USA quiere cambiar ONU para que nada cambie

 

Pablo Jofre Leal │ Hispantv

Estados Unidos, uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones de las Naciones Unidas – ONU – junto a Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, ha anunciado reiteradamente, que pretende reformar este organismo, proponiendo cambios en el conjunto del organismo multilateral.

Objetivo destinado a impedir su progresiva pérdida de hegemonía. Una prueba de cómo reaccionarán los países de tal forma que les permita desafiar la política global, multilateral y que cada día tiene más adeptos por parte de la República Popular China y la Federación Rusa.

Esta idea de cambio genera incredulidad, pues ha sido precisamente Estados Unidos el principal responsable de debilitar las instituciones internacionales, léase: la ONU, Corte Penal Internacional, Organización Mundial de Salud, UNESCO y la Agencia Internacional de Energía Atómica, entre otras.

Una política que, bajo el supuesto de cambiar la estructura política mundial, busca su control absoluto y que ha tenido su expresión palpable desde el inicio de la administración del expresidente republicano, el multimillonario Donald Trump, que se ha intensificado bajo el mando del demócrata Joe Biden.

El actual mandatario estadounidense, aprovechando la política de ataques a la Federación Rusa y a la República Popular China, exige transformaciones en la ONU que favorezcan una línea de consolidación de sanciones a estos dos países, con la decisión de ejercer el papel de jueces y a la vez verdugos en materia de política internacional.

No en balde Washington, en materia de proposiciones respecto a nuevos miembros para el Consejo de Seguridad Permanente de la ONU – CSNU – plantea sumar a Japón y Alemania. En el caso del Asia pacífico, un Japón que ejercería su radio de influencia en la zona donde China tiene disputas con eje en Taiwán y el mar Meridional de la China. Con Alemania, su ingreso al CSNU sumaría un Otanista más, junto a Francia y Gran Bretaña que implica superioridad numérica y estratégica, inaceptable para Beijing y Moscú.

Dejar fuera o al menos minimizar el papel de China y Rusia como miembros permanentes del CSNU se da bajo la excusa esgrimida por la operación militar llevada a cabo por la Federación Rusa en Ucrania, con una hipocresía rayana en la desvergüenza, cuando la política exterior de Washington señala que es necesario hacer cambios en el nuevo panorama geopolítico internacional para garantizar la paz y seguridad del mundo.

Presentando incluso en videoconferencia al presidente ucraniano Volodimir Zelensky en cuanto foro internacional se presenta. La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Linda Thomas afirmó, sin siquiera sonrojarse, que “cualquier miembro permanente que ejerza el veto para defenderse sus propios actos de agresión – haciendo alusión a Rusia – pierde autoridad moral y debe rendir cuentas”, prometiendo que su país sólo ejercería ese derecho “en situaciones raras y extraordinarias”.

Declaraciones desvergonzadas, viniendo del país que más invasiones, agresiones, golpes de estados y desestabilización ha ejecutado contra decenas de países, en todos los continentes, desde el momento mismo de su nacimiento.

Un país que tiene al menos 800 bases militares distribuidas en los cinco continentes. Un reciente estudio titulado «Introducing the Military Intervention Project: A New on US Military Interventions, 1776-2019» realizado por la investigadora Sidita Kushi, del Departamento de Ciencias Políticas de Universidad Estatal de Bridgewater, arrojó que Estados Unidos ha lanzado cerca de 400 intervenciones militares desde su independencia en 1776, la mitad de estas se han llevado a cabo entre 1950 y 2019, y 25% de ellas luego del fin de la Guerra Fría. Y, ofrece nuevos datos que amplían el universo de intervenciones estadounidenses, así como la ampliación de la línea de tiempo de las guerras y sus motivaciones”.

Para la ministra de relaciones exteriores de Sudáfrica, Naledi Pandor, una de las naciones que ha sonado permanentemente como miembro de un nuevo CSNU, si esta se reforma “resulta hipócrita criticar el concepto de veto únicamente por cómo lo usa Rusia hoy.

“Algunos de quienes hemos estado pidiendo que la Asamblea General tenga más voz, nunca tuvimos apoyo, pero de repente, ¿hoy sí? Ahí el derecho internacional empieza a no significar nada”. Una crítica certera que muestra este doble rasero practicado por Washington en lo internacional, que ve hoy con preocupación.

Hay un mundo que marcha hacia un rumbo multilateral, con cada día más y más países que sin temor hablan de desdolarizar la economía internacional, poner fin al sistema Swift – Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication – que facilita el movimiento de capitales – y al mismo tiempo en caminos de soberanía respecto a no sumarse al show de sanciones de Washington y los suyos contra Rusia, China, Irán y otros países.

Dólar y sanciones financieras, armas económicas preferidas y usadas profusamente por el occidente liderado por Washington a la hora de sancionar, bloquear o chantajear a los países que no le son incondicionales y que al menguar ese poder disminuirá, evidentemente, la capacidad de Washington de establecer políticas de máxima presión, reconocidas incluso por ultraderechistas como el senador republicano Marco Rubio.

Este, ha alertado el inminente colapso de la hegemonía occidental, anticipando que las sanciones de su gobierno se volverán impotentes en un lustro, visto los acuerdos de desdolarización del comercio internacional haciendo referencia al acuerdo China-Brasil, que se suma al de China-Rusia, China-Irán, entre otros.

Si a eso unimos la negativa de gran parte de los países de entrar en una dinámica de reformas de la ONU, que favorece sólo a los países occidentales liderados por Washington, ese colapso será una inevitable realidad.

Resulta, a lo menos dudosa, la política de cambios que pretende Estados Unidos respecto a la ONU.

Para el ministro de relaciones exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, resulta poco creíble pensar en las intenciones de transformación que vienen desde la Casa Blanca “en un intento desesperado por afirmar su dominio, castigando a los que se muestran reacios, Estados Unidos se ha lanzado a destruir la globalización, que durante años ha sido alabada como el bien supremo de toda la humanidad, al servicio del sistema multilateral de la economía mundial”.

La prueba más evidente de esta política hipócrita de Washington, como adalid del cambio para un gobierno mundial distinto, es la invasión de Irak. Llevada a cabo por Washington y sus aliados el 2003, se extendió por dos décadas.

Sin autorización internacional alguna y a contrapelo de la gran mayoría de países que se oponían a la guerra, convencidos de la falsedad de las “pruebas” y demostrado por el Informe Chilcot con su socio británico enfrentado a una mentira horrorosa, cómplice de la muerte de centenares de miles de iraquíes, en el marco de una “guerra contra el terror”.

Decisión política-militar que sólo buscó satisfacer a la industria militar estadounidense, a los halcones de la Casa Blanca y al mismo tiempo proporcionar mayores niveles de acceso a recursos petrolíferos y gasíferos al complejo energético estadounidense.

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