Trump anuncia la muerte de Al Bagdadi: “Murió como un perro”

El ataque contra el autoproclamado califa del ISIS coincide con la retirada de las tropas de EE UU del conflicto

El presidente de EE UU, Donald Trump, ha anunciado este domingo la muerte del líder del Estado Islámico (ISIS, en inglés), Abubaker al Bagdadi, en una operación militar en el noroeste de Siria. Al Bagdadi, uno de los terroristas más buscados del mundo, proclamó en 2014 el califato del ISIS que durante los siguientes tres años de apogeo se extendería por Irak y Siria, sembrando el terror con ejecuciones masivas e imponiendo su versión radical del islam.

«Era un hombre enfermo y depravado, y ya se fue», ha dicho Trump, en un mensaje televisado a la nación. «Murió como un perro, murió como un cobarde. El mundo es hoy un lugar mucho más seguro».

El presidente ha asegurado que no ha habido bajas estadounidenses en la operación, que comenzó hace «un par de semanas» y concluyó el sábado con Al Bagdadi acorralado, detonando el cinturón explosivo que llevaba. Sí ha habido, en cambio, un «buen número» de bajas entre los compañeros del líder del ISIS. Las fuerzas especiales estadounidenses se han incautado de numerosa información sensible relacionada con el grupo terrorista, ha explicado Trump.

El asalto al complejo residencial en el que se encontraba Al Bagdadi, a menos de cinco kilómetros de la frontera con Turquía, fue ejecutado 50 y 70 efectivos de la Fuerza Delta y los Rangers del Ejército de Estados Unidos. En la operación también participaron seis helicópteros de combate que partieron desde Erbil, la capital de la región del Kurdistán iraquí.

Con la caída de Al Bagdadi, Trump se apunta una indiscutible victoria en política exterior. El presidente, inmerso en una importante crisis doméstica con un proceso de impeachment en marcha contra su persona, alcanza uno de los objetivos más claros de su primer mandato.

Al Bagdadi ha liderado el Estado Islámico desde 2010, cuando la agrupación terrorista aún era una rama clandestina de Al Qaeda en Irak. La caída en 2017 de Mosul y Raqa, las fortalezas del grupo terrorista en Irak y Siria, respectivamente, despojó a Al Bagdadi de su poder y lo convirtió en un fugitivo. Los ataques aéreos llevados a cabo por Estados Unidos mataron a la mayoría de los principales lugartenientes del ISIS y, antes de que publicara en abril un mensaje de vídeo en el que aparece el líder terrorista, hubo informes contradictorios sobre si estaba vivo o no. A pesar de perder su último territorio significativo, se cree que el ISIS tiene células durmientes en todo el mundo y algunos combatientes operan desde las sombras en el desierto de Siria y en diversas localidades iraquíes.

La operación contra Al Bagdadi se produce en un momento en que Estados Unidos ha mostrado titubeos en su estrategia en la región. La decisión hace un mes del presidente Trump de retirar casi la totalidad del millar de tropas que tiene desplegadas en Siria, en medio de la ofensiva turca contra las fuerzas kurdas, que han sido aliadas de EE UU en la lucha contra el ISIS, ha sido corregida en los últimos días. Washington se plantea ahora mantener una presencia mayor de lo inicialmente estimado, para proteger del ISIS campos petrolíferos sirios.

El fugitivo más buscado del planeta

Al fugitivo más buscado del planeta, con una recompensa de 25 millones de dólares (22,5 millones de euros) ofrecida por EE UU por su cabeza, se le suponía oculto en alguna desértica guarida de la frontera entre Siria e Irak, donde las células durmientes del ISIS vagan a la espera de reactivarse mediante el terror. Pero también Osama Bin Laden fue buscado en las montañas de Afganistán, cuando vivía plácidamente con su familia cerca de la principal academia militar de Pakistán.

La provincia de Idlib, último reducto de la rebelión contra el régimen de Bachar el Asad en el norte de Siria, parecía un refugio improbable para Al Bagdadi. El objetivo de los comandos de la Fuerza Delta, la aldea siria de Barisha, está situado a apenas una decena de kilómetros de la frontera de Turquía, en un territorio donde los grupos insurrectos islamistas se han hecho fuertes desde hace más de ocho años de guerra.

