Al imperio nada inhumano le es ajeno

El dinero corre a raudales desde las arcas de los poderosos. El capital de que disponga cada candidato va a ser esencial para definir al ganador. Quien pueda gastar más, estará más cerca de la silla del despacho oval 

Se acerca la contienda para las elecciones de 2024 en ee. uu. En tal contexto, no es baladí recordar la enseñanza que nos legó Miguel de Cervantes, en el capítulo IX de El Quijote, cuando definió la historia como un «testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, y advertencia de lo por venir». 

La primera potencia mundial muestra fracturas en sus pilares fundamentales, al parecer, imposibles de afianzar. Serias amenazas internas acorralan a las fuerzas que se debaten en el intento de acomodar las placas y evitar la quiebra. La posibilidad de una profunda crisis sistémica parece ser una realidad. 

En lo externo, nuevos actores retan con éxito el poder del imperio, que pierde mercados, aliados e influencias, pero se aferra al pasado con terquedad. 

La guerra aparece, en la visión inmediata de los decisores en Washington y sus patrocinadores, como la mejor solución a los problemas. No pueden pensar de otra manera, nacieron como imperio de la violencia y el saqueo, y como tal pueden llegar al final, como tantos otros a lo largo de la historia. 

Olvidar las enseñanzas de Clío, como recomiendan los gurúes del liberalismo y sus halcones, sería un suicidio para la mayoría que habita este planeta. 

El proceso electoral de 2024 puede ser un parteaguas para bien, o un escalón a la catástrofe. Es difícil de predecir, cuando se mueven las fichas en el tablero con el estilo del dominó. 

COMIENZA LA FUNCIÓN EN EL BIG SHOW 

La carrera presidencial vuelve a estar colmada de aspirantes, pero sigue siendo liderada por los mismos que se enfrentaron en 2020, el presidente Joe Biden y el exmandatario Donald Trump. 

Una decena de miembros del Grand Old Party participa en la cruzada por la Casa Blanca, lo que podría impedir que los votantes se unan en torno a una única alternativa, como ocurrió en 2016. 

Uno de los «politicianos» con alguna posibilidad en la partida republicana es Vivek Ramaswamy, multimillonario biotecnólogo. No por gusto, luego del primer debate republicano, el lema de los aspirantes es Todos contra el Trump millennial, como le dicen al aspirante a candidato. Mientras, Ron DeSantis ha perdido terreno frente al expresidente y antiguo mecenas político. 

Del lado demócrata, Joe Biden solo encara a un par de aspirantes con muy pocas posibilidades: Marianne Williamson, que se postula por segunda vez, y Robert F. Kennedy Jr., sobrino del expresidente John F. Kennedy. 

Es justo resaltar la figura de Cornel West, profesor de filosofía en el Union Theological Seminary, y activista progresista que anunció que se postularía con el Partido del Pueblo. 

LAS «ESTRELLAS» SE ALISTAN PARA EL COMBATE 

Los años de condicionamiento de millones de votantes republicanos por las campañas trumpistas, más los cargos penales contra Trump, que muchos aprecian como un ataque indirecto contra ellos, fortalecen la posición del expresidente. 

Cada salida, cada presentación ha sido preparada con sumo detalle, para manipular los sentimientos del electorado, sobre todo de sus fanáticos seguidores. 

El día del arresto, en el condado de Fulton, Georgia, acusado de intentar revertir los resultados electorales de 2020, su equipo de campaña aprovechó el momento de la detención para mercadear la imagen del precandidato a la Casa Blanca. 

Es interesante observar cómo, después de la primera acusación formal contra el magnate, las prioridades del movimiento conservador y su ecosistema de medios cambiaron a su favor. DeSantis, hasta ese momento estrella en ascenso, pasó a segundo plano. 

El expresidente bromeó: «Lo que necesito es una imputación más para garantizar mi elección». 

Puede parecer otra guasa de Trump, pero cuando el conservador Glenn Beck le preguntó si encarcelaría a sus oponentes políticos en caso de ser reelecto, el expresidente respondió: «No tenemos elección, porque eso es lo que están haciendo contra nosotros», refirió el NYT. 

En tanto, Biden lleva como capital político el enfrentamiento al trumpismo. Se presenta como el «sanador» de las heridas causadas a la sociedad estadounidense por las acciones del anterior inquilino de la Casa Blanca. 

Si bien podemos considerar que su labor de «sanador» ha sido poco exitosa, las «heridas» causadas por el «culpable» pueden ser aún mayores en un segundo mandato. 

Como principal hándicap, el Presidente tiene su propio desempeño, las promesas olvidadas, los años que cumplirá si es elegido durante su nuevo mandato, y las acusaciones que pesan sobre su familia. 

Una encuesta reciente realizada por The Associated Press y el Centro NORC para la Investigación de Asuntos Públicos, reflejó que el 77 % dijo que Biden está demasiado viejo para ser eficaz durante cuatro años más. 

El dinero corre a raudales desde las arcas de los poderosos. El capital de que disponga cada candidato va a ser esencial para definir al ganador. Quien pueda gastar más, estará más cerca de la silla del despacho oval. 

De no ocurrir sorpresas en el juego, todo puede ir de mal en peor. Los estadounidenses se ven abocados a elegir al menos malo, aunque esta vez la manipulación de los sentimientos nacionalistas, de los que se apropia el trumpismo, sumados a la creciente falta de fe del electorado en el sistema, pueden llevar al triunfo a las fuerzas más retrógradas. 

Cada actor desempeña su rol en el gran show y, tras bambalinas, los «dueños del mundo», sentados sobre montañas de ambición, tejen y destejen a su antojo los hilos del destino de la humanidad. 

 

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