¿Quiénes fabrican pretextos que encienden la llama de la guerra?

Francisco Arias Fernández | Granma

La intención no es nueva, pero la decisión de la Casa Blanca la ha exteriorizado sin escrúpulos el halcón CIA, Mike Pompeo, con disfraz de secretario de Estado, cuando aseguró en un comunicado que su país «continuará usando todo el peso del poder económico y diplomático de Estados Unidos» contra el gobierno bolivariano.

Poco antes de la juramentación de Nicolás Maduro como presidente, Washington, anunció que aumentará la presión «apoyando a la democrática Asamblea Nacional (Parlamento) y pidiendo democracia y libertad en Venezuela», escribió en Twitter el belicoso y sanguinario consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton, fanático de las bombas y las patrañas diplomáticas que conducen únicamente a las armas.

El canciller venezolano Jorge Arreaza acusó a Bolton de «promover un golpe de Estado en Venezuela, atentando contra la Constitución, la democracia y la Paz en el país». El Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país denunció que «esta conspiración, encabezada por el consejero de Seguridad Nacional del Gobierno estadounidense, intenta imponerle por la fuerza al pueblo venezolano un gobierno títere cuyo mandato no responda a la Constitución ni a la voluntad popular, sino a los intereses de las transnacionales estadounidenses, como ya lo intentaron sin éxito en el año 2002».

Washington ha escalado la guerra mediática, económica-financiera, político-diplomática y las acciones de subversión interna contra Caracas a niveles inéditos, con el descarado propósito de derrocar a un gobierno legítimamente elegido, defensor de una revolución bolivariana que ha beneficiado fehacientemente a las grandes mayorías del pueblo.

Después de resistir dos décadas de agresiones y golpes de Estado, de someterse a una cifra récord de procesos electorales en los que se ha enfrentado a la oposición y EEUU, el Gobierno chavista afronta la vil obsesión de desaparecerlos del mapa con todas las armas de la guerra no convencional, en etapa de alta intensidad, en la que constantemente se está incitando a los militares y policías al zarpazo dictatorial; en el que se vuelve a utilizar el hambre y la escasez como armas para provocar la implosión.

Los enemigos de Venezuela calientan las fronteras en aras de fabricar un pretexto que encienda la llama de la guerra entre países hermanos, que facilite la intervención militar del Pentágono. Mientras a nivel global estrechan el cerco con resoluciones que tratan de desconocer la voluntad soberana del pueblo venezolano, para imponer desde fuera la voluntad del imperio que los presiona con sus millones y chantajes.

Para los servicios especiales, el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado, reforzados con exponentes de la ultraderecha fascistoide, es continuidad de un largo proyecto antichavista que ha experimentado todo tipo de operación de inteligencia, subversión y costosos presupuestos, que van desde la rara e imprevista enfermedad del presidente Hugo Chávez hasta la injustificada declaración de Venezuela como amenaza a la Seguridad Nacional de EE.UU. por la administración de Barack Obama en sus postrimerías.

Los «legítimos» para el gobierno de Donald Trump son los golpistas del 2002 que EE.UU. estimuló y reconoció; los protagonistas del sabotaje a la industria petrolera estratégica para la supervivencia de los venezolanos; del terrorismo callejero en episodios
desestabilizadores casi anuales; los mercenarios que atentan contra la paz y roban los recursos nacionales en la frontera; los especuladores financieros que disparan precios y tazas de cambio para enfurecer al pueblo.

Por supuesto, se trata de la oposición fracturada, desprestigiada y aprovechada, que sobrevive financiada, entrenada y utilizada por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), la Fundación Nacional para la Democracia (NED), la cia, el Departamento de Estado, el Pentágono, la Casa Blanca, la OEA y la Unión Europea, que pese a las alertas de que respeten la paz y la soberanía, con su actuación irresponsable y cómplice con la obsesión de EEUU solo conducen a un baño de sangre evitable en Venezuela.

No puede olvidarse que cuando el Gobierno de Maduro propició la mesa de conversaciones para la paz, con el auspicio de varios negociadores internacionales, entre ellos, el expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, y estaba a punto de conseguirse un acuerdo mutuamente ventajoso con la oposición, los vilipendiados de Washington recibieron órdenes expresas de sus amos de retirarse e interrumpir abruptamente el camino diplomático.

