diputado al Parlamento Europeo, Marc Botenga, del Partido de los Trabajadores de Bélgica, o PTB-PVDA.

La guerra en Ucrania ha ido acompañada de un fortalecimiento del control y la influencia de Estados Unidos en Europa. Un importante suministro de gas ruso fue sustituido por gas de esquisto estadounidense. Los programas de la Unión Europea (UE) originalmente diseñados para fortificar la base industrial de Europa, ahora sirven para la adquisición de armas fabricadas en Estados Unidos.

Bajo la presión de Estados Unidos, muchos países europeos han contribuido a intensificar la guerra en Ucrania en lugar de impulsar una solución política para lograr la paz. Al mismo tiempo, Estados Unidos quiere que Europa se desvincule de China, lo que reduciría aún más el papel mundial de Europa y sería contrario a sus propios intereses.

En lugar de seguir la agenda de confrontación y perjudicial Nueva Guerra Fría de Estados Unidos, a los ciudadanos europeos les interesa que sus países establezcan una política exterior independiente, que abarque la cooperación global y un conjunto diverso de relaciones internacionales.

La creciente dependencia europea de EEUU

La guerra de Ucrania y la consiguiente espiral de sanciones y contrasanciones, provocaron una rápida disociación de las relaciones comerciales entre la UE y Rusia. La pérdida de un socio comercial ha limitado las opciones de la UE y ha aumentado la dependencia de EEUU, una realidad que es más visible en la política energética de la UE.

Como consecuencia de la guerra de Ucrania, Europa redujo su dependencia del gas ruso, sólo para aumentar su dependencia del gas natural licuado (GNL) estadounidense, más caro. Estados Unidos se aprovechó de esta crisis energética, vendiendo su GNL a Europa a precios muy por encima del coste de producción.

En 2022, Estados Unidos representaba más de la mitad del GNL importado en Europa. Esto da a EEUU un poder adicional para presionar a los líderes de la UE: si los envíos estadounidenses de GNL se desviaran a otro lugar, Europa se enfrentaría inmediatamente a grandes dificultades económicas y sociales.

Washington ha empezado a presionar a las empresas europeas para que se trasladen a Estados Unidos, esgrimiendo como argumento unos precios energéticos más bajos. Como dijo el ministro alemán de Economía y Acción por el Clima, Robert Habeck, Estados Unidos está «acaparando las inversiones de Europa», es decir, está promoviendo activamente la desindustrialización de la región.

La U.S. Inflation Reduction Act (2022) y la CHIPS and Science Act (2022) sirven directamente a este propósito, ofreciendo 370 mil millones de dólares y 52.000 millones de dólares en subvenciones, respectivamente, para atraer las industrias de energías limpias y semiconductores a Estados Unidos.

El impacto de estas medidas ya se está dejando sentir en Europa: Al parecer, Tesla está estudiando la posibilidad de trasladar su proyecto de construcción de baterías de Alemania a Estados Unidos, y Volkswagen ha puesto en pausa una planta de baterías prevista en Europa del Este, en lugar de seguir adelante con su primera planta norteamericana de baterías eléctricas en Canadá, donde puede recibir subvenciones estadounidenses.

La dependencia de la UE respecto a EE.UU. también se aplica en otros ámbitos. Un informe de 2013 del Senado francés preguntaba sin ambages: «¿Es la Unión Europea una colonia del mundo digital?».

La ley estadounidense de 2018 Clarifying Lawful Overseas Use of Data (CLOUD) y la ley estadounidense de 1978 Foreign Intelligence Surveillance Act (FISA) permiten a las empresas estadounidenses un amplio acceso a las telecomunicaciones de la UE, incluidos datos y llamadas telefónicas, lo que les da acceso a secretos de Estado. La UE está siendo espiada continuamente.

La creciente militarización va en contra de los intereses de Europa

Los debates de la UE sobre las vulnerabilidades estratégicas se centran sobre todo en China y Rusia, mientras que la influencia de Estados Unidos es prácticamente ignorada.

Estados Unidos cuenta con una enorme red de más de 200 bases militares y 60 mil soldados en Europa y, a través de la OTAN, impone la «complementariedad» a las acciones de defensa europeas, lo que significa que los miembros europeos de la alianza pueden actuar junto con Estados Unidos, pero no independientemente de él.

La ex secretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright lo resumió célebremente como «las tres D»: no «desvincular» la toma de decisiones europea de la OTAN, no «duplicar» los esfuerzos de la OTAN, no «discriminar» a los miembros de la OTAN que no pertenecen a la UE. Además, para garantizar la dependencia,

Estados Unidos se abstiene de compartir las tecnologías militares más importantes con los países europeos, incluidos gran parte de los datos y el software relacionados con los cazas F-35 que compraron. Estados Unidos lleva muchos años pidiendo a los gobiernos europeos que aumenten su gasto militar.

En 2022, el gasto militar en Europa Occidental y Central aumentó a 316.000 millones de euros, volviendo a niveles no vistos desde el final de la primera Guerra Fría. Además, los Estados europeos y las instituciones de la UE enviaron más de 25.000 millones de euros en ayuda militar a Ucrania.

Antes de la guerra, Alemania, Gran Bretaña y Francia ya figuraban entre los diez países con mayor gasto militar del mundo. Ahora, Alemania ha aprobado destinar 100.000 millones de euros a un fondo especial de mejora militar y se ha comprometido a gastar el 2% de su PIB en defensa.

Mientras tanto, Gran Bretaña anunció su ambición de aumentar su gasto militar del 2,2 por ciento al 2,5 por ciento de su PIB y Francia anunció que aumentará su gasto militar a unos 60.000 millones de euros para 2030, aproximadamente el doble de su asignación de 2017.

Este aumento del gasto militar se produce mientras Europa sufre su peor crisis del coste de la vida en décadas y se agrava la crisis climática. En toda Europa, millones de personas han salido a la calle para protestar. Los cientos de miles de millones de euros que se gastan en el ejército deberían dedicarse a resolver estos problemas urgentes. ¿Defenderá el pueblo europeo su soberanía o seguirá siendo la primera línea de las ambiciones de Washington?

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