Fernando Delgado Rodríguez y Andy Vásquez
* Con la intención, manifiesta en las intervenciones y en la declaración final, el Grupo reiteró su vocación unitaria, multilateralista en el contexto de una gran diversidad política, ideológica, cultural y religiosa, también otra de sus extraordinarias singularidades y méritos especiales.
La Habana amaneció bien temprano el viernes 15 de septiembre, inaugurando lo que sin dudas es el evento más relevante en materia política y diplomática para el país en el 2023. Presentes quienes dirigen al 80% de la población mundial, que hacen que este Grupo sea la organización más representativa del globo.
La capital de la mayor de las Antillas se convirtió por 48 horas en la capital del sur, de los excluidos del progreso civilizatorio, de los que no suelen tener voz, que súbitamente tuvieron tribuna para ser escuchados en sus justos reclamos. Dónde mejor que en esta sempiterna isla rebelde.
La reunión fue un rotundo e indiscutible éxito para un país, cruelmente bloqueado por el Imperio, implementado para degradar la calidad de vida de la familia cubana. Su esencia fue denunciada por los más de 100 oradores, mostrando ante los ojos del mundo, el unánime y universal rechazo a esa guerra económica contra los cubanos.
Allí esta quizás uno de los principales logros para Cuba, pero también para el resto del sur global, representado en la cumbre, porque resulta un precedente político para continuar denunciando, creando una conciencia crítica internacional, contra las políticas y las practicas sancionatorias, que el imperio y eventuales aliados implementan contra quienes se les oponen.
En un contexto de recrudecimiento del bloqueo, ello impactó desde luego en los ya limitados recursos con que se organizó y desarrolló el evento; también aquí se estableció otro precedente. En cualquier caso, la fastuosidad, el derroche y el lujo no se equipara con la cordialidad y el don de anfitrión exquisito, del que en toda ocasión ha hecho gala el pueblo cubano.
Un elemento que ayuda a entender el mencionado éxito de la reunión, está vinculado a la proverbial política cubana de solidaridad con el llamado tercer mundo, que acumula mucha historia de compartir con otros pueblos, no lo que nos sobra, como se sabe.
En rigor, probablemente esa premisa explica la capacidad de convocatoria alcanzada para la ocasión, a lo que se añade el prestigio de la política exterior cubana, que descansa sobre todo en razones morales, en principios fuertemente vinculados a valores universalmente compartidos, y en la ética de la Revolución cubana.
Esa ética también se expresó en la postura del gobierno anfitrión, de darle prioridad a los temas que interesan a todos, a la mayoría de los miembros del Grupo de los 77 y China, y no a los que incumben en primer lugar a Cuba. Por caso, la necesidad de que seamos excluidos de la espuria lista de países promotores del terrorismo, que unilateralmente enarbola Estados Unidos.
Es la segunda ocasión en que los cubanos organizamos un evento global del Grupo, en esta ocasión por primera vez como presidente pro tempore; en la anterior, en el año 2000, en la llamada primera Cumbre del Sur, tuvo una actuación protagónica el líder histórico de la Revolución, el comandante en jefe Fidel Castro.
Entonces, no resulta extraño que su aliento, su ejemplo fuera omnipresente en el encuentro, que sus ideas fueran evocadas en la mayoría de las intervenciones, incluida su icónica frase de Patria o Muerte, Venceremos, pronunciada por uno de los líderes africanos.
Al asumir la presidencia pro tempore del Grupo, desde enero del 2023, Cuba se propuso desplegar acciones a favor de convertir los derechos humanos básicos en un derecho universal, y potenciar el sentido inclusivo a los descubrimientos científicos y tecnológicos, al alcance de toda la sociedad.
Unido a lo anterior, enfrentar la crisis multidimensional y sistémica del capitalismo con una nueva arquitectura económica y financiera, de sentido multilateral. En ese sentido, la consigna que convocó a los asistentes y presidió los debates recoge sucintamente estos objetivos: “Retos actuales del desarrollo: Papel de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación”.
En La Habana se encontraron 1,300 representantes de 116 países y 12 organizaciones, agencias y programas del sistema de Naciones Unidas. En total, 33 países de América Latina y el Caribe, de 46 países de África, 34 naciones de Asia y 3 de Europa. Presentes 31 jefes de estado o de gobierno, 12 vicepresidentes, ministros, incluidos numerosos cancilleres y otros altos representantes.
Intensos debates, en intensos dos días de reuniones, cristalizaron en una Declaración de 47 puntos que resumen conceptos como: …. “las tensiones geopolíticas; las medidas coercitivas unilaterales y las múltiples crisis actuales…; el aumento de la presión sobre los alimentos, la energía; el desplazamiento de personas.
Igualmente, la volatilidad de los mercados; la inflación; el ajuste monetario; la creciente carga de la deuda externa; el aumento de la pobreza extrema; el aumento de las desigualdades dentro de los países y entre ellos; y los efectos adversos del cambio climático”.
Con la intención, manifiesta en las intervenciones y en la declaración final, el Grupo reiteró su vocación unitaria, multilateralista en el contexto de una gran diversidad política, ideológica, cultural y religiosa, también otra de sus extraordinarias singularidades y méritos especiales. Esta cumbre del Grupo de los 77 más China, deja finalmente una estela intangible si se quiere, a los países del sur. Generó espíritu cooperativo, valentía colectiva, identificación de intereses comunes.
Sus efectos inmediatos, es de esperar, los veremos en las posturas que asumirán los representantes en el segmento de alto nivel de la actual asamblea general que se desarrolla en la sede de NNUU. En el largo plazo, puede y debe ser una luz en el inmenso túnel de la incertidumbre, sobre los destinos de la humanidad.