Milicias y combatientes digitales: el laboratorio de la guerra 2.0 en Bolivia

Misión Verdad

El golpe de Estado contra Evo Morales del pasado 10 de noviembre conjugó distintos elementos que sirvieron para concretarlo y legitimarlo. La creación instantánea de bots fungió como un ejército de mercenarios virtuales que contribuyó a la fijación de una narrativa en redes sociales que negaba los hechos.

La función específica de los bots, en primer término, fue posicionar en la red social Twitter la tendencia #BoliviaNoHayGolpe en el mismo momento en el que Morales denunciaba ante la comunidad internacional el cambio de régimen en su contra.

Por otra parte, se buscó criminalizar al mandatario boliviano al proyectar de manera forzada su figura como un dictador, aun cuando resultó reelecto como presidente el pasado 20 de octubre con 10% de ventaja sobre su contendor más cercano, Carlos Mesa.

Esta proyección sirvió para justificar el establecimiento del gobierno de facto de Jeanine Áñez y las posteriores acciones, incluido el desmantelamiento del Estado Plurinacional, persecución contra líderes indígenas y del partido de Evo Morales, represión y el uso de la fuerza militar para contener la resistencia al golpe de Estado.

El caso más escandaloso de la influencia de los bots en la opinión pública fue el usuario @suarezluis, un supuesto soldado estadounidense que emitió 69 retuit a favor del golpe, cantidad de interacciones considerada como un «récord» imposible para una cuenta personal, refiere Julián Macías Tovar, responsable de las redes de Podemos de España.

El repentino posicionamiento de Áñez y Camacho en las tendencias de Twitter

La repentina aparición de Luis Fernando Camacho y Jeanine Áñez en las tendencias como líderes marcó un antecedente en los nuevos paradigmas de manipulación mediática.

Según el usuario @BarriPdm, quien también dirige las redes del mencionado partido español, el liderazgo de estos personajes claves en el golpe de Estado contra Evo Morales fue impulsado a través de bots creados circunstancialmente para convalidar el gobierno de facto.

Asimismo, destaca que guardan un patrón de interacciones con cuentas afines que mediáticamente apoyaron la salida forzada del presidente boliviano.

Otra forma de la ciberguerra

Estas y otras formas de guerra no convencional actualmente se aplican de diversas maneras. En términos generales, se busca la forma de «debilitar al enemigo a través de ataques coordinados en el espacio digital», cuenta una nota de RT.

Alejandra Morán, experta en derecho y ciberseguridad por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala al medio ruso que «ya no son soldados disparando contra el enemigo frente a frente, ahora son delincuentes informáticos operando desde la sombra, en los que no se tiene ni idea de quién lo hizo, ni cuándo van a atacar de nuevo y que, además, tienen objetivos políticos y/o militares».

Con el desarrollo del campo de las tecnologías de la información en los últimos años, este espacio se ha vuelto vital para la imposición de poderes hegemónicos, incluso, desde el punto de vista geopolítico.

En el caso de Bolivia quedó en evidencia una operación que ocurrió bajo la mirada cómplice de los administradores de la empresa Twitter.

¿Redes sociales como operadores políticos?

Según las especificaciones de Twitter, un Twitterbot es un tipo de software autorizado que controla una cuenta en esa red social a través de la API (las siglas en inglés de Interfaz de Programación de Aplicaciones) de este servicio.

El programa informático del robot virtual hace que este pueda realizar todas las actividades de una cuenta personal.

A pesar de la automatización, estas cuentas están sujetas a las mismas reglas que definen su uso apropiado o inapropiado. Esto último implica eludir los límites de uso, violar la privacidad de los usuarios, o enviar spam. Incurrir en la violación de esta norma acarrea suspensión de cuentas.

1. Para la suspensión o bloqueo como spam se toma la frecuencia de un usuario humano.

Dicho esto, el caso de la cuenta del supuesto militar estadounidense que retuiteó 69 veces parece haber pasado inadvertido para los controles de Twitter.

