El representante ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia, denunció durante una reunión del Consejo de Seguridad del organismo, que la Corte Penal Internacional «es una marioneta en manos de Occidente, que siempre está lista para ejercer pseudojusticia por encargo»
a noticia apareció como una broma de mal gusto y más que todo hace reflexionar sobre los intereses a los que responde la Corte Penal Internacional (CPI), institución que ahora ha anunciado, con bombos y platillos, que «emitió una orden de captura contra el presidente ruso, Vladímir Putin, por deportación de niños en zonas de Ucrania ocupadas por Rusia».
El representante ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia, denunció de inmediato, durante una reunión del Consejo de Seguridad del organismo, que dicha Corte «es una marioneta en manos de Occidente, que siempre está lista para ejercer seudojusticia por encargo».
Y es que hay elementos más que suficientes que muestran en toda su dimensión a quién responde esa institución, supuestamente encargada de hacer justicia y que jamás ha actuado contra quienes invaden países, bombardean poblaciones, matan y mutilan a millones de civiles, aplican sanciones catalogadas como crímenes de lesa humanidad, entre otras muchas violaciones.
No por casualidad, al conocer la decisión de la Corte de actuar contra el presidente ruso Vladímir Putin, una de las primeras reacciones fue del mandatario estadounidense Joe Biden, quien la consideró «justificada».
Solo unas preguntas podrían hacerse para identificar a dicha institución: ¿alguna vez, en las últimas décadas, ha condenado o se ha pronunciado contra los mandatarios que desde Washington ordenaron –precisamente hace 20 años por estos días– los bombardeos contra Iraq, la ocupación del país árabe y la muerte y mutilación de más de un millón de sus hijos?
¿Qué hizo la CPI cuando Estados Unidos invadió y ocupó Afganistán, cuando mató a miles de civiles de esa nación, una de las más empobrecidas del planeta? ¿Juzgaron acaso al mandatario estadounidense de entonces cuando el 24 de marzo de 1999, y durante 78 días y noches, ordenó bombardear Yugoslavia, matar miles de personas, niños entre ellos, destruir guarderías infantiles, hospitales, embajadas, estaciones de televisión, viviendas, fábricas, escuelas?
¿Juzgaron los altos magistrados de la Corte al entonces secretario general de la OTAN, Javier Solana, el hombre que cumplió la orden dada por el mandatario estadounidense, sin consultar al Consejo de Seguridad de la ONU, de apretar el gatillo y bombardear Yugoslavia?
¿Dónde están las acciones de la Corte Penal Internacional contra los presidentes de Estados Unidos que por más de 60 años han aplicado un cruel bloqueo contra Cuba, que entre otras muchas consecuencias no permite que un niño cubano enfermo y necesitado, pueda recibir alguna medicina para salvar su vida? ¿No es eso un crimen de lesa humanidad?
En mi opinión, la Corte ha perdido toda credibilidad –si es que alguna vez la tuvo–, mientras permanezcan sin ser juzgados los que han cometido crímenes masivos e, incluso, los que hoy, desde el poder en Washington, siguen añadiendo más actos genocidas, lo mismo contra una pequeña pero digna isla del Caribe, que, manteniendo sus tropas de ocupación en Siria e Iraq, o facilitando miles de millones de dólares en armas a Israel para que continúe cometiendo asesinatos contra la población palestina.
En todo caso, la Corte Penal Internacional tiene pendiente muchos juicios que ha preferido nunca realizar. Pendiente aún está, al menos una explicación convincente sobre lo que ocurrió contra el presidente de la ex Yugoslavia, Slobodan Milosevic, llevado hasta el citado tribunal por el hecho de defender a su país contra los más criminales ataques de la aviación estadounidense y de la OTAN. Milosevic murió en la celda donde estaba detenido, en circunstancias tan dudosas que bien podrían parecer una muerte provocada.
Además, el historial de dicha Corte muestra que la gran mayoría de sus «actuaciones» ha sido contra personas del continente africano y ninguna contra las decenas de mandatarios, exmandatarios, jefes de la otan y otros directivos de países occidentales, involucrados en verdaderos actos de genocidio.
Lo de ahora contra el presidente ruso Vladímir Putin, es parte del gran show mediático articulado por Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea, con la pretensión de alejar las miradas acusatorias contra los verdaderos responsables de lo que ocurre en Ucrania, del fascismo instalado en algunos sectores gubernamentales de Kiev, y del vergonzoso papel de algunos gobiernos y personeros de la Unión Europea y el actual Gobierno estadounidense, con su Complejo Militar añadiendo abultadas cifras de dólares a sus bolsillos, mientras ucranianos, rusos y de otras nacionalidades mueren o son mutilados en el fuego cruzado de una guerra que a Occidente no le interesa concluir.