En la pugna por la hegemonía en la rebelión salafista y yihadista, los grupos herederos de Al Qaeda, de los que Al Bagdadi se escindió hace seis años para emprender la fundación del Califato, arrinconado finalmente al ISIS en Idlib hace un año. La poderosa milicia Hayat Tahrir al Sham controla la mayor parte de la provincia rebelde, cercada por las fuerzas sirias y rusas, y donde el Ejército turco ha establecido una docena de “puestos militares de observación”. La presencia del fugitivo califa en Idlib es interpretada como un signo de la debilidad del Estado Islámico en la región del Éufrates ante el acoso del Ejército de Irak y los avances de las tropas de Damasco y de sus ahora milicias kurdo-árabes aliadas del Frente Democrático Sirio.

El líder del Estado Islámico reapareció supuestamente el pasado 16 de septiembre en de una cinta de audio en la que exhortaba a sus seguidores a liberar a los prisioneros yihadistas en manos de las milicias kurdas en el noreste de Siria. Las cintas de sonido difundidas a través de portales digitales de propaganda yihadista fueron su medio habitual de comunicación. Desde que proclamó en 2014 el califato en la gran mezquita al Nuri de Mosul (norte de Irak), Al Bagdadi no había vuelto ser visto. El pasado mes de abril, cuando se acababa de producir la caída de su último feudo territorial en la frontera siria del río Éufrates con Irak, volvió a aparecer en un vídeo por primera vez en cinco años.

La aniquilación del ISIS ha sido el único objetivo compartido por los contendientes enfrentados en el tablero global del conflicto sirio como Rusia e Irán, aliados de El Asad; Turquía, asociada a la rebelión islamista, o EE UU, que ha bombardeado las bases del califato durante más de cuatro años. Antes incluso de la confirmación oficial de la operación por la Casa Blanca, desde las milicias kurdas de Siria, ahora aliados despechados por Washington, hasta los servicios de inteligencia militar de Irak, intentaban apuntarse el tanto de su colaboración en la operación ordenada por Washington.

Pese a que todos los indicios apuntan a Turquía como lugar de arranque del golpe de mano estadounidense, Ankara mantiene una reserva oficial. Una fuente del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan consultada por EL PAÍS, se ha limitado a señalar que, “Al Bagdadi llegó a la localización (Barisha) 48 horas antes del ataque”, informa Andrés Mourenza. Turquía fue informada “por adelantado” y estuvo “coordinada” con EE UU, ha agregado, sin confirmar ni desmentir la eventual colaboración de los servicios de espionaje turco, que mantienen estrechos contactos con grupos rebeldes en Idlib.

“Damos la bienvenida a lo sucedido; es un buen día para los buenos”, ha concluido la fuente oficial turca, que ha pedido no ser identificada, antes de asegurar que proseguirá la “cooperación con EEUU y otros aliados” en la lucha contra el ISIS. La intervención de un comando aerotransportado estadounidense en el noroeste de Siria solo parece factible por dos vías: una improbable complicidad de Rusia y Siria o la anuencia de Turquía. La base área de Incirlik, en el cercano sureste de Anatolia, o un portaviones fondeado en el golfo de Alejandreta parecen los puntos más previsibles para que la Fuerza Delta pueda lanzar una operación encubierta en Idlib, donde están atrincherados más de 30.000 insurgentes islamistas radicales con artillería y misiles tierra-aire.

Si, como han apuntado fuentes de Washington estadounidenses a los medios estadounidenses, el presidente Trump dio la orden de actuar contra Al Bagdadi hace una semana, parece plausible que los servicios de inteligencia de Ankara pudieran informar a EE UU sobre el paradero del jefe del ISIS durante la reunión que el vicepresidente, Mike Pence, y el secretario de Estado, Mike Pompeo (exdirector de la CIA), mantuvieron el pasado día 17 con el presidente Erdogan para contener la intervención de Turquía en Siria.

Dado por desaparecido en varias ocasiones, Al Bagdadi era ante todo un símbolo político y religioso más que un jefe y estratega militar. Su muerte no tendrá un impacto trascendental sobre la amenaza yihadista global. El califa que llegó a reinar sobre 11 millones de personas en un territorio del tamaño del Reino Unido representaba ya la imagen de la derrota la última vez que fue visto con vida. Rodeado por sus comandantes en el vídeo difundido hace seis meses, su presencia solo era una muestra de vida para decenas de miles miembros y afiliados del ISIS en Oriente Próximo, Asia, África y Europa. Liquidados el califato y el califa, el ISIS todavía aspira a seguir golpeando con el terror a través de grupos de radicales y fanáticos que le rinden pleitesía en medio mundo.

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