La negación del coronavirus aísla a Jair Bolsonaro

Brasil es el segundo país más golpeado por la pandemia y uno de los hijos del presidente está infectado. Al igual que su padre, recomienda el uso de hidroxicloroquina, desaconsejada por todos los expertos. 

La guerra (fría) librada por Jair Bolsonaro con la excusa del coronavirus agrava su aislamiento internacional. Las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la falta de medidas contra la dolencia, son ejemplos de cómo el mundo le da la espalda a una administración negacionista.

El capitán/presidente adopta medidas de otro mundo contra la pandemia: veta el uso obligatorio de tapabocas, incita al consumo de hidroxicloroquina (desaconsejada por la OMS) y designa al frente del Ministerio de Salud al general Eduardo Pazuello que además de saber nada de medicina ha dicho que asume el cargo como si fuera una misión de «guerra».

En la noche de este domingo la cartera de Salud informó que el número de muertos ascendió a 107.852 y la de infectados a 3.340.197.

Horas antes de conocerse esa nota oficial que confirma a Brasil como el segundo país más castigado del mundo por la pandemia, se supo que Jair Renán Bolsonaro , hijo del mandatario, se contagió de coronavirus.

El joven aconsejó hidroxicloroquina, la pócima que el mes pasado consumió su padre durante las tres semanas que permaneció en cuarentena hasta recibir el alta.

Como la palabra presidencial vale poco, dado que en el año y ocho meses de gobierno demostró que su método político es la mentira, nadie sabe si él y su se contagiaron ni si tomaron la polémica droga.

Lo que importa es la propaganda realizada a favor de un producto desaconsejado por la OMS, organismo que para el capitán retirado es una marioneta al servicio de China.

A simple vista Bolsonaro sigue las posiciones de su colega norteamericano Donald Trump, que al parecer se tornaron más extravagantes que de costumbre en la recta final hacia las elecciones del próximo 3 de noviembre en las que, según las encuestas, corre en desventaja frente a su adversario Joe Biden, del partido Demócrata.

Como si lo tuviera sin cuidado hacer el ridículo ante la comunidad internacional, el ocupante del Palacio del Planalto se conduce de manera explícitamente servil ante el jefe de la Casa Blanca ( otro defensor de la hidroxicloroquina).

Bolsonaro acaba de anunciar que analiza llamar por teléfono a Trump para pedirle una nueva donación de hidroxicloroquina para ser fraccionada en el laboratorio del Ejército y luego enviada a los estados.

Además dijo hacer «hinchada» por el triunfo del presidente del partido Republicano.Y todo esto sin recibir nada a cambio desde Washington.

Trump recomendó oficialmente a los norteamericanos que eviten viajar a Brasil debido al contagio desenfrenado de la covid-19, amenazó subir las tarifas a las importaciones brasileñas, prohibió la entrada de brasileños a Estados Unidos debido al virus y advirtió que tomará represalias si Bolsonaro permite que la empresa china Huawei participa en el concurso de tecnología 5G para la telefonía móvil.

Moscú y Beijing

El deslumbramiento casi adolescente de Bolsonaro hacia el magnate republicano es motivo de preocupación entre diplomáticos de carrera que, a condición de anonimato, sueltan todo tipo de críticas a la actual administración. Señalan que no hay registro de ningún mandatario brasileño que haya manifestado tan abiertamente sus simpatías hacia un candidato durante una campaña electoral norteamericana.

Todo ello agravado con el comportamiento militante en favor de la reelección del republicano realizada por otro hijo del presidente, el diputado Eduardo Bolsonaro, titular de la Comisión de Relaciones Exteriores.

La mesura es un principio elemental de la política externa, más aún tratándose de una potencia intermedia como es Brasil, sin poderío nuclear, cuyo peso internacional le debe mucho al prestigio de su clase diplomática que durante décadas procuró mantener cierta autonomía frente a Washington, incluso durante gobiernos conservadores. Una autonomía y autodeterminación especialmente resguardadas bajo los gobiernos del Partido de los Trabajadores, cuando Brasilia se convirtió en la capital diplomática de América Latina.

Durante los mandatos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, desembarcaron en Brasil los presidentes Barack Obama, demócrata y su predecesor republicano, George W. Bush. También lo hicieron Fidel Castro, Vladimir Putin, Xi Jinping, Mahmud Ahmadineyad, Shimon Peres, Enrique Peña Nieto, Angela Merkel, Francois Hollande, José Luis Rodriguez Zapatero y Mahmud Abbas.

Y por supuesto viajaron con frecuencia a Brasil los líderes de la región, principalmente Cristina Fernández y Néstor Kirchner así como Hugo Chávez, José Mujica, Tabaré Vázquez, Fernando Lugo y Evo Morales, quien denunció la participación del gobierno de Bolsonaro en el golpe que lo derrocó hace diez meses.

Es cierto que el año pasado Xi Jinping y Vladimir Putin aterrizaron en Brasilia, pero fue en el marco de una reunión del grupo BRICS, pero la confirmación de ambos viajes demoraron algo en ser oficializadas. Esto debido al enfriamiento de las relaciones.

Para el ocupante del Planalto los vínculos con China y Rusia son vistos desde la perspectiva de una guerra fría y, asociada a ésta, una reciclada doctrina de la seguridad nacional, que imagina enemigos comunistas donde no los hay.

De allí que para el mandatario la pandemia sea un capítulo más dentro de esa concepción belicista que justifica el alineamiento automático con Washington en defensa de la «libertad».

Es en este contexto que para Bolsonaro fue una derrota el anuncio de que la Embajada de Rusia y el gobierno del estado de Paraná firmaron un acuerdo marco sobre la vacuna Sputnik V pocos días después de que Brasil superó la barrera de los 100 mil muertos y resurgieron más denuncias de «genocidio» contra el jefe de Estado.

El revés tuvo un agravante, el gobernador paranaense Ratinho Junior, llegó a un pacto con Putin pese a ser un aliado político e ideológico del gobierno.

La otra derrota importante fue el contrato rubricado hace más de un mes por el estado de San Pablo, el más poderoso del país, y el laboratorio chino Sinopec para desarrollar la vacuna CoronaVac.

Bolsonaro manifestó su irritación contra el gobernador paulista, Joao Doria, por haber arribado a un entendimiento con «ese país», es decir China.

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