Las guerras de Obama

 * Un colega de Misión Verdad, de Venezuela, nos hizo llegar este artículo que ilustra la forma en que la administración norteamericana emplea sus nuevos y sofisticados golpes de Estado con su “revolución árabe” o “revolución de colores” a través de ONG, partidos políticos, medios de comunicación y otros.

 Todos los martes, cien funcionarios del aparato de seguridad estadounidense se reúnen para elegir los nuevos nominados a ser seleccionados por Barack Obama para que un dron bombardee su existencia y los mande a mejor vida.

El “honesto” Obama cada semana elige cuáles de las 20 fichas de «terroristas» son las «ganadoras», y en su espalda tiene ya el asesinato directo de más de 4 mil personas, entre los que se encuentran un número de civiles desconocidos debido a que se les subestima en la estadística. En su era, este tipo de ataques pasaron de 39 (Bush) a 390, y se convirtieron en uno de los mecanismos predilectos de la guerra actual.

Para esta «carga moral», como la llama un miembro de su gabinete, no hay juicio previo, no hay consulta al Congreso ni derechos humanos, y se enlaza con una nueva estrategia intervencionista pregonada por la Administración Obama en la que se hace énfasis en seis puntos: operaciones de las fuerzas especiales, aviones no tripulados, espías, socios civiles, guerra cibernética y combatientes subrogados.

Así que el «asesino en jefe», acostumbrado a matar a distancia, es parte de una readecuación de la estrategia estadounidense, expresión política del verdadero poder, el del los lobbys, el del Estado profundo, donde intenta imponerse por la fuerza la voluntad imperial con operaciones encubiertas en las que la responsabilidad de Washington esté poco clara, en el marco de la actual guerra líquida-posmoderna-híbrida en curso a través de los medios y la comunicación 2.0.

Por esto, cuando a veces se escucha que Obama es un hombre «honesto» que no tiene la culpa de lo que hicieron sus antecesores, un poco hay que repasar lo que ha realizado para continuar con el reino de los lobbys en la política gringa y cómo ha intentado darle esteroides a la política intervencionista. Esta vez con un nuevo marketing de la invasión «necesaria» en la que el presidente pana no se hace cargo de nada.

De revoluciones de colores y operaciones especiales

En la Administración Obama, en vez de la intervención directa estilo Bush y la tortura marca Jack Bauer, se priorizó ocultar la acción militar y continuar con la descentralización privatizadora de la guerra. Así, por ejemplo, el Comando de Operaciones Especiales pasó de operar en 60 países a hacerlo en 150 con los múltiples objetivos de asesinar, secuestrar, realizar supuestas «misiones humanitarias» y formar a ejércitos de otros países (o «luchadores de la libertad») para que sustituyan a Estados Unidos en el frenteo dentro del campo de batalla, tal como lo explica una norma secreta firmada por el exjefe del Pentágono, David Petraeus.

Esta focalización del excepcionalismo global vino de la mano con la aceleración de las operaciones de la Usaid y las ayudas encubiertas hacia ONG’s, partidos, «movimientos sociales» y actores políticos. Lo que hizo Obama fue sofisticar y tapar esto con campañas de comunicación y contratistas militares: así es como en el golpe de Paraguay de 2012 utilizaron a la empresa Casals (subcontratista de la trasnacional militar Dyncorp) y canalizaron la mitad del dinero del programa Umbrales (Usaid) destinado a los políticos, jueces, militares y policías implicados en el golpe parlamentario contra Fernando Lugo. Unos días después, la sede de la empresa ya estaba vacía porque el «trabajo con el gobierno» había concluido.

Con este tipo de modalidad y los movimientos de Thomas Shannon (el mismo que vino de visita a Caracas) y John Negroponte del Departamento de Estado, hicieron lo mismo al usar a militares, formados en la Escuela de las Américas, y una «unión democrática» de opositores, financiados por la Usaid, para desencadenar el golpe de Estado a Manuel Zelaya y la posterior represión al pueblo hondureño. Otra vez, Obama tuvo la honestidad de tomarse un minuto de su selección de asesinato para avalar ese primer paso en la intervención de su Administración en 2009.

Situaciones similares sucedieron con Irán y su «revolución verde», y las posteriores «primaveras árabes» en las que se financió directa e indirectamente (a través de sus Estados vasallos de la región) a los Hermanos Musulmanes y los fundamentalistas tafkiris estilo Estado Islámico, con el objetivo de posicionarlos para los «cambios de régimen», o directamente para prender la guerra a cielo abierto y luego intervenir descaradamente.