Marketing digital al servicio del golpe

El periodista y especialista en comunicación digital, Luis Assardo, de Guatemala, en entrevista con Misión Verdad declaró haber notado dos métodos de posicionar la narrativa de que no hubo golpe de Estado contra Evo Morales, a través de las tendencias de Twitter.

En primer lugar, destaca el hecho de que no todas las cuentas recién creadas durante la coyuntura eran bots, que operan de manera automatizada.

Esos usuarios también estaban manejados por personas. La clave para detectar este hecho, señala, fue que al mencionar en la referida red social el fenómeno del gran volumen de cuentas sin seguidores apoyando el golpe, recibió respuesta de algunos de estos argumentando que habían abierto la cuenta «para apoyar» su ideal político.

Sin embargo, el guatemalteco notó que eran usuarios creados con un propósito y no eran personas corrientes. Esto lo dedujo porque alguien que recién ingresa a la red social «no conoce las dinámicas ni las formas de publicación». Contrario a esto, «estas cuentas sabían cómo publicar, cómo darle seguimiento al tema, cómo posicionar un hashtag».

Assardo, quien fue uno de los primeros en señalar este fenómeno en redes, explicó que hay empresas de marketing digital o empresas de publicidad que se dedican a posicionar tendencias.

Estas compañías en un principio se dedicaban a las tareas para las que fueron pensadas, pero después «empezaron a ofrecer servicios a grupos empresariales y políticos para generar incidencia en la opinión pública o para contrarrestar a otros políticos».

Aunque es difícil comprobar si esta campaña fue pagada o no, lo que sí es notable es el esfuerzo por sostener las tendencias para manipular los hechos reales.

A diferencia de los bots, estas cuentas son difíciles de detectar y bloquear porque no tienen un «comportamiento automatizado».

El otro método usado según el investigador fue el uso de bots creados de forma automática para amplificar el mensaje. Al ser detectables fácilmente por su manera de operar, estos tienen una vida útil corta. Por eso las empresas recurren a los SoftPuppet, personas que manejan varias cuentas para inflar las tendencias.

La cibertropa

Assardo señala también que otro recurso para generar una percepción distinta en el exterior fue el uso de trolls, los que «llevan la voz y dirigen las dinámicas» en lo que se quiere incidir.

En un trabajo periodístico de Sebastián de Toma se delinea que estos personajes en las redes sociales están caracterizados por campañas de odio, impulsadas a través de un discurso violento que, con «la difusión de información falsa (fake news) busca distorsionar la legitimidad del debate basado en hechos y, al mismo tiempo, desprestigiar a quienes defienden los derechos de la ciudadanía y advierten públicamente sobre su amenaza o vulneración», refiere un informe de Amnistía Internacional citado por Toma.

En el caso de Bolivia, se creó una figura caricaturizada de Evo Morales para deslegitimar 13 años de gestión. Por otra parte, en uno de los periodos de mayor conflictividad en el país andino, en el que se generó la mayor cantidad de muertos, a través de Twitter se intentó culpar al movimiento indígena y a los seguidores de Morales de causar los desmanes, para tratar de atenuar el impacto de estos.

Según Assardo, la dinámica de los trolls generalmente es la misma: aparece un personaje real con muchos seguidores que lanza un mensaje y luego llegan los replicadores que le dan volumen, bien sea por retuit o respuesta, para volverlo tendencia.

Posterior al golpe de Estado, se fijó una narrativa que fue validada artificialmente. Con esto no se niega que un sector de los bolivianos estuviera a favor del golpe. Sin embargo, no se puede excluir el hecho de que las redes sociales constituyen una realidad en sí misma; tienen un impacto psicológico que puede exacerbar o mellar los ánimos.

Las manipulaciones mediáticas y digitales en Bolivia dejan otro precedente en el uso de las redes sociales y su impacto en los cambios de régimen del siglo XXI, con las huellas corporativas detrás de la manipulación del consenso 2.0.

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