La más preciada lección es la importancia de la paciencia a la hora de establecer estrategias y resistir los embates de las fuerzas con mayor poder de fuego y mayor rencor político.
El triunfo este domingo de Luis Arce, del Movimiento al Socialismo (MAS) dirigido por Evo Morales (ahora en el exilio), deja importantes reflexiones para todos los bandos políticos, las democracias y los socialismos en América latina.
La más preciada lección, la que más nos importa porque se refiere al éxito de los pueblos en lucha, es la importancia de la paciencia y la cabeza fría a la hora de establecer estrategias y resistir los embates de las fuerzas con mayor poder de fuego y mayor rencor político.
La paciencia y estrategia de Evo Morales
Desde los días previos al golpe de Estado en Bolivia hasta la consumación total del hecho, varios actores políticos del progresismo advirtieron con responder al adversario de la misma manera con la que este acechaba: llamar a movilizaciones radicales y abrir un escenario de guerra prolongada.
Nada de esto ha sido necesario.
La paciencia se impuso y Evo prefirió optar por el largo y tortuoso camino que incluía su salida de la política y del país para no establecer un enfrentamiento directo con las fuerzas reaccionarias que tenían, sin duda, una mayor fuerza militar y policial
La estrategia de un retorno posterior al gobierno, frente a la de ‘mantener el poder a costa de lo que sea’, ha salido victoriosa, aunque todavía hay que esperar al reconocimiento del resultado por parte de todos los actores, incluidas las fuerzas militares y policiales.
Esto no significa que la gente del MAS y los movimientos sociales pusieran eternamente la otra mejilla, sino que dejaron que la ola derechista pasara sin confrontarla directamente y, una vez la situación se calmó, con la mayor de la perseverancia, volvió a medirse en el terreno que ha sido prolijo en victorias populares de América latina: el electoral. Y lo hace con una fórmula que aunque no tenía al líder histórico como cara visible, sino a un economista sin mucho carisma, superará la votación del propio Evo Morales hace casi un año.
Hay que recordar que el MAS no solo evitó una profundización del conflicto después de las masacres de Senkata y Sacaba, también negoció su estadía en el Congreso con acuerdos pragmáticos. Los movimientos sociales, por su parte, no respondieron a la ultraderecha con las mismas armas cuando esta quemaba casas de dirigentes del partido y linchaba a varios de sus hombres y mujeres.
Evo no se dejó matar ni que mataran a su pueblo. Hoy su movimiento vuelve ‘hecho millones’ debido a la paciencia y a una estrategia adecuada, a pesar del golpe militar racista que estaba preparado para reprimir a fuego cualquier resistencia. La pregunta que queda en el aire después del resultado conocido es: ¿vendrá un golpe definitivo y más radical?
La derecha, ¿aprenderá con este resultado?
Si algo le cuesta aprender a los sectores racistas y reaccionarios es cómo enfrentar políticamente a las mayorías populares.
El triunfo del MAS le deja ahora amargos sabores que le obligan a replantear su estrategia, lo que hace que se pueda convertir en una fuerza más agresiva y antielectoral o, por el contrario, que tenga que volver a ocultar bajo la alfombra a sus sectores más racistas.
El reconocimiento de la presidenta de facto, Jeanine Añez, así como del principal oponente de Arce, Carlos Mesa, y el propio secretario general de la OEA, Luis Almagro, al triunfo del MAS, aleja una posible radicalización como respuesta inmediata, aunque habrá que esperar por los jóvenes cruceñistas de la ultraderecha y su candidato más extremista, Luis Fernando Camacho
La derecha boliviana tendrá que pensar en cuál será su estrategia a largo plazo; sin embargo, probablemente habrá sectores internos, incluidos los militares, que ya estarán pensando en cómo posicionarse ante la coyuntura y cómo van a responder, especialmente aquellos que apoyaron al gobierno de facto y el golpe de Estado contra Evo Morales.
Por otro lado, están las corrientes de pensamiento y el funcionariado de derechas en todo el continente, que siente que se acaba el ciclo de gobiernos conservadores. El regreso del peronismo en Argentina y ahora el triunfo del MAS boliviano muestran que el progresismo tiende a recuperar su terreno electoral en cuanto la derecha soberbia en el poder comete errores.
La derecha boliviana deberá decidir si va a trabajar para presentarse a unas futuras elecciones o si, por el contrario, va a buscar un atajo inmediato para impedir la consumación de la vuelta del MAS al gobierno. Es decir, volver al escenario del golpe de Estado, tal como ocurrió en 2019, abortando el proceso de vuelta a la democracia e imponer un régimen en el que, por ejemplo, Evo Morales y los exiliados no puedan volver o, incluso, impedir la posesión de Arce. Hoy parece improbable un escenario de dictadura militar, pero aún es temprano para descartar esa opción.
Gobierno no es poder
Por último, también hay una lección para las dirigencias de los movimientos progresistas de América Latina por dos razones que son, en el fondo, la misma
La primera es que ‘estar en el gobierno’ no es ejercer el poder. El liderazgo político de izquierda, al estabilizarse en el gobierno, tiende a pensar que ya el trabajo se hizo y el triunfo es definitivo, pero, como todos los partidos gobernantes, va cometiendo errores y acumulando malestar. Muchas veces ni siquiera tiene suficiente mando en las fuerzas armadas y las policías, por lo que puede sucumbir en pocas horas ante una arremetida, como sucedió en el caso de Bolivia. Una formación puede llevar 14 años en el gobierno pero, a la vez, ser débil.
La otra es que no tiene sentido contrariar los sentimientos y sensaciones del pueblo. Desconocer el resultado del referendo de 2016 en Bolivia supuso un error muy grande para el MAS, dejando en evidencia su debilidad para aceptar una alternancia, incluso dentro del mismo partido. Hoy Arce saca más de 5 puntos de ventaja al Evo Morales de 2019. Sin embargo, por otro lado, cuando el liderazgo de ese partido ha diseñado una vía para entregar el testigo a un compañero de partido, no necesariamente le ha ido bien, como fue el caso de Ecuador.
Son muchas las lecciones que van a correr por el ADN de los movimientos y los poderes establecidos después de esta victoria del MAS. Por lo pronto queda celebrar el triunfo indigenista y detectar las reacciones del mundo conservador.
Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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