Retrato interior de Donald Trump

Elson Concepción Pérez | Granma

Al menos cien personas resultaron intoxicadas en Estados Unidos tras la errónea sugerencia de Donald Trump de ingerir o inyectarse desinfectantes o cloro para matar el SARS-COV-2.

«Loco no está, porque de estarlo, no tendría tantos millones de dólares», me refutaba telefónicamente un colega cuando hablamos sobre las supuestas «locuras» de Donald Trump; la última de ellas, incitar a inyectar desinfectantes a las personas para –según él– matar el virus que provoca la covid-19 de forma inmediata.

La realidad es que la pandemia, que ya tiene contagiadas a 964.937 personas en Estados Unidos, de las cuales más de 54.841 han muerto, ha puesto en la picota pública al presidente Trump, a quien, de acuerdo con criterios de especialistas, se le puede considerar un sicópata, encaprichado en hacer de su ego un estandarte sistémico.

Estimulado por el diálogo con mi colega, busqué diversos criterios relacionados con el personaje en cuestión y su actuación al frente de la mayor potencia del mundo.

Encontré una fuente digital británica, la Jobsanger: British Writer Pens, que reproduce lo afirmado por el escritor inglés, Nate White, para quien «Trump carece de ciertas cualidades… No tiene clase, ni encanto, ni frialdad, ni credibilidad, ni compasión, ni ingenio, ni calidez, ni sabiduría, ni sutileza, ni sensibilidad, ni autoconciencia, ni humildad, ni honor, ni gracia».

White refiere que «es imposible leer un solo twitter, o escucharlo decir una frase o dos, sin mirar profundamente en el abismo».

Y es que la última escenificación de Trump, donde propone inyectar desinfectantes a personas con el virus, ha provocado una adversa reacción, en primer lugar en la comunidad científica, líderes políticos, especialistas del tema y otros.

Quiero citar algunos de estos criterios: «Inyectarse o ingerir cualquier tipo de producto de limpieza es un método habitual para las personas que quieren matarse», recordó el neumólogo Vin Gupta, en la NBC. Por su parte, el doctor Ryan Marino, experto en Toxicología de los hospitales universitarios de Cleveland, ha señalado en un twitter: «Por favor, no hagan eso». Y el profesor de Harvard, Bryan D. Hayes, advertía a todos los toxicólogos a «estar atentos», refiere el diario español El País.

El sitio digital Sputnik cita al sicólogo catalán Oscar Castillero Mimenza, que en un artículo trató de explicar las características sicológicas de Adolfo Hitler, basando su tesis en perfiles diseñados por el destacado colega estadounidense Henry Murray.

Castillero advierte sobre varias posibilidades salidas del estudio en relación con Hitler que, traídas a estos tiempos, pueden parecer definidas para caracterizar a Donald Trump.

Egolatría y complejo de Mesías, desprecio hacia la debilidad, carisma y capacidad de manipulación, teatralidad, obsesión por el poder y poca capacidad de empatía, destacan entre esas cualidades.

Coincido en que la capacidad de engañar y manipular, retrata a este personaje con abiertas manifestaciones egocéntricas.

Recordemos algunas veces donde el mandatario exhibió su cualidad como sicópata. Dijo que el virus desaparecería «milagrosamente» con la llegada del calor. Sin rigor científico alguno, recomendó el uso de la hidroxicloroquina para curar la covid-19, y un hombre falleció en Arizona, al automedicarse con una sustancia para peceras que contiene ese producto, el mismo principio activo que el fármaco antipalúdico, cuyo uso contra el coronavirus, no respaldado por la ciencia, Trump promovió alegando que «no hay nada que perder».

El «Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales», publicado por la Asociación Americana de Siquiatría, establece que: «La sicopatía es un trastorno de la personalidad, complejo caracterizado por dificultades emocionales, conductuales y de relación. Su repercusión es clínica, social y judicial […]. Se traduce en la aparición simultánea de problemas en tres vertientes: en su relación con los demás, en su afectividad y en su conducta».

Explica el texto que «los sicópatas se caracterizan por tener sentimientos de grandeza, ser arrogantes y egoístas. Presumen de una gran importancia hacia ellos mismos y tienden a culpabilizar a los demás de sus fracasos y deficiencias. Fácilmente se aprovechan de los demás utilizando el encanto, la manipulación y el engaño. Sus emociones son superficiales y poco sinceras, y tienen pocos remordimientos cuando causan daño a alguien. Presentan una falta de empatía y son fríos y superficiales».

Estas «cualidades» coinciden con un retrato interior de Donald Trump, el mismo que culpa a otros de sus acciones aberrantes. Así lo hace ahora, inculpando a China por la pandemia, arremetiendo contra la Organización Mundial de la Salud, a la que suspendió la cuota de pago, y «fajado» diariamente con periodistas y medios que no digan o pregunten solo lo que él quiere.

Hace del calificativo «gran» parte de su rasgo narcisista para imponer su «verdad», esa que todos saben que es pura mentira.

Su ego desproporcionado lo usa en menosprecio de otros y como parte de escenificación teatral, lo mismo ofendiendo a alguien que firmando una resolución para imponer sanciones a países, o para amenazar con guerras que pueden poner fin a la humanidad.

Para especialistas del tema, su ideología y comportamiento racista vienen desde la juventud, teniendo en cuenta que su padre fue miembro activo del Ku Klux Klan.

Según se resume en lo publicado en el sitio Sputnik, el discurso no coherente de Trump, así como los continuos cambios en sus convicciones, dan cuenta de una personalidad inestable; lo cual es sumamente peligroso cuando se manejan capacidades y posibilidades que influyen en la vida de millones de personas, como es el hombre que preside el país más poderoso del planeta.

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