Manuel E. Yepe
John Bolton ha estado diciendo durante años que quiere derrocar al gobierno iraní, pero esta vez parece haber ido demasiado lejos, escribe Joe Lauria, redactor jefe de Consortium News y ex corresponsal de The Wall Street Journal, Boston Globe, Sunday Times de Londres y muchos otros periódicos.
“Conocí a John Bolton e interactué con él casi a diario con mis colegas del cuerpo de prensa de la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York, cuando él era allí embajador de Estados Unidos entre agosto de 2005 y diciembre de 2006. La mayoría de sus colegas diplomáticos, funcionarios y periodistas se sorprendieron de que Bolton fuese designado en ese cargo de representante de Estados Unidos, por su largo y público desdén por la ONU”.
En 1994 Bolton había dicho públicamente que “la Secretaría de Naciones Unidas en Nueva York tiene 38 pisos y si perdiera diez pisos, nada cambiaría”. Más revelador aun fue cuando en esa misma conferencia confesó que “no importa lo que la ONU decida, Estados Unidos hará siempre lo que quiera”.
Para Bolton, estas admisiones tan francas que clasifican como señales de fuerza, no deben ser tenidas como motivos de alarma.
Es un hombre sin sentido del humor y, al menos en la ONU, siempre parecía pensar que él era la persona más inteligente de la sala. En 2006, dio una conferencia en la misión de Estados Unidos a corresponsales en la ONU, sobre el enriquecimiento nuclear. Su objetivo era convencer al auditorio de que Irán estaba próximo a tener una bomba atómica pese a que un Cálculo de Inteligencia Nacional de Estados Unidos de 2007 aseguraba que Teherán había abandonado en 2003 su programa de armas nucleares.
Pero la arrogancia puede haber vencido finalmente a Bolton. En lo más alto de esa agenda ha mantenido el objetivo declarado durante años: bombardear y derrocar al gobierno iraní.
Bolton tiene un juicio muy elevado sobre sí mismo, arraigado según parece en una creencia sincera en el mito de la grandeza estadounidense. Parece siempre enojado y uno no puede definir jamás si el motivo de la disputa es personal o diplomático. Asume personalmente las diferencias políticas o de cualquier otra índole con las naciones que discrepan de las posiciones del gobierno del país que representa. En ese terreno, vincula su sentido de poder personal con el de Estados Unidos como nación.
Es más que una ideología cualquiera. Es fanatismo. Bolton cree que Estados Unidos es excepcional, indispensable y superior a todas las demás naciones… y no teme decirlo en público. No es el típico funcionario de gobierno que transita de la pasividad a la agresividad. Es agresivo siempre. Está siempre dispuesto a hacer de la intimidación algo personal en nombre del país que representa.
Es, por supuesto, un vociferante instigador del golpe de Estado estadounidense en Venezuela y fue quien organizó el “motín de Brooks Brothers” que interrumpió el recuento de votos en Florida en las disputadas elecciones presidenciales de 2000.
Practica la táctica común en la clase dominante en EEUU para describir a los líderes desobedientes que están a punto de ser derrocados: Saddam era Hitler, Milosevic era Hitler, Noriega era Hitler y Hillary Clinton llamaba Hitler a Putin. Esto deriva de un falso renacimiento de la gloria de EEUU tras la II Guerra Mundial: pintar las aventuras en el extranjero como cruzadas morales, y no como agresiones desnudas en busca de ganancias y poder.
Bolton es la destilación de la patología del poder americano. Es único en la pureza de esta patología.
Fue elegido para el cargo por un presidente con muy limitados conocimientos de los asuntos internacionales –salvo si se trata de bienes raíces.
Dos meses después de que Bolton fuera nombrado asesor de seguridad nacional, en junio de 2018, Trump retiró a EEUU del acuerdo de seis naciones que hizo que Teherán redujera su programa de enriquecimiento nuclear a cambio de la relajación de las sanciones estadounidenses e internacionales. En respuesta a las sanciones cada vez más estrictas, Irán dijo el 5 de mayo en Teherán que reiniciaría el enriquecimiento nuclear parcial.
Si ésta fuera una Casa Blanca que funcionara como es debido, sería el presidente quien ordenaría una acción militar, y no un asesor de seguridad nacional. “No creo que Trump sea lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de lo que Bolton y el secretario de Estado Mike Pompeo le están haciendo. “Lo están manipulando”, dijo el ex senador estadounidense Mike Gravel a RT esta semana.
El New York Times informó recientemente: «En privado, varios funcionarios europeos describieron al Sr. Bolton y al Sr. Pompeo como empujando a un confiado Sr. Trump a través de una serie de pasos que podrían poner a los Estados Unidos en curso de guerra antes de que el presidente se dé cuenta».