De las declaraciones posteriores de Zapatero devino entonces la alerta de que un nuevo Irak o Vietnam eran posibles en América Latina, si EEUU. y Europa insistían en el camino equivocado al manejar el tema Venezuela. En una reciente entrevista reiteró que «la obsesión» contra ese país se debe a que «existe un interés gigantesco económico y político de carácter estratégico sobre lo que representa aquel país».

La historia demuestra que los buenos oficios de aquellas personalidades iban en contra de las directivas de la comunidad de inteligencia y el Pentágono, que no renuncian a las más grandes reservas petrolíferas del mundo y demás riquezas naturales del agredido país sudamericano.
La complicidad de países latinoamericanos que se comprometieron a propiciar una zona de paz en la región; las posiciones políticamente oportunistas de potencias, históricamente aliadas deEEUU., pero recientemente estrujadas por las ambiciones de la Casa Blanca, pueden conducir a un error irreparable no solo para la estabilidad regional, sino un atentado a la seguridad internacional.

Repartiendo equitativamente la riqueza del país a su pueblo y solidaria con Nuestra América, la Revolución Bolivariana de Venezuela conquistó un liderazgo regional e internacional, al tiempo que ganó la admiración y agradecimiento de millones en el planeta, que no quedarán de brazos cruzados ante el empecinamiento de Estados Unidos en aplastar su ejemplo y apoderarse de sus riquezas.

Una obsesión tan arcaica y cruel como la Doctrina Monroe, que se empuña como arma fundamental de la política exterior estadounidense, está tan pasada de moda como el fascismo derrotado por la humanidad en la década de los 40 del pasado siglo. Los alienígenas, que la defienden con nostalgia, están peligrosamente activos. Si para EE.UU. la única carta es la guerra, para el pueblo venezolano resistir es la única opción.

2015
Marzo: El presidente de EE.UU., Barack Obama, declara emergencia nacional por la amenaza inusual y extraordinaria que, a su juicio, representa Venezuela.

2016
Abril: El Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU aprueba un proyecto de ley para extender, hasta 2019, las sanciones aplicadas a funcionarios del Gobierno Nacional.

2017
Febrero: La Oficina de Control de Activos de Estados Unidos incluye al vicepresidente Ejecutivo, Tareck El Aissami, en una lista de personas vinculadas al narcotráfico, sancionándolo bajo la Ley de Designación de Cabecillas Extranjeros del Narcotráfico.
Julio: Tras la elección de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aplicó sanciones a varios funcionarios públicos de Venezuela y su Presidente, congelando los activos sujetos a la jurisdicción en territorio estadunidense.

Agosto: El Departamento del Tesoro sancionó a varios constituyentes, alcaldes, gobernadores y personal de la Guardia Nacional Bolivariana.
El gobierno de EEUU. mediante la Orden Ejecutiva 13808, prohíbe a los bancos estadounidenses realizar transacciones con el Gobierno o con Petróleos de Venezuela, s.a., así como transacciones en bonos emitidos por el Estado y la estatal petrolera. Es la primera sanción emitida al sistema económico y financiero de Venezuela.

2018
Marzo: El presidente Donald Trump prohíbe las transacciones, la provisión de financiamiento y demás operaciones con cualquier moneda digital emitida por el Gobierno de Venezuela.
Abril: El jefe del Comando Sur de EEUU., Kurt Tidd, declaró que la situación en Venezuela «podría acabar exigiendo una respuesta a nivel regional».
Julio: El Gobierno estadounidense sancionó a 13 funcionarios, exfuncionarios y militares venezolanos, en un intento por intervenir en la política local e impedir la elección de los candidatos para la ANC.
Agosto: El mandatario estadounidense amenazó a Venezuela, al expresar que tenían muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible opción militar.
Noviembre: El asesor de Seguridad Nacional de EE.UU., John Bolton anuncia nuevas medidas contra Venezuela, y también contra Cuba y Nicaragua.

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