Las guerras y los «socios civiles»

El modelo libio-sirio de «revoluciones de color» seguidas de invasiones con ejércitos móviles subcontratados (o financiados encubiertamente) es otra expresión de la mezcla dura del supuesto «poder inteligente» pregonado por Obama para presionar y «torcer los brazos» a los gobiernos contrarios a Washington y sus lobbys.

Así que, en estos dos casos, tenemos los seis puntos mencionados más arriba más los costos, nuevamente, se economizan y descentralizan para una mayor acumulación de capitales bajo una lógica de guerra a distancia para evitar quedar «pegado» lo máximo posible hasta que el involucramiento se vuelva «necesario» y legítimo para «salvar vidas» dentro de la figura de «crisis humanitaria».

Este mantra fue el que utilizaron los «Halcones Demócratas» para fabricar la doctrina jurídica de Responsabilidad de Proteger (R2P), aplicada en el Consejo de Seguridad de la ONU para bombardear Libia y apoyar a los ejércitos de mercenarios, aliados y fundamentalistas islámicos que financiaron y encubrieron con sus aparatos de propaganda.

En Siria armaron un Comando de Operaciones especial para el país e intentaron hacer lo mismo, pero fracasaron en aplicar el modelo «crisis humanitaria» (del que se empieza hablar en Venezuela) frente al tatequieto ruso, justo cuando fabricaban otra norma básica de la intervención: un atentado de bandera falsa para justificar la invasión o al menos una zona de exclusión aérea (una versión similar a la que hoy aplica para bombardear la infraestructura siria con el pretexto de luchar contra el Estado Islámico, largamente desmontado por acá).

Todas estas operaciones, además, utilizaron la guerra cibernética como apoyo y también como forma de adquirir información «sensible» para afinar los análisis previos a la toma de decisiones. Este caso de ciberespionaje masivo denunciado por Snowden es el que, por ejemplo, sirvió para hacerse de información sensible de Petrobras y el Estado brasilero, hoy asediado por una revolución de color en pleno desarrollo, cuyo eje son hechos de corrupción en la trasnacional brasileña.

Usar el fascismo como principio «honesto»

Si todas las semanas el «asesino en jefe» elige qué revolución de color financiar, cuál desencadenar, qué terrorista asesinar, también es cierto que en su mesa de decisiones estuvo la estrategia de intervención y posterior guerra en Ucrania, donde una de las cartas en la mesa fue el uso de nazis ucranianos de las agrupaciones Sector Derecho y Svoboda (en alianza con oligarcas) para ejecutar un asesinato masivo de la población rusa en Ucrania y así apoderarse de este país y de la estratégica Península de Crimea, con el fin de ponerlo en guerra directa con Rusia.

Unas semanas antes de esta operación «encubierta», el diputado ucraniano Oleg Tsarov denunció la existencia de ONG’s financiadas por la embajada de Estados Unidos que formaban personas con el objetivo de un golpe de Estado. Luego, en plena escalada violenta contra el gobierno de Yanukovich, apareció la propia Victoria Nuland del Departamento de Estado en las manifestaciones, y si hacía falta aclarar aún más la implicación gringa, hasta el hijo de Joe Biden, éste vicepresidente de Estados Unidos, apareció para hacer negocios con el nuevo gobierno de Kiev en la que los nazis abundan en el aparato de seguridad, principalmente.

También aquí se vio a gran escala el modelo de la Administración Obama, ya que los nazis fueron formados por la OTAN (y en la actualidad por instructores del Pentágono) para hacerse cargo de la guerra. Incluso, recibieron apoyo de mercenarios y espías gringos, y las ONG’s pro EEUU canalizaron el dinero para sus «socios civiles» en la aplicación de tres de los seis puntos de la nueva estrategia intervencionista de la Administración Obama que se pueden comprobar fehacientemente.

Y en todas estas acciones no estuvo el espíritu divino, tampoco sus antecesores, ni el pasado que no deja «mirar hacia el futuro», sino el propio Barack Obama eligiendo cuál de los planes presentados por sus burócratas iba pa’l baile en cada uno de los 150 países en los que está comprobado el accionar militar de Estados Unidos.

Si no quiere hacerse cargo, mire para otro lado.

 

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