¿Qué sigue después que tumbaron al gobierno?

Más de tres años después del asesinato de Moammar al Kadafi, el 20 de octubre de 2011, en Trípoli, la capital de Libia y en otras ciudades, la gente ha salido en manifestaciones exigiendo una nueva intervención armada que salve a los civiles de los milicianos que presuntamente “los protegen”.

 

Libia se derrumba ante la mirada impasible de quienes ayudaron a destruirla. La violencia está desatada en las dos ciudades principales del país, Trípoli y Bengasi, lo que provocó el año pasado la decisión de varios gobiernos de Europa, Estados Unidos y Canadá de evacuar a sus ciudadanos.

¿Qué pasó tras el asesinato de Kadafi? Llegó el momento de gloria de la “Primavera Árabe” de 2011. Después, Libia volvió con fuerza a los titulares por razones también muy estremecedoras: el asesinato del embajador de Estados Unidos, el secuestro de un primer ministro, o la ocupación del Parlamento por bandas armadas.

Actualmente es un país sumido en una cruenta guerra por el poder que se disputan dos gobiernos, dos parlamentos y dos ejércitos. Es lo que no dice el manual de Gene Sharp para tumbar gobiernos adversos al poder económico y militar de Estados Unidos.

La situación no es tan disímil en Egipto, considerado en su momento por el mismo Sharp como “el sueño” de sus ideas hecho realidad, con la caída de Hosni Mubarak en 2011.

Actualmente, la población egipcia sufre una represión peor que en la época de Mubarak, según ONG asentadas en ese país árabe, en alusión a la fuerte represión de las protestas pacíficas y la violación de derechos humanos.

Egipto está sumido en un estado de excepción en el que se decretan leyes que limitan la libertad, se mata a estudiantes en las universidades y se reprimen protestas pacíficas.

Al igual que ocurrió en Libia, los Estados Unidos fortalecieron a los grupos opositores a fin de desgastar a los gobiernos existentes mediante la utilización de las ideas de Gene Sharp, consistentes en el presunto “uso de métodos pacíficos” para botar gobiernos.

Siria, otra víctima de la particular y siniestra paz de Sharp, está sumida en una guerra civil. Queda claro que la huella que ha dejado la Primavera Árabe en estos países es violencia y sufrimiento. ¿Es útil, realmente, el manual de Mr. Gene?

Hay otros países –como Nicaragua, Cuba y Venezuela-, en los que se busca aplicar el manual de Sharp. Es fácil distinguir la forma en que lo hacen si se conoce la “fórmula” aconsejada por este gringo anticomunista en sus libros.

La primera etapa contempla la ejecución de acciones que generen y promocionen un clima de malestar. En esta fase hay que insistir en la realización de «denuncias de corrupción y la promoción de intrigas», según los expertos.

En la segunda etapa se pasa a desarrollar intensas campañas en defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos, acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el Gobierno en el poder.

Vale decir que -a nuestro criterio-, los grupos de oposición en Nicaragua financiados por Estados Unidos, se han empantanado en esta segunda etapa debido a que no han encontrado el “eco popular” que según el manual de Sharp, ya debería estar tambaleando al gobierno sandinista.

La tercera etapa hace énfasis en la lucha activa por reivindicaciones políticas y sociales y en la promoción de manifestaciones y protestas violentas, amenazando las instituciones.

En la cuarta etapa se llevarían a cabo operaciones de guerra psicológica y desestabilización del Gobierno, creando un clima de «ingobernabilidad».

Y finalmente, en la quinta etapa o final, se forzaría la renuncia del presidente mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle. Paralelamente se va preparando el terreno para una intervención militar, mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país.

Gene Sharp no habla de una sexta etapa, pero es la que estamos viendo en Libia, Egipto y Siria, entre otros países, donde la “primavera” se convirtió en el más tórrido verano. En términos políticos y sin eufemismos, lo anterior es equivalente a la peor de las épocas sangrientas. Eso parece ser lo que quieren algunos para Nicaragua.

 

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