Venezuela, el golpismo y sus funcionarios

 

Fabrizio Casari

Volker Turk es un completo desconocido para toda la humanidad. Pero, en virtud de su cargo en las Naciones Unidas, donde ejerce su función de Alto Comisionado de la Oficina de Defensa de los Derechos Humanos de manera muy cuestionable y controvertida, ha decidido hacerse menos anónimo. ¿Cómo? Atacando frontalmente a Venezuela, en ejecución de las indicaciones provenientes de Washington.

Un camino nada nuevo al que ya se había dedicado con ardor la señora Bachelet, esgrimiendo el Santo Grial de los Derechos Humanos en Venezuela, mientras callaba que en su propio país Piñera daba órdenes a los Carabineros de disparar balas de goma a los ojos de los estudiantes que se manifestaban contra su gobierno.

El tema del momento, con el que EEUU intenta distraer a la opinión pública de la carnicería en Gaza y la ruinosa derrota en Ucrania, es la supuesta y nunca demostrada falta de respeto a los derechos humanos por parte de las autoridades venezolanas con respecto a Rocío San Miguel, ciudadana venezolana de corazón estrellado, que fue puesta bajo investigación y luego detenida como participante activa en el plan golpista conocido como el «Brazalete Blanco».

La trama golpista del ‘Brazalete Blanco’, en la que también participaron otros miembros de la familia de Rocío San Miguel, contó además con la participación de 33 militares y, desde luego, no es la primera conspiración que Estados Unidos, Colombia y Venezuela organizan para matar al presidente Maduro.

El plan, organizado por la CIA, tenía un objetivo preciso: el asesinato del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, del ministro de Defensa, Vladimir Padrino, de Freddy Bernal (Gobernador de Táchira) y de otros miembros de la cúpula bolivariana. El calendario de su ejecución se programó en vísperas de las elecciones, de las que quedaron excluidas siglas y personalidades que siempre han estado comprometidas con el llamamiento formal a una invasión militar de Venezuela.

Entre ellas, la más conocida por los grandes medios de comunicación y las cancillerías occidentales es Corina Machado Ventura, destacada exponente pública del golpismo fascista venezolano disfrazado de oposición política pacífica. Aquí, en la identidad política de la derecha venezolana, emerge la primera paradoja del relato político venezolano: ¿cómo es posible fundar un partido, presentarse a unas elecciones, reconociendo así la legitimidad institucional del sistema y, mientras tanto, pedir a fuerzas militares extranjeras que lo derroquen por la fuerza?

Salvo casos de esquizofrenia, hay que pensar en una dimensión deliberadamente hipócrita. Por dos cosas: o se acude a las urnas – dando así por sentada la agilidad política, la confrontación electoral interna y el reconocimiento del sistema político – o se juzgan ilegítimas las elecciones y se opta por la vía de la conspiración política y terrorista.

Ahora, independientemente de la contradicción entre las declaraciones públicas y la actividad sediciosa clandestina, cabe esperar la reacción de quienes quieren, pueden y saben defender el país, su Constitución y su estatus institucional. Incluso antes de las normas electorales, de hecho, la propia Constitución, el código penal y civil, hacen inevitable la expulsión de los grupos e individuos culpables de sedición, traición a la Patria e inteligencia con el enemigo.

No hay país en el mundo, además, que permita participar en elecciones a un partido o individuos que abiertamente llaman y trabajan con fuerzas extranjeras para dar un golpe de Estado. La segunda paradoja venezolana es la siguiente: hay un gobierno que lleva décadas ganando y desafiando una de las peores agresiones imperiales de la historia, ¿por qué habría de temer a un partido pequeño y a una oposición dividida y diversa, que en ningún caso tendrá los números para ganar? Claro que van de presos por golpistas no por ser opositores.

Así, mientras Caracas continúa el diálogo con la oposición seria en Barbados, la derecha venezolana vuelve a vestirse con el (nunca en desuso) traje del golpismo guarimbero. De nada sirven los previsibles ataques al gobierno venezolano: el intento de hacer pasar la operación defensiva como una persecución política queda desmentido por los resultados de la investigación, la historia y la cronología de la actividad golpista.

