Lo único “de cuidado” en el narco-estafador Gerardo Sánchez, para decirlo en lenguaje popular, son sus tapas. En 2013 se la pasó amenazando con desplazar su “ejército” de hombres armados hasta Managua, pese a que a los únicos que lograba movilizar era a los otros vivianes miembros de su banda.
El odio hacia el sandinismo, combinado con la esperanza de recuperar el poder y los privilegios que perdieron en 1979, hizo que el discurso del asesino confeso de una muchacha policía encontrara eco en los somocistas, su descendencia y sus viudos en Nicaragua y Estados Unidos.
En la vida real, el “comandante Roberto Palacios” se la pasaba elucubrando ideas para reclutar a incautos que le financiaran sus presuntas correrías en las montañas nicaragüenses, y cuando intentaba demostrar su poder de convocatoria, nadie lo apoyaba.
Fue ese el caso de una marcha organizada por Gerardo Sánchez en 2013 en San José, Costa Rica (en la foto de arriba), donde con más pena que gloria se plantó en una calle con cuatro o cinco de sus allegados.
Ni curiosos pudo atraer, aunque sí acaparó los insultos de los conductores por atrasar la circulación de los vehículos.
Esos “seguidores” del narcoestafador que se ven en la foto, son los mismos a los que vestía de militar tras comprarles ese tipo de ropa en las pacas, para luego sacarlos en su página de Facebook como integrantes de la “Coordinadora Guerrillera Nicaragüense”.
Actualmente, Sánchez se moviliza en Costa Rica sin que ninguna autoridad lo moleste, -aunque al parecer detuvieron a dos asesinos de la muchacha policía Aracely Marisol Díaz Salinas-, pregonando que con la ayuda de los golpistas que huyeron en 2018, conformará otro ejército, por supuesto, que imaginario como el que se esfumó en su laptop en 2015, cuando lo capturaron con cocaína en nuestro país.