Nicaragua lidera mundo a pesar de guerras y sanciones

 

Becca Renk* | Casa Benjamín Linder

Tenía 13 años el día en que me pusieron bracket en los dientes y Estados Unidos bombardeó Bagdad, iniciando la «primera» guerra de Iraq. «Hoy, miércoles 16 de enero de 1991, acabábamos de salir de la consulta del dentista y mamá me contó la noticia», escribí en mi diario. «Empezó a decir: ‘¡Dios mío!’ y yo me quedé callada, con ganas de llorar y vomitar».

Mi clase de 8º grado organizó un «conversatorio» en la biblioteca del colegio. Los alumnos nos sentamos con las piernas cruzadas en la alfombra y nos turnamos para intentar expresar nuestros sentimientos a través de la maraña de frases sin sentido que habíamos oído utilizar a los adultos que nos rodeaban. Una de mis compañeras se levantó para decir que estaba preocupada por su padre, que era soldado y había sido desplegado. «Apoyo a nuestras tropas», declaró.

Recuerdo lo asustados que estábamos todos, unos chavalos juntos enfrentados al ilógico concepto de la guerra. Me levanté y, nerviosa, hablé alrededor de mis brackets recién instalados para decir que apoyaba a los soldados como seres humanos, pero que no apoyaba la guerra que los ponía en peligro.

Los chicos que me rodeaban preguntaron: «Pero, ¿de qué otra forma podemos proteger a los indefensos kuwaitíes?». Habíamos oído hablar de las violaciones de los derechos humanos cometidas por Irak cuando una enfermera kuwaití dio un emotivo testimonio ante el Congreso contando cómo había presenciado cómo soldados iraquíes sacaban a bebés de las incubadoras de un hospital kuwaití y dejaban morir a los recién nacidos.

«Si no usamos la fuerza, ¿de qué otra forma podemos detener a un monstruo como Sadaam Hussein?». La única alternativa posible a la guerra que oímos mencionar eran las «sanciones».

Por supuesto, en ese entonces no sabía lo que sé ahora: En primer lugar, que la «enfermera» era en realidad la hija de 15 años del embajador de Kuwait en Estados Unidos, y que su «testimonio» fue organizado por una empresa de relaciones públicas estadounidense contratada por el gobierno kuwaití para manipular a la opinión pública estadounidense para que apoyara el conflicto armado.

En segundo lugar, las medidas coercitivas unilaterales, o «sanciones», son rechazadas por más de dos tercios de la comunidad internacional y, de hecho, perjudican a las personas más vulnerables al restringir su acceso a alimentos, agua, saneamiento, medicinas, servicios sanitarios y empleo.

Hoy en día, cuando no está bombardeando activamente otros países, Estados Unidos sigue utilizando medidas coercitivas unilaterales -impuestas actualmente a 30 países- que perjudican a la población civil de naciones soberanas con el fin de promover su propia agenda geopolítica.

En este momento, Estados Unidos está buscando nuevas medidas coercitivas unilaterales contra Nicaragua a través del proyecto de ley 1881 del Senado, «Ley de Restauración de la Soberanía y los Derechos Humanos en Nicaragua». El proyecto de ley incluye sanciones generales a amplios sectores como el oro y la carne, y propone expulsar a Nicaragua de los acuerdos regionales que sólo podría aplicarse violando dichos acuerdos, atentando contra la soberanía no sólo de Nicaragua sino también de sus vecinos.

Estados Unidos intenta desestabilizar al gobierno democráticamente elegido de Nicaragua utilizando como excusa los «derechos humanos», sin que haya pruebas de violaciones de los derechos humanos por parte de Nicaragua. Al mismo tiempo, Estados Unidos no sólo ignora las violaciones reales de los derechos humanos cometidas por Israel en Gaza, sino que participa activamente en el genocidio del pueblo palestino armando a Israel.

Nicaragua, por el contrario, está mostrando al mundo cómo defender los derechos humanos sin recurrir a la destrucción de la guerra o las sanciones. Nicaragua no se limita a hablar del estado de derecho internacional, sino que hace uso de las estructuras que existen para que los países se responsabilicen por sus actos.

Nicaragua ganó un caso contra Estados Unidos en la CIJ en 1986, y ahora es el primer país que se une al caso de Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia para apoyar que el gobierno de Israel rinda cuentas por sus violaciones de la Convención sobre el Genocidio en Gaza.

El 1 de febrero, Nicaragua fue más allá e informó al Reino Unido, Alemania, Países Bajos y Canadá, que deben dejar de armar el genocidio estadounidense-israelí. Notificando que «responsabilizará a los cuatro países ante el derecho internacional por violaciones graves y sistemáticas» a la Convención sobre Genocidio.

Nicaragua no tiene miedo de ser David contra Goliat. Nicaragua tiene una larga historia de Davides que han vencido a Goliat: Andrés Castro, que en 1856 literalmente lanzó una piedra y mató en combate a un mercenario estadounidense que formaba parte de un intento de anexionar Nicaragua como estado esclavista; Augusto C. Sandino y su ejército de 30 contra los marines estadounidenses; revolucionarios sandinistas contra el dictador Somoza, bien armado y respaldado por Estados Unidos.

Hace unas noches fui a la inauguración del Parque Palestina en Managua. Había niños jugando bajo el suave resplandor de gigantescas lámparas en forma de flor alrededor de una hermosa estatua de hada. Me hizo sentir como una niña, pequeña y querida y protegida, como deberían sentirse todos los niños. Es un símbolo conmovedor de la solidaridad de Nicaragua con Palestina, situado cerca de la recién inaugurada calle Gaza.

Sin embargo, estos hermosos símbolos perderían su significado si fueran meramente simbólicos. Pero Nicaragua ha ido más allá de lo simbólico para actuar en solidaridad con Palestina, utilizando el Estado de derecho internacional para intentar detener el genocidio mientras el número de muertos en Gaza se acerca a los 30 mil. Nicaragua está liderando el camino hacia un futuro de opciones más allá de la guerra; esperemos que otros países tengan pronto el valor de seguir su ejemplo.

*Becca Renk se crio en el norte de Idaho, en Estados Unidos, y ha vivido en Nicaragua desde 2001 trabajando en desarrollo comunitario sostenible en Ciudad Sandino con Jubilee House Community.

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