Todavía está fresco en la memoria el intento en 2018 de bombardear con drones el escenario donde el presidente Maduro presidía un desfile militar, así como el intento de desembarco de unidades mercenarias en 2020, cuando un grupo de 300 mercenarios entrenados en Colombia y que partieron desde allí, con apoyo estadounidense, intentaron penetrar por Macuto, un balneario a 30 kilómetros de Caracas.

El papel de las ONG

La Sra. Rocío San Miguel es la directora de la ONG «Control Ciudadano», que ya indica en su nombre la finalidad de su existencia y su campo de actividad. Se trata de una demostración más de cómo ha cambiado el papel de las ONG en América Latina en consonancia con los cambios de la doctrina subversiva estadounidense. De la construcción de infraestructuras a la formación de superestructuras: las ONG han pasado de ser proveedoras de mano de obra cualificada dirigida de forma subsidiaria a las políticas sociales, a un instrumento de formación política antagonista.

La elección de confiar en la estrategia del «golpe suave» ha asignado de hecho un papel sin precedentes a las ONG, así como a las organizaciones de «derechos humanos», cada vez más visiblemente implicadas en las estrategias desestabilizadoras dirigidas por Estados Unidos en países que Washington considera hostiles.

A través de las ONG y de las diversas fundaciones u organismos de derechos humanos, EEUU y la UE transmiten fondos, personal e instrumentos para la labor de desestabilización, aprovechando y abusando de la superior libertad de maniobra de estas estructuras. De hecho, estos organismos han quedado reducidos a canales clandestinos de financiación y organización de actividades antigubernamentales, sin excepción. El dinero procedente del extranjero llega a sus cuentas y luego se distribuye entre todos los implicados en la trama golpista.

No es casualidad que, como en el caso de Nicaragua, la promulgación de una ley que exige la transparencia de los presupuestos, los actos administrativos, la gestión patrimonial y la correcta designación de los órganos sociales representativos, así como la obligación de demostrar la coherencia entre los proyectos anunciados y las actividades realizadas, haya sido denunciada a pleno pulmón como restrictiva, a pesar de que contiene obligaciones y derechos iguales a los de cualquier sociedad o corporación. Que con la observancia de estos criterios se diga que no se puede operar, dice bien a las claras cómo, por qué y en nombre de quién se operaba.

Estados Unidos y la Unión Europea han levantado protestas y amenazas por la inhibición de los Machado, pero el caso de los Rocío San Miguel lo tratan con más cautela, dado el altísimo riesgo de que se demuestre con qué dinero, dirección y rumbo político se está haciendo otro intento golpista.

Ni siquiera ha fructificado la idea de utilizar a Exxon en el Esequibo venezolano como herramienta para una posible intervención militar de Caracas, que daría a Londres la posibilidad de intervenir «defensivamente» lanzando un ataque militar. La cúpula chavista sabe muy bien si, cómo y cuándo jugar sus cartas.

Mientras tanto, Washington, que hace unos meses había anunciado un «aflojamiento» del embargo contra Venezuela – el petróleo venezolano se ha vuelto más valioso en un mercado occidental sin el ruso y Occidente lo necesita imperiosamente – ha vuelto a anunciar sanciones, aunque no han conseguido ni un solo resultado en tantos años.

Aflojar o endurecer es un juego criminal de chantaje que poco cambia si los mercados potenciales pasan a ser otros. La UE duda, pero sigue, sabiendo muy bien que con el liderazgo bolivariano cualquier reanudación de las exportaciones de petróleo será en los términos y regalías que Caracas fije y no Madrid o Londres o París.

El plan de cerco a Venezuela de la mano de EEUU sigue adelante, pero sus intenciones parecen estar dotadas de la suficiente dosis de imbecilidad política como para perder. Al final, el plan estadounidense y europeo sigue siendo intentar deslegitimar – preventiva y posteriormente – las elecciones venezolanas, precisamente porque se han dado cuenta de que no hay margen de victoria en las urnas.

De aquí a la votación, no faltarán otras amenazas, actos de terrorismo e iniciativas diplomáticas destinadas a fomentar un clima de caos como telón de fondo de la consulta. Pero Venezuela, sus órganos políticos y militares, están entrenados para hacer frente a complots golpistas. Una vez más, Washington intentará ganar y acabará perdiendo. Ya no es sólo un hábito, el hábito de la derrota se ha convertido en una obsesión.

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